Puede que sea su libro número 25 o 26. Juan Cruz duda en la cuenta. Lo que sí es cierto es que lo ha escrito con la única certeza de echar por tierra algunos tópicos. El primero de ellos, la idea políticamente correcta de que toda franqueza es bienaventurada, inocente e incluso síntoma de cortés y educado proceder.
Ante tales ideas, escribe Cruz en su ensayo Contra la sinceridad (Martínez Roca, 2012): “Huyamos del sincero, desconfiemos de la honestidad de sus juicios… vivamos alerta (…) El sincero es un sujeto de muchas caras, pues trabaja al tiempo los materiales de la sinceridad y de la hipocresía”. Este libro, explica el periodista y editor canario en esta conversación, pretende redefinir la sinceridad parar recuperar su auténtica importancia, algo así como un tratado en el que recoge anécdotas y citas de Manuel Vincent, Rafael Azcona y Emilio Lledó.
- Juan Cruz se planta contra la sinceridad. Bien. Pero contra qué se planta realmente, ¿contra la desnaturalización de la sinceridad, o contra la brutalización de la naturalidad?
-Más que sinceridad, lo que existe es una forma de falta de respeto para con el que se dicen las cosas. Tú puedes decir lo que estás pensando, pero el lenguaje está obligado a una serie de sutilezas y esas sutilezas son predicamentos del lenguaje. Uno no puede decir lo que quiere, la educación forma parte de un sistema de libertades y no hay ninguna libertad que no esté amparada por las leyes, si no hubiera leyes habría destrucción de los derechos.
-¿Quién está en peor posición entonces, el que anuncia su sinceridad o el que solicita una opinión sincera?
-Yo creo el que anuncia sinceridad anuncia un chantaje y el que pide sinceridad se somete a un chantaje, porque el que la anuncia te previene contra ella, y el que la pide, lo hace porque piensa que el motivo por el que lo consulta tiene una gran trascendencia.
-Sometamos la sinceridad al escenario público. Si cuestiona usted la sinceridad, digamos que podría cuestionar, también, la valía, la veracidad, el valor de cualquier discurso público, institucional
-La verdad tampoco existe, es una combinación de verdades e informaciones. Ahora, por ejemplo, se está haciendo una campaña contra RTVE por decir cosas que no le gustan al poder. Hablando de esto, una compañera me decía: ‘pero si ponen a cuatro viejos protestando en Valencia. Eso no es todo lo que ocurre’. Pero es cierto que eso también ocurre. Cada uno habla de la verdad que le interesa, cuando estaba en la oposición el partido popular, la verdad eran 4 viejos manifestándose contra Zapatero. La verdad es otra arma arrojadiza, lo que hay que buscar en el diálogo, el encuentro de informaciones y voluntades para llegar a un punto de encuentro. La realidad se hace discutiendo.
-¿No teme que le acusen de arbitrario o mejor dicho que le acusen de asumir una pose con este libro?
-No, tampoco me preocupa. Yo pienso así. El ser humano indefenso ante la capacidad de inventiva de las personas. Yo me he dedicado sobre todo a generar debate en torno a este asunto. Me preocuparía no hacerlo, ya que me considero una persona conciliadora que viene de ser no conciliador.
-A lo largo del libro sugiere usted el sentido del converso
-Mi hija me dio una lección hace muchos años.
-¿A qué se refiere?
-Esto exige cada día una especie de gran gimnasia. Todo sentimiento precisa de una musculatura y el sentimiento den estimar lo que hace el otro aunque no nos guste exige una musculatura yo estoy contra el insulto, y estoy contra la brutalidad sincera
-¿En su posición de periodista y crítico literario decir eso no es tirar piedras contra su propio tejado?
-El ser humano que publica tiene que tener un sexto sentido para entender que en un momento determinado debe equiparar lo que dice a lo que le gustaría que le dijeran. Todo se puede decir si tienes la información y si tienes la manera de decirlo. Tan importante es la manera de decir como lo que se ha de decir. Cómo decirlo es tan importante como qué decir. Cuando ya lo tienes, cómo decirlo es muy importante.
-Es decir, ¿Juan Cruz sigue, a rajatabla, contra la sinceridad?
-La sinceridad tal como se interpreta ahora habría que ponerla en una nevera. La sinceridad, tal y como se interpreta ahora, es el pretexto para poner a las personas verdes, para atacarlas. Las personas quieren una zona de inviolabilidad. Hasta el mayor hijo de puta tiene un rincón de su alma al que, por ejemplo, no puede herírsele describiendo sus defectos físicos, ni explicando historias suyas sobre las que uno no tiene información. La sinceridad es un defecto para arrojar barro sobre personas de la que no sabes demasiado.