Cultura

Megan Maxwell: “Los culturetas dicen que yo no hago literatura, pero mis libros se leen más que los suyos”

La autora de la saga de novela romántica publica un nuevo libro y cuenta su historia. Hasta hace veinte años era secretaria en un escritorio jurídico. Hoy es un superventas del género romántico.

Nada más aterrizar en Edimburgo, en plena fila para pasar el control migratorio, una chica se acerca con su teléfono móvil en la mano. ¿Megan?, pregunta. La escritora asiente. La joven, que dice haber leído todos sus libros, quiere una foto. La autora accede, de buena gana. La chica hace varias. Resulta pintoresca la sesión de selfies poco antes de pasar un control migratorio. Como todo lo que rodea a la escritora Megan Maxwell, la escena tiene algo en demasía

No es la primera vez que le ocurre a Megan Maxwell. La abordan a menudo. En las ferias del libro las filas de lectoras se llenan de jóvenes que blanden sus novelas románticas, ésas que la escritora madrileña firma con nombre de autora anglosajona. La conocen como  Megan Maxwell pero su nombre es María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro. Hasta hace veinte años era secretaria en un escritorio jurídico. Hoy es un superventas del género romántico.

La conocen como  Megan Maxwell pero su nombre es María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro

Conocida por su serie de novelas románticas ambientadas en el medioevo y a las que sus lectores se refieren como Las Guerreras –predominan personajes femeninos fuertes y decididos-, Maxwell prepara una nueva entrega de esta saga que la hace volver a Escocia para documentar este volumen, que habrá de publicarse en febrero del año que viene.

Una vez más, Maxwell retoma a sus heroínas. Mujeres que, en un ambiente de guerra y constante amenaza, protagonizan hiperbólicas historias de amor y deseo con apuestos y musculosos ‘highlanders’.  A Maxwell no se le caen los anillos al admitir que ella escribe novela romántica, y punto. Desde pequeña ha leído con intensidad autoras del género y ahora es una de sus autoras más vendidas en España.

Sabe que los entornos literarios la miran de reojo, pero a ella le da igual. Así lo dice, sin pelos en la lengua y con las manos cruzadas en el regazo mientras conversa rumbo a la ciudad de Stirling, donde se ubica el castillo y el monumento a William Wallace.  "Para los culturetas, el tipo de novela que escribo está mal visto. Siempre dicen que es literatura de segunda. ¿De segunda? Una leche para ti. Así te lo digo". Pues bien, así está el patio con esta autora.

Comenzó a escribir por aburrimiento, dice.  Hoy su obra sobrepasa la treintena de libros, publicados íntegramente por el sello Planeta

Comenzó a escribir por aburrimiento, dice.  Hoy su obra sobrepasa la treintena de libros, publicados íntegramente por el sello Planeta. Fue un proceso largo y árido, dice ella. Pero al fin llegó. En abril de 2009, y tras hacer un curso de novela romántica por Internet –el tiempo libre da para mucho- una editorial llamó a su puerta  para publicar su primera novela. Un año después, en 2010, ganó el Premio Internacional de Novela Romántica Seseña. A partir de ahí comenzó a publicar entre dos y tres novelas al año hasta convertirse en un acontecimiento en la llamada "literatura de chicas", una etiqueta que no anima demasiado a la vanidad literaria pero que ella defiende, decidida en esta conversación.

Su vocación literaria es tardía, ¿qué desencadenó su necesidad de escribir?

 Comencé a escribir a los 27, pero publiqué la primera novela 14 años después. Tenía cerca de 40. Al no tener un padrino ni nadie que me apoyara, era más complicado que alguien apostara por mí. Me apunté a un curso de novela romántica online. El profesor era editor de un sello pequeño de Sevilla. Mi forma de escribir le llamó la atención. Hasta ese momento yo había escrito catorce novelas. Escribí ésta que se llamaba Te lo dije. Se la envié, le gustó y me propuso publicarla. A raíz de eso, seguí intentando publicar y seguían diciéndome que no en otros sellos. Pero seguí insistiendo. Llegó la segunda, la tercera, la cuarta novela, hasta hoy.

Megan Maxwell.

La ficción en usted comienza por el nombre. ¿De dónde sacó eso de Megan Maxwell?

Si mi vida hubiese sido distinta, me habría llamado Megan. Es un nombre especial para mí. El primer personaje que escribí se llamó Megan y ya cuando enviaba textos a los concursos, pues firmaba como Megan. Cuando decidí comenzar a publicar se me quedó corto el seudónimo y dije: necesito un apellido. Escucho mucho a un cantante llamado Brian Maxwell, así que decidí usar ese apellido.

Aun no me ha contestado cuál es el punto de partida de sus libros, de su obra, de su vocación literaria. ¿Por qué empezó a escribir?

Porque estaba aburrida en casa. Yo trabajaba de secretaria en un escritorio jurídico. Tuve que dejar de trabajar, porque mi hijo enfermó. Y yo tuve que cuidarlo. No, espera –dice, corrigiéndose-. La cosa es más atrás. Estaba un día en casa, entonces no tenía niños. Cogí papel y lápiz y comencé a escribir. En aquel entonces no existían las redes sociales. Ni nada que te desconcentrara. En ese momento no lo sabía, pero construí unos personajes. Estaba llevando a cabo una historia. Fue así. Me podía haber dado por hacer punto, pero no. Me dio por escribir.

¿Aburrimiento? ¿Lo dice en serio?

Es que nunca había escrito. Había leído, muchísimo. En el colegio escribía composiciones muy largas y llevaba diarios de pequeña. Pero escribir, no.

La definen como escritora de novela romántica. O lo que llaman literatura de chicas. Pero también ha hecho novela histórica, erótica…

Hago un tipo de novela que te hace soñar y te permite a la vez ver la realidad tal como es. Sin edulcorar. Soy escritora de novela romántica y me da igual que sea erótica , medieval, intento tener una voz directa, que la entienda todo el mundo. Me gusta sobre todo mostrar problemas reales.

Megan Maxwell esta semana en Escocia.

¿La novela erótica está infravalorada? Porque la verdad está muy mal vista.

Para los culturetas, el tipo de novela que escribo está mal visto. Siempre dicen que es literatura de segunda. ¿De segunda? Una leche para ti. Así te lo digo. E insisten: es que lo que tú escribes no es literatura. Perdona, sí es literatura. Tú escribes un libro. Tiene un principio, un nudo y un desenlace. Pues lo mío también. Una vez le pregunté  uno para qué escribía. Y me contesto que para que leyera la gente. Pues bien: y hago que la gente lea. A ti te puede parecer más culto, pero a mí me leen. Yo hago que la gente lea. A lo mejor a ti te leen cuatro y a mí cuatrocientos y eso es lo que te molesta.

Veo que el asunto le molesta, y bastante.

Pero siempre es así. Que si escribo novelita rosa. No, no. Perdona: yo escribo novela romántica. Y me puedo permitir el lujo de escribir una erótica si me da la gana, o una medieval y además colocar un trasfondo social. Porque lo que sí es verdad es que mis novelas hablan sobre mujeres fuertes.

Megan Maxwell.

De ahí sus guerreras, ¿no?

Sí, porque tienen que luchar o sacar adelante a sus hijos  a sus familias solas. O enfrentar prejuicios. Que son gordas y eso en lugar de acomplejarlas, les da igual. ¿Qué pasa? ¿Todos tenemos que seguir unos cánones iguales de belleza? Yo abordo cosas de las que las mujeres ya estamos hartas.

¿Eso explicaría la empatía con sus lectores?

Yo creo que las razones es porque se ven muy reflejadas, sobre todo las chicas. Si la protagonista de mi libro ha sido capaz de hacer esto o esto echándole un par de narices, ti también puedes. Yo me pongo de ejemplo. A mí me ha costad que alguien quiera confiar en mí y hayan tenido que pasar 14 años para publicar mi primera novela. Pero yo siempre creí en mí. Luché y lo conseguí.

Ha venido a Escocia para documentarse… ¿Qué prepara?

Actualmente estoy preparando una novela que saldrá en febrero del año que viene. Es la quinta de 'Las Guerreras'. Una novela que también tendrá aventura. Estará llena de 'highlanders' maravillosos y de mujeres, que salían a luchar, incluso aunque a muchas de ellas terminaran por cortarles la cabeza. Me interesa hablar sobre ellas y que las mujeres que lean la novela hoy en día puedan pensar que en el siglo XIII otras tenían que luchar tanto o más de lo que ellas tenían que hacerlo hoy. 

 

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