Cultura

Cinco libros para entender quién es Padura y por qué ganó el Princesa de Asturias de las Letras

Padura siempre lo ha dicho: Cuba es la materia de su literatura y de su obra periodística. Ya sea en una trama de aventuras o de asesinatos en clave noir o cuadros robados, todo converge en la isla de la que nunca se fue.

  • El ganador del Princesa de Asturias de las Letras, Leonardo Padura.

El desencanto que produjo la Revolución Cubana es uno de los temas angulares de su trabajo como escritor y guionista. Leonardo Padura, reconocido con el premio princesa de Asturias de las Letras, siempre lo ha dicho: Cuba es la materia de su literatura y de su obra periodística. Ya sea en una trama de aventuras, asesinatos en clave noir o cuadros robados, todo converge en la isla... de la que nunca se fue.

En 1980 desempeñó labores de periodista para la revista literaria El Caimán Barbudo y el periódico Juventud Rebelde antes de dedicarse a la narrativa para, cuatro años después, escribir su primera novela, titulada Fiebre de caballos. "Soy un escritor tardío", ha dicho en más de una ocasión. En su último libro publicado en España, Aquello estaba deseando ocurrir, una antología personal de relatos que salió el pasado mes de marzo, Padura se muestra, si cabe, más cubano que nunca, en unas piezas que abarcan desde 1980 hasta el 2000. Una visión panorámica, otra vez, de esa Habana de la que no puede despegarse.

Ocurre a Leonardo Padura lo que a Guillermo Cabrera Infante, con una diferencia: habitando la isla, Padura no puede sacarla de su prosa. Cabrera, en cambio náufrago en Inglaterra, se aferró a su otra ínsula como si de un salvavidas se tratara. "Padura ha construido su obra como ha construido su propia casa: ladrillo a ladrillo", asegura Beatriz de Moura, la fundadora de Tusquets, editora del cubano y miembro del jurado de esta edición del premio. Justamente para conocer lo esencial de su obra, en Vozpópuli presentamos cinco de los libros que retratan sus conflictos literarios esenciales.

Tetralogía Las cuatro estaciones. Se llaman así por dos cosas: todas están protagonizadas por el detective Mario Conde -el Conde- y cada una ocurre en una estación distinta del año. La integran Pasado perfecto (1991), Máscaras (1997) y Paisaje de Otoño (1999). Falta por mencionar Vientos de Cuaresma (1994), la pieza clave la tetralogía Las cuatro estaciones. Protagonizada, como el reflexivo y pesimista Conde, es, a la vez, un thriller desconcertante y una novela de amor. En los infernales días de la primavera cubana en que llegan los vientos calientes del sur, coincidiendo con la Cuaresma, al teniente Mario Conde, que acaba de conocer a Karina, una mujer bella y deslumbrante, aficionada al jazz y al saxo, le encargan una delicada investigación. Una joven profesora de química del mismo preuniversitario donde años atrás estudió el Conde, ha aparecido asesinada en su apartamento, en el que aparecen además restos de marihuana. Así, al investigar la vida de la profesora, de impoluto expediente académico y político, el Conde entra en un mundo en descomposición, donde el arribismo, el tráfico de influencias, el consumo de drogas y el fraude revelan el lado oscuro de la sociedad cubana contemporánea.

Herejes (2013). En ésta, aunque 'el Conde' vuelve a aparecer, hay un viraje histórico que la separa de la tetralogía. En 1939, el barco S.S. Saint Louis, con novecientos judíos que lograron huir de Alemania, estuvo fondeado varios días frente al puerto de La Habana a la espera del permiso para los refugiados. El niño Daniel Kaminsky y su tío esperaron en el muelle a que desembarcaran sus familiares, confiados en que usaran ante los funcionarios el tesoro que portaban a escondidas: un pequeño lienzo de Rembrandt que perteneció a los Kaminsky desde el siglo XVII. Pero el plan fracasó y el barco regresó a Alemania, llevándose con él toda esperanza de reencuentro. Muchos años después, en 2007, la noticia de que ese lienzo se subasta en Londres, provoca que el hijo de Daniel, Elías, decida viajar a La Habana desde Estados Unidos para aclarar qué sucedió realmente con el cuadro y su familia. Sólo alguien como el Conde puede ayudarle en la misión.

El hombre que amaba a los perros (2009). Puede que sea de las más elogiadas por críticos y lectores. En ella, Leonardo Padura reconstruye la historia del asesino de Trotski, Ramón Mercader. Todo arranca en 2004. Tras la muerte de su mujer, Iván, aspirante a escritor y ahora responsable de un consultorio veterinario de La Habana, vuelve los ojos hacia un episodio de su vida, ocurrido en 1977, cuando conoció a un enigmático hombre que paseaba por la playa en compañía de dos hermosos galgos rusos. Tras varios encuentros, "el hombre que amaba a los perros" comenzó a hacerlo depositario de unas singulares confidencias que van centrándose en la figura del asesino de Trotski, Ramón Mercader, de quien sabe detalles muy íntimos. Gracias a esas confidencias, Iván puede reconstruir las trayectorias vitales de Liev Davídovich Bronstein, también llamado Trotski, y de Ramón Mercader, también conocido como Jacques Mornard, y cómo se convierten en víctima y verdugo de uno de los crímenes más reveladores del siglo XX. Desde el destierro impuesto por Stalin a Trotski en 1929 y el penoso periplo del exiliado, y desde la infancia de Mercader en la Barcelona burguesa, sus amores y peripecias durante la Guerra Civil, o más adelante en Moscú y París, las vidas de ambos se entrelazan hasta confluir en México. Ambas historias completan su sentido cuando sobre ellas proyecta Iván sus avatares vitales e intelectuales en la Cuba contemporánea y su destructiva relación con el hombre que amaba a los perros.

La novela de mi vida (2002). Algunos se refieren a ésta como una novela histórico-detectivesca. Publicada en 2002, la crítica se refirió a ella como una ambiciosa obra de ficción. Delatado a la policía, expulsado de su puesto en la universidad y tras dieciocho años en el exilio, Fernando Terry decide volver por un mes a La Habana, atraído por la posibilidad de dar al fin con la autobiografía desaparecida, La novela de mi vida, del poeta José María Heredia, al que dedicó su tesis doctoral. De paso, se enfrentará de una vez con las sospechas que han ido alimentando su rencor. A la historia de ese reencuentro y a la busca del codiciado manuscrito, se suman alternativamente dos planos temporales más: el de la vida de Heredia a comienzos del siglo XIX, en los años de la Colonia, y el de los últimos días de su hijo José de Jesús de Heredia, masón, a principios del XX. Paulatinamente, las vidas de los personajes y sus peripecias van creando paralelismos insospechados, como si en Cuba la Historia se cebara en el destino individual de cualquiera que destaque por su talento: delaciones, exilios, intrigas políticas parecen insoslayables para todo creador, sea cual fuere el periodo histórico que le haya tocado vivir.

Aquello estaba deseando ocurrir (2015). Es su último libro publicado en España, Aquello estaba deseando ocurrir, una antología personal de relatos, que salió el pasado mes de marzo, Padura se muestra, si cabe, más cubano que nunca, en unas piezas que abarcan desde 1980 hasta el 2000. Los relatos están protagonizados por soldados que vuelven de Angola a La Habana y recalan en Madrid —donde el azar los transportará al pasado—, o a los que, cuando por fin abandonan el país africano, les invade una extraña sensación de doble traición; por jóvenes estudiantes seducidos por boleros y cantantes de antiguo esplendor; por hombres solitarios que deambulan de noche por La Habana en busca de un afecto, de algún roce que, paradójicamente, los transforma en monstruos; por personas que sueñan con ser escritores y cuya propia biografía resulta ser el relato más conmovedor; y por todos esos cubanos que, a la desesperada, se embarcan rumbo a Miami... Estos relatos, que rezuman amor y mucho erotismo, mucha nostalgia y amistad, introducen de pleno en la atmósfera caribeña de una ciudad sobre la que Padrura ha levantado también una magnífica obra novelística.

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