Fue un grupo compacto, vistoso y pagado de sí mismo -¿para qué lo vamos a negar?-. Jimmy Breslin, Joan Didion, Gay Talese, Hunter S. Thompson... Tom Wolfe –incluido en la banda, claro está- los bautizó en 1972 como "los nuevo periodistas". Habían transcurrido seis años desde que Truman Capote publicara A sangre fría, historia que se convertiría en el icono de la “no ficción”, una literatura basada en hechos reales que se nutría de los métodos del reportero y la pluma sedosa del novelista.
Empujados por el viento rabioso de aquellos años, esta generación de periodistas se enfrentó con una década furibunda: la crisis de los misiles; los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King; la guerra de Vietnam; la aparición de los hippies y yippies; Leary y su santo acramento del LSD. En medio de aquel caos, las viejas herramientas del reporterismo tradicional no parecían suficientes para entender el mundo. Las páginas de The New York Times y The New Yorker se convirtieron entonces en la ventana para las crónicas y reportajes de un periodismo más narrativo, liberado de la prisa y la pirámide invertida.
Justamente sobre ese grupo de reporteros-escritores trata el libro La banda que escribía torcido, del periodista Marc Weingarten, el cual será publicado en España por Libros del KO. En sus páginas, Marc Weingarten entrevista a muchos de los principales actores del Nuevo periodismo y ofrece los entresijos detrás de esta historia: desde el dandismo de Tom Wolfe; el gonzo de Hunter S. Thompson hasta la redefinición que hizo Michael Herr del periodismo de guerra en Vietnam.
Weingarten también relata el papel de los editores y las revistas que hicieron posible el movimiento, sobre todo los tres grandes editores de la época: Harold Hayes en Esquire, Clay Felker y Jann Wenner en Rolling Stone.
The Gang That Wouldn't Write Straight –su título original en inglés- es un libro sobre reporteros sorprendentes en una época sorprendente. Quizás justamente por esa razón el libro de Weingarten pueda correr el riesgo de ser romántico e incluso algo “hiperbólico”, tal y como lo calificó Luke Mitchell, editor de Harper's Magazine, en una reseña en The New York Times.
Sobre el libro, comenta Mitchel: “Está muy bien escrito, pero llamar a la obra de estos escritores dispares ‘el mayor movimiento literario desde de la década de 1920’, como lo hace Weingarten, parece hiperbólico”. El nuevo periodismo no llegó a la “coherencia” que tuvieron expresiones como los Beats, dice Mitchell, e incluso afirma que no había nada especialmente innovador en su escritura: los nuevo periodistas echaron mano de los trucos que usaron en su momento desde Defoe hasta Flaubert; de Orwell a Liebling.
Nota a pie de página
A la luz de este libro -y de la mayoría de los que hablan sobre el Nuevo periodismo-, resulta difícil no relativizar la originalidad de un forma de hacer reporterismo -¿o literatura?- que diez años antes ya existía en América Latina.
En 1955 Gabriel García Márquez había publicado en El Espectador, las 20 entregas de Relato de un náufrago, en el que cuenta la historia de cómo Luis Alejandro Velasco, un tripulante del buque Caldas logró Vivir durante 10 días en alta mar, sin comida y a la espera de ser rescatado.
La mezcla del periodismo y literatura que hicieron otros latinoamericanos como Roberto Arlt vigorizaron un género, la crónica, que hoy posee valiosos iconos: desde los maestros Tomás Eloy Martínez o Alma Guillermoprieto, hasta Juan Villoro, Martín Caparrós, Leila Guerrero, Alberto Salcedo Ramos, Fabrizio Mejía Madrid o Julio Villanueva Chang.
Convendría, en ese caso -para que no quede incompleta la lectura- añadir a La banda que escribía torcido, otro maravilloso ejemplar: Mejor que ficción. Crónicas ejemplares (Anagrama, 2012), un volumen compilado por el crítico y escritor barcelonés Jorge Carrión que reúne lo mejor de la crónica iberoamericana.