El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, recibió al periodista Jordi Évole en su despacho en Moncloa para la entrevista emitida en su programa Salvados de este domingo. En un ambiente perfectamente ordenado, Rajoy enseñó una oficina sin libros, un ordenador sin un solo icono. y en las paredes apenas dos obras de arte: el grabado 10 nostalgias y un olvido, del artista Luis Gordillo, y Le grand sorcier (1968), de Joan Miró, valorada en 15.000 euros. El Miró ocupa el mismo lugar que José Luis Rodrígez Zapatero le había asignado: de espaldas al escritorio. Sobrio, acaso espartano, parece un despacho de quien lee poco y que prefiere un estilo severo.
No es mucho más osado que su predecesor José Luis Rodríguez Zapatero, en cuyas zonas de reunión y trabajo podía verse un óleo de Esteban Vicente -quitó el Miró que antes colgaba en la sala de reuniones para colocarlo en su despacho-. El estilo de decoración llevaba entonces la impronta de Sonsoles Espinosa, su mujer. En la época de José María Aznar el gusto que se impuso fue el de Ana Botella -algo más recargado, quizá-, quien reunió sedas y muebles del barroco y cuadros de los depósitos de El Prado. Botella redecoró y repintó las habitaciones de la segunda planta y mandó a traer -además- todos los muebles de su casa en La Moraleja. Felipe González comparaba la Moncloa con una tarta de nata montada cubierta de purpurina, pero vivió allí 14 años, así que tuvo que apañárselas. Todo ese tiempo fue suficiente para dedicarse a la botánica. Tenía una colección de Bonsáis, que hoy se pueden ver en el Real Jardín Botánico de Madrid.
¿Tienen mejor gusto otros líderes? Obama, por ejemplo, es algo más cuidadoso. Un total de 47 obras de arte acompañan las estancias de su residencia y del Despacho Oval. Entre ellas, algunos clásicos de la pintura americana de Winslow Homer, un Degas. La mayoría pertenece a artistas contemporáneos y abstractos, entre ellos Mark Rothko y Jasper Jons.
Mariano Rajoy llegó hace ya cuatro años al complejo gubernamental al oeste de Madrid: 20 hectáreas y 13 edificios. Tiempo ha tenido para incluir en su lugar de trabajo y -doméstico también- alguna selección de objetos que retraten sus gustos. A juzgar por el lugar donde pasa buena parte del día -o al menos que el usa para conceder entrevistas-, se deduce una cierta grisura en su personalidad de hombre sin atributos, que diría Musil. De hecho, los dos lienzos llevan ahí colgados cuatro años sin ningún cambio, a juzgar por la imagen que compartió en redes sociales nada más comenzar su mandato. Y que puede verse en este texto.
Como lector, Mariano Rajoy es un tanto... ¿anárquico? Aunque sería más justo decir que tiene gustos electorales, perdón, ocasionales. Cambian según la campaña electoral. En 2011 dijo leer títulos La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, a devorar las páginas acerca de Bevilacqua y Chamorro, la pareja de investigadores de la Guardia Civil que protagonizan desde hace 20 años la saga policiaca de Lorenzo Silva. Sabemos, por el propio escritor, que Rajoy leyó La marca del meridiano, la novela con la que Silva ganó el Premio Planeta en 2012. Pero no fue ese el único libro de Lorenzo Silva que Mariano Rajoy leyó durante el estío pasado, también devoró al parecer Los cuerpos extraños (Destino), publicada en 2014.