Cultura

El mito del Lenin piadoso: “Creó la Cheka e ideó el Gulag”

Desde sus primeros días como opositor político en San Petersburgo se destacó como un brillante agitador, capaz de instalar su lenguaje violento

  • Vladimir Lenin en la plaza Roja en 1919.

Lenin no era el témpano de hielo que tantas veces se ha descrito, era un político muy pasional que se dejaba llevar por ataques de ira. Agitador y polemista se alzó como el líder de la revolución rusa que puso en marcha parte del ideario marxista en el país más extenso del mundo y régimen sin el que no se puede entender el siglo XX. Genuino motor de la revolución, “el principal atractivo que ejercía sobre sus seguidores no se debía a la firmeza de su voluntad ni a su manifiesto intelecto. Su mayor habilidad durante los primeros años fue su capacidad para inspirar optimismo y esperanza”, señala Victor Sebestyen en ‘La revolución rusa’. 

Uno de los grandes mitos asentados durante décadas en torno al líder de los bolcheviques fue el del político revolucionario idealista cuyo régimen había pervertido Stalin. La historiografía desmintió hace mucho tiempo la idea de un Lenin bondadoso frente a un Stalin sanguinario. El padre de la revolución enfermó y quedó impedido hasta morir cuando la URSS daba sus primeros pasos, pero ya entonces mostró su poco escrúpulo ante sus rivales. El líder bolchevique no dudaba en aplastar a sus enemigos políticos en un contexto de una lucha extrema por el poder. El autor también destaca la capacidad de adaptación de Lenin y del régimen durante los primeros años de vida: “Para ser ideólogos fanáticos que dedicaban su vida a un conjunto de objetivos socialistas, los bolcheviques poseían una gran capacidad pragmática para adaptarse al cambio”.

Desde sus primeros días como opositor político en San Petersburgo se destacó como un brillante agitador que fue capaz de cambiar el lenguaje de la extrema izquierda. La agresividad de sus discursos, repletos de insultos, se instalaron en todo el mundo comunista con la venia de haber sido el método empleado por Lenin. El escarnio y abuso se instalaron como legítimas armas con las que combatir al compañero de partido. Un gran número de autores consideran que del insulto descarnado al camarada a la purga solo había un paso. 

Vladimir Lenin (i) y Iósif Stalin (d)

Los bolcheviques habían accedido al poder a través de la fuerza y fue esta la que mantuvo a los nuevos zares rojos al frente del imperio durante 74 años. “Desde el mismo día del golpe, la principal preocupación de los primeros bolcheviques fue conservar el poder, una obsesión que Lenin y sus camaradas más cercanos transmitieron a sus sucesores”, señala Sebestyen, que relaciona la mentalidad de los bolcheviques como el secretismo, la paranoia, el férreo control del poder centralizado y su violencia indiscriminada. 

El autor apunta a la falsedad tantas veces repetida de una primera revolución idealista que fue traicionada por Stalin, dibujado este último como un tirano que se adueñó del Estado y destruyó los ideales del comunismo con un régimen del terror corrupto e ineficaz en el que las purgas eran una herramienta más. Como expone en sus páginas, el terror nació con Lenin. La crueldad y represión de la URSS fueron elementos seminales del régimen soviético: “Lenin creó la Cheka, la «espada y el escudo» del Partido, que se transformó en el KGB y en todo lo que esas tres letras representaban. Lenin ideó el gulag. Lenin redactó la cláusula del código penal que castigaba con la muerte los delitos de «desviación» y «faccionalismo». Stalin perfeccionó el Estado policial y organizó purgas a escala industrial, pero Lenin estableció todos los órganos de represión. Las semillas de la mayoría de las cosas que salieron mal en la Revolución rusa -y por las que fracasó de forma tan épica en su intento de perfeccionar la humanidad-se sembraron en su mismo comienzo”. 

Iba a ser cuestión de tiempo que todos los aparatos represivos ideados durante la guerra contra los blancos se volvieran contra algunos de los revolucionarios. “El "comunismo de guerra" se estableció como una política para someter a los opositores, pero pronto se volvió contra los propios miembros del Partido, produciéndose purgas internas devastadoras. La fuerte hambruna de 1921 desatada en la región del Volga, agravada por las políticas de requisa de gra- no, llevó a revueltas campesinas en regiones como el Tambov, fuertemente reprimidas por el Ejército Rojo. Ese mismo año, la revuelta de los marineros de la base naval de Kronstadt, que exigían derechos democráticos, fue aplastada militarmente, eviden- ciando la falta de tolerancia del naciente estado soviético. De este modo, la Revolución Rusa había acabado con un régimen autocrático de siglos pero a la vez había creado el primer estado totalitario de la historia de la humanidad”, concluye Sebestyen. 

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