Luisgé Martín es un exitoso escritor español. Ganó el último premio Herralde con su novela Cien noches, un thriller filosófico que explora la sexualidad humana y cuestiona la posibilidad de resistir a la infidelidad. Además Martín es jefe del equipo que prepara los discursos del presidente Pedro Sánchez, considerados por muchos como divagaciones complacientes y narcisistas, casi siempre insustanciales. Cada uno tendrá su opinión sobre las alocuciones sanchistas, pero es innegable que están entre las más escuchadas de nuestra historia, gracias a un público cautivo que bebía sus palabras desde el salón de casa durante el confinamiento, tal y como narró Vozpópuli.
Las entrevistas de Martín están causando sensación por su cruda honestidad. Lean si no está respuesta reciente: “En el mundo de la política, la mentira es el pan nuestro de cada día. Si alguien que está en el poder continuamente dijera la verdad, duraría una semana y media, y además ofendería al 90% de la población… Salvo cuando tiene utilidad, yo no creo que haya que decirle a la gente la verdad". Nos costaría encontrar una defensa tan clara del cinismo. En otra entrevista para El Mundo, reprocha a los intelectuales Fernando Savater y Andrés Trapiello haber votado a Isabel Díaz Ayuso, aunque considera aceptable la posibilidad de que lo hiciera su madre, ya que vive en el barrio popular de Usera. Si esto no es una mezcla de elitismo, machismo y clasismo, pocas cosas pueden serlo.
Haciendo la digestión de las entrevistas de Martín, que desbordan los cauces habituales, me vino a la mente otro intelectual, colaborador ocasional del presidente Jimmy Carter. Me refiero al ensayista católico igualitario Christopher Lasch, alma de uno de los discursos presidenciales más célebres y debatidos de Estados Unidos. Se tituló Una crisis de confianza, aunque es conocido como “El discurso de la enfermedad”. Carter se dirigió a la nación el 15 de julio de 1979, mientras muchos estadounidenses hacían cola en las gasolineras por la crisis petrolera y seguían con angustia los conflictos armados con Oriente Medio, una situación distinta pero no tan lejana a la que vivimos estos días.
Luisgé y Lasch, antípodas políticas
Un fragmento del texto al que contribuyó Lasch: “En una nación que estuvo orgullosa del trabajo duro, de las familias fuertes, de las comunidades unidas, y de nuestra fe en Dios, demasiados de nosotros tendemos a adorar el consumo y la autoindulgencia. La identidad humana ya no se define por lo que uno hace, sino por lo que uno posee. Pero hemos descubierto que ser propietario de bienes y consumir cosas no colma nuestros deseos de pertenencia. Hemos aprendido que acumular bienes materiales no puede satisfacer el vacío de tantas vidas que carecen de confianza o de propósito”, declamaba Carter. Por su parte, Martín opina que "las personas monógamas, las que no han viajado y las que no leen han vivido a medias". Resumiendo: si ustedes no son refinados urbanitas solo son media persona.
¿Preferimos alguien que nos mienta desde Moncloa o merecemos que nos digan la verdad?
Tanto Luisgé Martín como Christopher Lasch escriben sus discursos en contextos similares. “Lo que ven los ciudadanos con demasiada frecuencia en Washington y en otros lugares de nuestro país es un sistema de gobierno que parece incapaz de entrar en acción. Ven un Congreso torcido y presionado en todas las direcciones por cientos de grupos de poder bien financiados”, admitía el presidente estadounidense. Cuesta imaginar a Sánchez reconociendo en público algo parecido sobre la factura de la luz.
Las primeras reacciones al discurso Una crisis de confianza fueron entusiastas, con los teléfonos de la Casa Blanca saturados de llamadas de apoyo. Pocos días después, la prensa atacó en tromba al presidente por su retrato sombrío del momento del país. Más allá del resultado, no puede haber mayor distancia entre el cinismo de Martín y la cruda honestidad que Lasch infundió a las palabras del líder de Estados Unidos. Representan dos mundos morales incompatibles.
¿Queremos una política basada en el cinismo o una basada en la construcción de comunidad? ¿Hace falta un presidente que escuche a esnobs mansurrones como Luisgé Martín o uno que atienda a pensadores rigurosos como la de Christopher Lasch? ¿Preferimos alguien que nos mienta desde Moncloa o merecemos que nos digan la verdad? Seguramente acertamos al no prestar atención a los discursos de los políticos, casi siempre planos, previsibles y meramente promocionales. Dicho esto, en ocasiones, lo que dicen esos mensajes explica de manera cristalina nuestros conflictos y nuestras carencias.