Esperanza Aguirre, poco amiga de los desmanes y despilfarros de su gran rival, se refirió a él como el “obrón de Cibeles”. En 2007, el exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón se mudó a él sin que estuviera terminado: ese año, la reforma y traslado del Ayuntamiento de Madrid desde la Casa de la Villa hasta la antigua Casa de Correos, también llamado Palacio de las Comunicaciones o Palacio de Cibeles, se tasaba en 440 millones. Hoy se sabe que todo ese lifting le salió a los madrileños por más de 500 millones, un derroche que denunció en su día el socialista Jaime Lissavetzky y para el que ayer UPyD reclamó en vano una comisión de investigación, junto a otros proyectos onerosos de Ruiz-Gallardón.
Otros inmuebles emblemáticos no han necesitado tanto, caso de la reciente reforma (2012) de la Tate Modern londinense, al pie del Támesis: es el museo de arte contemporáneo más visitado del mundo, con seis millones de turistas anuales y 60 millones desde su inauguración; invirtió 215 millones de libras esterlinas (255 millones de euros) en su flamante ampliación. Y no se trataba de cualquier cosa.
El proyecto de la Tate busca aumentar un 60 % su superficie de 12.000 metros cuadrados con una nueva pirámide de cristal diseñada por el estudio suizo Herzog & De Meuron, reconocido en 2001 con el premio Pritzker de arquitectura. Los suizos firmaron el proyecto en el año 2000. El plan completo de ampliación incluye además la construcción de un puente interior que cruza la parte superior de la sala de turbinas, nuevo corazón del museo, y que une la vieja fábrica con el nuevo edificio. Una reforma de tomo y lomo en la que el Ayuntamiento dice inspirarse.
El Consistorio madrileño dice que Cibeles se inspira en la Tate... que recibe nada menos que seis millones de visitas anuales
Las obras de adecuación del Palacio de Cibeles también incluían una galería de cristal imponente: la remodelación estaba tasada en 77 millones de euros, y acabó costando casi 130 kilos, cantidad en la que aparecen los 25 millones destinados al despacho de Gallardón, hoy de Ana Botella. Además, para poder pagar la reforma, Gallardón realizó varias permutas y entregó al Estado, otrora propietario del palacio, dos edificios y un solar valorados en 360 millones.
Las sucesivas inyecciones económicas aprobadas en Junta de Gobierno para rematar la reforma, la creación del espacio CentroCentro y otros menesteres elevaron la cuantía por encima de los 500 millones. A finales de 2011, poco antes de la marcha de Gallardón al Gobierno de Mariano Rajoy y con la actual legislatura ya empezada, el Ayuntamiento de Madrid estrenó su sesión plenaria en el espectacular Palacio de Cibeles, ciertamente un edificio magnífico por dentro y por fuera. Y muy caro.
El resultado es hilarante: la Tate Modern duplicó su tamaño; el palacio, es verdad que más bello, apenas se ha ampliado
Si se comparan ambos importes con el alcance de cada proyecto, el asunto resulta casi hilarante. Mientras el museo londinense busca, literalmente, duplicar su tamaño a partir de una nueva redistribución, el proyecto madrileño resultaba bastante más modesto, aunque –eso sí- por el doble de precio. El proyecto de Cibeles fue encargado al arquitecto Francisco Rodríguez Partearroyo –Premio de Arquitectura y Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, en 1986- e incluía fundamentalmente la recuperación y rehabilitación de lo ya construido y, acaso en una fase adicional, la adaptación de la galería de cristales como centro cultural.
Ese es el llamado Modelo Tate que vende José Tono, director de CentroCentro Cibeles Cultura y Ciudadanía (así es el horrendo nombre que recibe la parte cultural del palacio). Según el Ayuntamiento, casi 1,2 millones visitaron CentroCentro: el problema, contesta la oposición, es que esta cifra no solo abarca a quienes fueron a visitar las exposiciones, como la controvertida El Legado de la Casa de Alba; el millón largo de turistas incluye a los 130.000 que subieron al mirador o sencillamente a los ciudadanos que acuden a leer el periódico gratis a diario o a tomar un café.
Entretanto, la que fuera sede del Ayuntamiento de Madrid durante cuatro siglos languidece: la Casa de la Villa permanece cerrada. Situada en la zona de los Austrias -donde se celebran concejos municipales desde el siglo XII-, iba a servir para albergar actos institucionales, pero apenas tiene uso. "Cibeles forma parte de esa apuesta por el turista elitista que reivindicaba Gallardón", deplora Patricia García (UPyD). La concejala lamenta que una buena hornada de patrimonio municipal -capilla, tapices flamencos, privilegios reales, salón de plenos- esté restringido a los ciudadanos. "Antes al menos estaba abierto algunos días: un edificio bueno cada vez más ajado por el desuso, con un montón de metros cuadrados desperdiciados".