Cultura

Nativel Preciado: “No somos mejores ni peores que en la transición”

Esta es su novela más periodística, se trata de Canta solo para mí,  (Premio Fernando Lara 2014) recién publicada por Planeta.

  • La periodista y escritora Nativel Preciado (Foto: Grupo Planeta)

Nativel Preciado comenzó a trabajar como reportera en la España de finales de los setenta. Aquella en la que todo estaba por hacer. Empezó en el diario Madrid. El periódico cerró rápidamente y tuvo que abrirse paso en otras redacciones: ABC, Interviú y la revista Tiempo. Fue cronista parlamentaria en los años más ásperos de una democracia que se estrenaba con tantas expectativas como obstáculos, también reportera de radio y televisión. Los años y las tablas la llevaron a Onda Cero, Cadena Ser, Antena 3 y Radio Televisión Española. Sin embargo de los primeros tiempos quedaron, como un poso, las estampas de una vida que ahora trae al presente, acaso intervenida por la ficción que todo lo puede y que ella ha usado para escribir Canta solo para mí, novela ganadora del premio Fernando Lara 2014.

Escrita con un lenguaje directo y sin empalagos, Canta solo para mí narra -desde el presente- una historia, acaso también un país y una profesión extintas. Malik Aziz, un joven de 30 años, debe cumplir con un encargo: producir un documental sobre el ganador del premio de periodismo Estanislao Arenal,  que ese año es concedido a la veterana fotoperiodista  Muriel Blanco. El hombre que da nombre al premio es un importante reportero ya fallecido; la ganadora es su madre. Y será él, Mailk, quien deba reconstruir aquella historia. Para conseguirlo iniciará una larga investigación. El asunto es que Malik lo ignora todo sobre la antigua vida profesional de Muriel, incluso sobre su padre ya muerto, Bashir Aziz, representante de la Organización para la Liberación de Palestina. Sin embargo, desconoce lo más importante: aquella joven Muriel fue amante de Estanislao Arenal.

 Canta solo para mí narra una historia, acaso también un país y una profesión extintas.

Utilizando dos voces, la de Malik y la de Muriel, Nativel Preciado traza un enorme tapiz de una década donde las ideologías –como los enamoramientos-  todavía despertaban entusiasmos. Ambientada en el final del franquismo y la Palestina que procura la libertad y la descolonización, la autora pone en marcha una historia personal –y colectiva-  de ocultaciones y expectativas incumplidas. Tanis –como llamaban todos al  célebre reportero Estanislao Arenal-, fue quizás el amor más fuerte y destructivo que Muriel pudo profesar. Por eso ella esconde, omite y agrega sombras no sólo a una relación que, como su profesión, le magulló el corazón sino que la convirtió  en la mujer que es hoy.

Nativel Preciado,  autora de distintos ensayos y novelas como El egoísta (finalista del Premio Planeta 1999) y Camino de hierro (Premio Primavera de Novela 2007), admite que este es, sin dudarlo, un libro de periodistas, el oficio al que ella se refiere sin apostolados ni nostalgias y que sujeta esta conversación. Los reporteros que vivieron transición estuvieron a la altura de las circunstancias, dice; los de hoy no son mejores ni peores… y sin embargo se enfrentan a un momento tan complejo como en el que ella se abrió paso hace 40 años y que sirve de telón de fondo de esta historia.

-¿Qué tienen en común El Hispano de Muriel  con el diario Madrid de Nativel preciado?

-Hay mucho. Aunque yo, en aquellos años, trabajé en distintos lugares, porque el diario Madrid lo cerraron en seguida. Entonces pasé como por diez medios, que se cerraban o se censuraban, y luego se volvían a abrir y a censurar. Hay una mezcla de todo eso.

"La gente se arriesgaba, tenía esperanzas de terminar un régimen de 40 años"

-Dice usted en la novela que el periodismo heroico y bienintencionado de entonces ya no existe. Sin embargo otras cosas sí: por ejemplo, el manejo algo canalla de la empresa periodística.

-Aquellos fueron los años de los prolegómenos de la transición: la gente se arriesgaba, porque tenía esperanzas de terminar un régimen de 40 años. Había que estar a la altura de esas circunstancias. Por eso Muriel dice que se sentía hinchada de dignidad. Esta también es otra época de cambio radical, el modelo de la España de hace 30 años ya no da más de sí. Se pide un relevo: generacional, de la constitución, la abdicación del Rey…

-Pero qué me dice de ahora de las grandes cabeceras que se han desplomado en manos de gente que ya no hace periodismo…

 -El poder siempre es nocivo. Cambia la visión de las cosas. Aquí están esas referencia a las decepciones que produce el poder. Cuando alguien se hace con las riendas de una empresa, como fue el caso de El Hispano en la novela, ya no tiene la pulsión de cambiar el mundo. Y si quieren hacerlo es para colocarse mejor.

"Malik, el hijo de Muriel, actúa como el sentido crítico".

-Canta solo para mí es una historia de expectativas incumplidas, de desengaños, de ocultaciones… tanto en la vida periodística como en la España de entonces.

-Por eso Malik, el hijo de Muriel, actúa como el sentido crítico. Es la voz que rebaja todas esas expectativas y la heroicidad de aquellos periodistas que cuentan lo que ocurrió. Los que manejaban la prensa en la España de aquellos años utilizaron todos los medios que tenían a su alcance para hacerse con un sitio de poder, incluyendo a estos jóvenes entusiastas.

- A través de Muriel habla también de las expectativas incumplidas con la descolonización, que al final no fue lo que muchos esperaron.

-La visión de Muriel demuestra cómo las revoluciones por las que se había luchado tanto, no fueron lo que desearon. Las mujeres argelinas, que pelearon al lado de los hombres, al llegar el momento de repartir los beneficios de la libertad, las pusieron al frente de fábricas de cosméticos. Las relegaron, las metieron de nuevo en el hogar. Esa visión tan gráfica de las expectativas frustradas se refleja en esos líderes que a ella le parecen un fraude. Es su primera decepción.

"Sí, los hombres de mis novelas son egoístas y débiles"

-A la que se suma Tanis, que algo conserva  del prepotente y a la vez débil Baltasar Orellana de El egoísta. ¿Son así los hombres de sus novelas?

-Sí, son egoístas y débiles pero con gran proyección exterior. Baltasar era un viejo decrépito y este es un joven en plenitud total. Quizá yo tengo ese concepto de los hombres: cuando más proyección tienen necesitan demasiados apoyos: de la conquista, del trofeo, del poder. A diferencia de las mujeres, que son mucho más independientes en mis novelas.

-El encandilamiento ocurre con los enamoramientos… también con las ideologías. En la novela desmitifica las épicas de aquellos años.

-Hemos aprendido de los deslumbramientos ideológicos . Somos más críticos. En aquel entonces admirábamos a todos aquellos que habían conseguido liberarse, aunque fuera con métodos violentos: la revolución cubana, la argelina. De todos aquellos ídolos del momento solo queda un indemne, Nelson Mandela, todos los demás se autodestruyeron. Ni Arafat, ni Fidel, ni los Panteras Negras.

-La izquierda de los años de Canta solo para mí era la gran esperanza. Y sin embargo, aun desprestigiada y rota, existe –pienso en Podemos, por ejemplo- un rebrote cándido y hasta populista…

-Ya no existen los líderes como los de aquellos años. A Podemos yo lo considero posibilista. Los ciudadanos están decepcionados de los partidos políticos ortodoxos. Viene alguien nuevo, joven, que promete cosas que no se ha demostrado aun que no se pueden cumplir, frente a otros que tienen una larga historia de incumplimientos. Eso hace que la gente confíe. Es una ilusión. ¿Cuánto tiempo tardará en romperse? No lo sé…

"Hemos aprendido de los deslumbramientos ideológicos".

-En los años de la novela, hubo un pacto tácito por contribuir al éxito de la transición. ¿Hoy hay algo parecido a ese pacto informativo?

-Creo que sí. Pero no fue la prensa de la época la que llevó adelante ese pacto. Era la sociedad entera. Había ocurrido una guerra civil y una dictadura de 40 años. La gente quería vivir en paz y sin violencia. La prensa y los políticos no eran más que la expresión de ese sentimiento.

-¿Y hoy? ¿Qué piensa de la cobertura cartelizada que hacen los medios de algunos episodios?

-Eso está por verse. Todavía no se ha producido el cambio pero creo que no somos ni peores ni mejores en este momento que en la transición. Los periodistas de entonces estuvieron a la altura de las circunstancias que le tocaba vivir. En este momento, la situación histórica requiere altura de miras frente a unas circunstancias que son similares a aquellas, excepto por el hecho de que ahora tenemos libertad política.

"No somos ni peores ni mejores en este momento que en la transición".

-En Camino de hierro, Paula dice que hay “una literatura que ayuda a olvidar y otra que ayuda a comprender”. ¿Cuál de las dos es Canta para mí?

-Sin duda la que ayuda a comprender. Aunque la vida en una dictadura es gris, triste y sórdida, las personas siguen latiendo y luchando por no ser aplastada, especialmente cuando son jóvenes. De ahí el homenaje a la pulsión de la juventud.

–Contar una historia implica reescribirla, corregirla, evaluarla… y Muriel está permanentemente reconstruyendo la suya, llena de omisiones y secretos.

-Muriel no quiere contarle a su hijo el episodio de su amor con Tanis. Nadie lo sabe. A lo largo del libro, lo que ella recuerda es justamente lo que no le quiere contar al hijo.

-Que no hace más que juzgarla.

-Los hijos siempre juzgan a sus padres. Mientras investiga y reconstruye la vida de su madre, Malik la desmitifica. Ella es una mujer profesional, lúcida, de la que se cuenta un episodio muy concreto, que escogí justamente para contar la sociedad de aquella época.

-Malik, como integrante de una generación que ahora tendría 30, la que creció en democracia, le sirve para hacer un balance… y no muy amable.

-Ya lo dice Cortázar, a partir de los 40 años (que yo estoy muy lejos de esas edad), la cabeza mira para atrás pero necesitamos flotadores para mirar al pasado. El balance de la vida propia está lleno de altibajos, por una parte piensas que lo vivido ha sido maravilloso y por otra, piensas en todos los errores cometidos y las expectativas frustradas. Aquí Muriel hace un balance obligada por su hijo, lo cual añade un elemento más destructivo.

-Esta es su  novela más periodística.

-Sí, y así he querido. Es una novela de periodistas. Todos mis ídolos narrativos son periodistas: capote, Gay Talese, García Márquez. Estoy muy orgullosa que mi oficio me haya permitido escribir de esa manera y aquí lo plasmo.

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