El domingo pasado, un comedido Arturo Pérez-Reverte abrió El bar de Lola, el espacio en Twitter en el que dispara contra todo y contra todos: el Gobierno, los socialistas, los sindicatos, los catalanes, el 15 M... Esta vez, el autor de la saga del Capitán Alatriste parecía más diplomático, acaso porque estaría de promoción. Este miércoles sale a la venta en todos los países hispanohablantes El francotirador paciente (Alfaguara, 2013), una novela sobre la “guerrilla urbana” que se adentra en el mundo de los grafiteros, sujetos que revientan las paredes con palabras, que preparan sus acciones como si libraran una batalla. “Moviéndome con ellos, he recordado mi época de corresponsal de guerra”, dijo hace unos meses el escritor al diario El País.
Una mujer especialista en arte urbano, Alejandra Varela, avanza tras la pista de Sniper, un reconocido artista del grafiti, promotor de acciones callejeras al límite de la legalidad -algunas de ellas con resultados fatales- del que casi nadie ha visto jamás el rostro ni conoce el paradero. La búsqueda la conducirá de Madrid a Lisboa, y de ahí a Verona y Nápoles en su intento por descifrar cuál es el objetivo al que apunta la mira del cazador solitario.
La historia comienza en 1990 con dos jóvenes pintores de grafitis que patrullando su territorio se encuentran con la firma de Sniper, cuya traducción al español significa francotirador. El nombre, escrito en grandes letras, corrige el punto de la i para convertirlo en la mira telescópica de un rifle… Estos, los que ha escogido para protagonizar su más reciente novela son, según Pérez-Reverte, "héroes cansados, escépticos y marginales”, una tribu a la que dedicó más de un año de trabajo e investigación y sobre los que se vuelca ahora en lo que parece, es una épica contemporánea que echa mano, por supuesto, de la aventura y los ingredientes de la novela negra.
La historia comienza en 1990 con dos jóvenes pintores de grafitis que patrullando su territorio se encuentran con la firma de Sniper, el francotirador
De taggear él mismo los muros nada, aunque sí admite Pérez-Reverte haber pasado un tiempo con estos sujetos que “para ser alguien” necesitan estampar su nombre en una pared. “En mis novelas siempre hay una épica, una clase determinada de héroe. En este sentido El francotirador paciente no se sale de ese territorio. El mundo del grafiti callejero es un escenario muy interesante y tiene también un componente singular de aventura, de guerrilla urbana...”, ha dicho el responsable de la serie histórica Las aventuras del capitán Alatriste, de la que su última entrega es El puente de los Asesinos.
En esta novela, Arturo Pérez-Reverte, académico de la lengua y corresponsal de guerra durante 21 años, retoma el tema acerca del papel del arte, que ya ha tocado en algunas de sus novelas. Lo hizo en El pintor de batallas y en La tabla de Flandes, basada en la historia de una joven restauradora de arte, quien, tras descubre una inscripción oculta tras una tabla flamenca del siglo XV de Peter Van Huys que escenifica una partida inacabada de ajedrez.