En el último informe PISA la lectura en España sale mal parada pese a los esfuerzos del sistema educativo por el fomento de la misma, quizá porque hace falta una estrategia de juego diferente, que despierte el gusto por ella y en la que estemos todos implicados, familia, escuela y sociedad.
Aprender a leer no es algo intuitivo y natural, como por ejemplo lo es aprender a hablar. Requiere un aprendizaje y un buen método, además del esfuerzo por dominar esta habilidad. Es un proceso largo y complejo que nos permite manejar la herramienta fundamental para el aprendizaje de cualquier materia. Pero más allá de que sea un medio, es una manera de disfrutar de otras ideas y un modo de aprender a pensar. Aun así el verdadero salto en la lectura llega cuando se despierta el gusto por ella. Hagamos un barrido a lo largo de este proceso, de la mano de los grandes expertos, en el que la familia, incluso más que el colegio, tiene un papel predominante.
El momento ideal para comenzar a leer es cuando el cerebro del niño está preparado para esta actividad. Es decir, cuando muestra interés y capacidad para empezar a leer las primeras palabras de los rótulos de las tiendas, títulos de libros o pantallas. Enseñarle a leer antes de tiempo no supone que aprenda a leer mejor y más rápido. Es más, nunca compensa forzar el comienzo de la lectura, ya que es un proceso imposible de llevar a cabo si neurológicamente no ha despertado de manera natural. Como dice el psicólogo y orientador Hernández Pallarés: “Enseñar a leer antes de los cuatro o cinco años es biológicamente precipitado y potencialmente contraproducente en muchos casos”. Cada lector lleva su ritmo y por eso unos empiezan a leer en los últimos años de Infantil, otros en 1º y como tarde en 2º de Primaria.
A estas edades y en curso posteriores es muy importante que las madres, los abuelos, los profesores... Lean en voz alta con una adecuada entonación y haciendo las pausas marcadas, para que escuchen cómo debe ser una lectura bien llevada a cabo. Este ejemplo sirve de modelo para aprender a leer bien en voz alta, y es muy necesario a esta edad.
De aprender a leer a aprender leyendo
La revolución intelectual de un alumno o dicho de otra manera, el curso esencial en la vida del novel lector es 3º de Primaria, como nos cuenta el filósofo y pedagogo Gregorio Luri. ¿Por qué? Porque en ese curso los alumnos pasan de “aprender a leer” a “aprender leyendo". Esto tiene una repercusión muy importante, porque las competencias lingüísticas de un lector acaban generando trayectorias muy diversas, según el nivel que posean. A tenor del dominio lingüístico de ese momento, aumentará su rendimiento académico o se estancará. La clave está en la riqueza de su vocabulario. Por lo que la inversión más importante en este curso, y para el futuro, es potenciar la adquisición de nuevas palabras para aumentar la comprensión lectora.
Los cursos de 5° y 6º de Primaria son cursos fundamentales para consolidar la lectura como herramienta de aprendizaje y también para desarrollar el gusto por ella. En todo caso, es esencial para el fomento de la lectura tener clara una estrategia global, como ya hemos ido insinuando, entre colegio, casa y amigos.
Mucho margen de mejora en Secundaria
Como dice Hernández Pallarés, el desarrollo lector no acaba en los primeros años de la Primaria, sino 10 años después del comienzo del proceso. Es decir, aproximadamente en 4º de la ESO, porque la mielinización de las neuronas es un proceso largo y necesario para leer bien, y no acaba hasta esa edad. Por lo tanto, durante toda la Educación Obligatoria podemos mejorar nuestra capacidad lectora.
Una manera de potenciar la lectura en la adolescencia es el “libro forum”. La lectura de un buen libro que aporte al joven lector vocabulario, ideas y una gramática más elaborada, permite un gran avance en el dominio de esta habilidad. Si a eso le añadimos un debate posterior entre sus iguales, moderado por alguien que sepa dar juego, acrecentará su gusto por la lectura y por la reflexión.
Otro recurso similar es el “programa de Grandes Libros”, que sigue un método parecido pero con la lectura de un clásico de la literatura, y extrayendo, en un debate posterior, los temas que se llevan conversando desde hace miles de años. Como el amor, la amistad, la trascendencia, la lealtad, la generosidad... Es una manera de conocer el humanismo en la literatura, un plan de formación y una manera de educar a los jóvenes lectores.
Todo lo dicho hasta ahora es válido para los lectores en general, pero los hay que tienen problemas con la lectura. A los lectores que tienen dificultad para ello, les llamamos disléxicos. Cada persona tiene unas dificultades concretas. Hay tantos perfiles de dislexia como lectores con dificultad. Un buen diagnóstico de un especialista, y un buen tratamiento pueden ayudar a la mejora en la fluidez lectora y a la correcta decodificación. Existen asociaciones por toda la geografía española que son un apoyo para las familias, como “Madrid con la dislexia” que gracias a su labor permiten “aumentar la sensibilidad y dar a conocer la dislexia…” entre las familias de los niños con esta dificultad.
Padres lectores y bibliotecas
Los padres y las madres tienen un papel insustituible en el fomento de la lectura. Decía recientemente en un artículo en 'El Debate' Ismael Sanz, sobre los beneficios del ejemplo en la lectura de los padres, las siguientes palabras clarificadoras: «Es interesante observar que los alumnos españoles de cuarto de primaria, a cuyos padres les gusta mucho leer, alcanzan 540 puntos en la prueba internacional de lectura PIRLS. Sin embargo, los estudiantes de primaria a cuyos padres no les gusta nada leer tienen 498 puntos. La diferencia entre 540 y 498 puntos es de casi un curso escolar. Es decir, los alumnos, a cuyos padres les gusta leer llevan casi un curso de ventaja ya en cuarto de primaria con respecto a los que no tienen ese ejemplo en el hogar».
Esto muestra que el gusto por la lectura se transmite como por ósmosis. De ahí la necesidad de generar un ambiente de lectura en casa desde que son pequeños. De tal manera que el ejemplo de los padres facilite la lectura, en un espacio adecuado y con el silencio necesario. Por lo tanto, si priorizamos el ambiente de lectura, podemos decir que las pantallas pasarán a un segundo plano.
Por otro lado, la biblioteca familiar es fundamental para la mejora en la lectura. La cantidad de libros que haya en la biblioteca familiar es otro factor importante a la hora de mejorar el nivel lector. Los adolescentes que no tienen biblioteca familiar a los 15 años tienen un retraso de 1,5 años en conocimientos, con respecto al que crece 100 libros en casa; y un retraso de 2,2 años con respecto a los que tienen 500 libros (el 8% de las familias españolas), según nos aporta Luri.
La visita a una biblioteca pública o a una buena librería es como entrar en una buena heladería italiana, de esas que entran por los sentidos, pero sobre todo por la vista. Al introducirnos en ella, la visión colorida, aparente y apetente, genera el deseo de probar los más de 150 apetitosos sabores... Bien, pues igual que una heladería despierta nuestras ganas de probar una variada gama de helados, una buena biblioteca nos suscita la “concupiscencia lectora”. Cuando vemos un gran escaparate de una librería, el mostrador de novedades de una biblioteca o vamos a buscar un libro y encontramos otro más interesante, nos entra por los ojos el deseo de leer, ya sea para saber cosas nuevas o disfrutar de ellas. Y no solo lo dicho, sino que la variedad expuesta de géneros literarios y de temas, invita a tener una amplia cultura de realidades de lo más variadas. Si el deseo es irrefrenable, habrá que moderarlo para no acabar como Don Quijote…
La constancia es la clave del avance
Otra idea interesante para acrecentar nuestra capacidad lectora, es tener un tiempo fijo a diario de lectura. El tiempo tiene que ser realista, y adaptarse a las circunstancias de cada uno. Un tiempo asequible (10 minutos, por ejemplo) o una cantidad de hojas aceptable (10 al día) supone un progreso notable en pocos meses.
Una reflexión y propuesta que nos hace el inspirador conferenciante y escritor Álvaro González Alorda consiste en leer 20 libros al año, bien seleccionados, que puede servir para nuestros hijos y para nosotros mismos. González Alorda nos interpela diciéndonos ¿qué será de nosotros o de nuestros seres queridos con el paso del tiempo, tras unas buenas lecturas? Probemos a leer 10 páginas al día, esto supone aproximadamente 3650 páginas al año, con un hábito que se acerca mucho a esta propuesta transformadora.
Volviendo a la idea de los clásicos y de leer algo que aporte. No hay que buscar siempre el libro fácil. Hay que cultivar nuestro cerebro si queremos crecer intelectualmente, para ello es necesario la lectura de textos sugerentes. Como dice Jean-Luc Marion: «...hay libros que son como el Everest. Tienes que entrenarte. Y el hecho de que sean demasiado difíciles no es un problema. Es más, necesitamos estar rodeados de libros que son más difíciles de lo que somos capaces de entender, y siempre deberían estar en nuestras estanterías o en la mesita de noche».
Pantallas, lectura y libertad
No da igual lo que se lea, no se trata solo de practicar mecánicamente con cualquier libro, ni de descansar o pasar el rato únicamente. La mejora como lector y el crecimiento personal de cada uno, viene con la planificación y el desarrollo de un buen plan de lecturas, asesorada, con una lectura lenta y reflexiva. El ya mencionado filósofo Jean-Luc Marion dice: «Hay que aprender de los libros una nueva forma de pensar. No se trata de aprender cosas nuevas o de convertirse en un erudito, sino de aprender a pensar del modo en que te enseña el libro. Esto exige mucho tiempo y, habitualmente, varios intentos. Pero es estupendo». Y ahí es donde tiene que estar pendiente la madre atenta, el amigo oportuno o el profesor vocacional, orientando sobre las lecturas que son más adecuadas para cada edad y para cada persona, y ayudando a sacar todo el jugo a lo leído.
El columnista y escritor, Jorge Bustos en su libro Asombro y desencanto dice algo al respecto del poder de la lectura, que es de gran interés: «Vivimos en un ecosistema de pantallas que ha atrofiado los músculos de nuestra comprensión. Quien mira una pantalla puede aprender muchas cosas, pero adopta una actitud pasiva, recibe imágenes y sonidos. Quien lee crea activamente significados en su imaginación, que así se robustece, desarrolla empatía, se pone en la piel de los demás. Don Quijote fue un empático desmedido: leyó tanto que acabó echándose a la calle a socorrer a quienes ni siquiera querían ser socorridos».
Para acabar no hay que olvidar que la libertad personal de cada lector siempre está en juego. No por cumplir por obligación o compromiso todo lo dicho anteriormente, supone que nuestros hijos o nosotros vayamos a ser unos buenos lectores automáticamente. Todo lleva su tiempo para colmar nuestro esfuerzo, pero la decisión libre de conseguir una buena competencia lectora es fundamental. Siempre hay más caminos para llegar al mismo destino, no sólo el expuesto en este artículo, pero lo importante es disfrutar leyendo fruto de una decisión libre.
DDT
A ver, yo en casa tengo más de 3000 libros, entre novelas, libros técnicos, historia, etc... Eso sin contar los comics que también son numerosos, pues si mi hija de 11 años ha leído una docena de libros ya me pego con un canto en los dientes. No le da por leer por mucho que le diga que lo haga. Igual que con los hobbies, desde circuitos de scalextric, maquetas de trenes, coches y helicópteros de radio control, y tampoco los toca. Sólo le da por dibujar, no lo hace mal. El tener algo disponible para mi no tiene nada que ver, para muestra un botón, tiene que salir de uno.
Pucelana
Efectivamente, tener libros a disposición (propios o en la biblioteca) es importante para leer. Pero, hijos criados en la misma casa tienen hábitos de lectura diferente.