Lo advierte su hijo nada más avanzar en el prólogo. Su madre, asegura, escribía historias verdaderas no autobiográficas, pero casi. Es ese casi donde refulge la obra de Lucia Berlin (1936-2004), una escritora norteamericana que llegó impuntual, porque jamás ella llegará tarde a ninguna parte, con su libro de relatos Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara), un volumen de relatos que deslumbró a todos con el brillo seco de las cosas que permanecen ocultas. Y ella permaneció mucho tiempo así: oculta ante nuestros ojos.
Esta semana, el día 8 de noviembre, el sello Alfaguara publica Una noche en el paraíso, una colección de 22 relatos inéditos y que forman parte de los no incluidos en la antología de la norteamericana publicada en 2015, más de diez años después de su muerte. Estas historias traducidas por Eugenia Vázquez Nacarino tiran del fondo de armario de Berlin, ese magma que imanta: relatos que giran alrededor de lo propio, lo anodino y abismal. Esa cornisa del tedio de la que apetece a veces tirarse.
Nacida en Alaska, tuvo una vida trashumante entre Idaho, Montana, Kentuckyy El Paso, de ahí a Santiago de Chile. Su familia tuvo una naturaleza nómada: se instalaban allí donde su padre consiguiese trabajo –era ingeniero de minas-. Con 24 años comenzó a escribir en la revista The Noble Savage, dirigida por Saul Below. Llegó a publicar casi un centenar de relatos que pasaron, sin embargo, desapercibidos.
Su biografía es, al mismo tiempo, reflejo y laboratorio de los personajes que aparecen en su literatura. Aquejada por el alcoholismo, vivió una etapa de su vida desempeñando trabajos puntuales: señora de la limpieza, enfermera o cuidadora, también como tele operadora. Un universo que supo volcar en sus textos, dotándolos de una mordacidad y belleza a partes iguales. Consiguió una plaza como profesora en la universidad y se instaló luego en la Nueva York de los años cincuenta.
La biografía de Berlin, esparcida en la ruta que dibuja su vida tras su paso por los pueblos mineros de Idaho, Kentucky y Montana, su estancia en El Paso, Nueva York, California y México o su adolescencia en Santiago de Chile brota en relatos como La casa de adobe con tejado de chapa y ese paisaje que recibe al lector con hectárea de tierra abandonada, los manzanos a punto de florecer y el cuitlacoche de pico curvo posado sobre la rama, o en La Barca de la Ilusión, esa estampa grupal donde lo más nimio amenaza y la erradica parece, en sí misma, un hogar.
Casada y divorciada en tres ocasiones, Lucia Berlin destila la complejidad afectiva que marcó su biografía y que se refleja en sus personajes.Tiene razón su hijo Jeff Berlin cuando dice que su madre escribió historias verdaderas, porque sujetan y atenazan. Hacen fórceps en el corazón de quien lee, estrujándolo en cada página de este volumen, inesperado como ella, que ilumina el sumidero de nuestras vidas.