Hay sadismo, belleza y nervio en la escritura de Vladimir Nabokov (1899-1977). Y no por aquella ninfa que persiguieron en su momento los más conservadores y ahora es objeto de lapidación de un feminismo hiperbólico. No es Lolita -o no sólo ella- el gradiente más importante en la obra de un dios virtuoso y despótico. El genio de Vladimir Nabokov era capaz de convertir en todavía más desgraciados a quienes ya lo eran: el Albinus de Risa en la oscuridad -la doble oscuridad para la tragedia de una ceguera- o cualquiera de los cantos de John Shade de Pálido fuego.
Vladimir Nabokov abandonó este mundo un 2 de julio de 1977, en la ciudad suiza de Montreux, a orillas del lago Leman. Una ausencia que ya acumula años suficientes para alcanzar la edad de muchos de sus lectores y de la que sólo es posible reponerse gracias a los libros que inundan su obra. Las novelas de Nabokov son joyas que aún hoy permanecen irresueltas en la ecuación de su maestría literaria y ensañamiento humano. Nabokov aniquila a sus criaturas con precisión y técnica. Las clava, como si de una mariposa se tratara, sobre una página en blanco. Venía de lejos su capacidad de atrapar y estudiar ambas cosas, los insectos y las palabras. A los 7 años de edad se topó con un grueso volumen, Natural History of British Buterffllies and Mohts, y desde entonces salió a la vida con una red que le permitiera capturar lo hermoso y lo aéreo.
A los 7 años de edad se topó con un grueso volumen, Natural History of British Buterffllies and Mohts, y desde entonces salió a la vida con una red que le permitiera capturar lo hermoso y lo aéreo
Nabokov no era un dechado de virtudes, pero sí un virtuoso. “Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas”, dijo en una entrevista -retocada, según Rodrigo Fresán- que forma parte de Opiniones contundentes (Anagrama), un volumen que reúne lo más viperino del ya bífido escritor. Un conjunto de textos fechados entre 1962 y 1972, desde artículos que delatan su megalomanía hasta las cartas al director que enviaba a medios como The London Times o The New York Times Book Review.
Limitar a Nabokov a sus mezquindades equivaldría a conformarse con los fuegos artificiales en la quema de Roma. El problema, claro, es que en los rasgos más irritantes de su personalidad hay también brillantez y perfección. Por una sencilla razón: su uso del lenguaje. “Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño”, dijo de sí mismo. Y es cierto: Nabokov construye las frases más contundentes con la menor cantidad de recursos y sin desperdiciar nada.
“Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas”
Para su enorme disgusto, muchos compararon a Nabokov con Joseph Conrad, acaso porque él, como el autor del Corazón de las tinieblas, asumió el inglés como su lengua creativa y lo hizo con una capacidad extractiva que sólo se consigue en las lenguas maternas. “Pues aunque basta el espacio de una lápida para contener, encuadernada en musgo, la versión abreviada de la vida de un hombre, los detalles siempre se agradecen”, escribió en las primeras páginas de Risa en la oscuridad.
Hijo de una familia aristócrata que salió de Rusia en 1919 huyendo del bolchevismo, estudió en Cambridge y se instaló en Berlín, donde empezó a publicar sus novelas en ruso con el pseudónimo de V. Sirin. En 1937 se trasladó a París y dos años después llegó a Estados Unidos, donde trabajó como profesor de literatura. Quince años después publicó -y no sin reveses- Lolita. El manuscrito había sido rechazado en siete ocasiones hasta que el sello parisino de literatura erótica The Olymplia Press lo publicó en 1955.
En aquellas páginas Nabokov puso ante el espejo a una sociedad que se escandalizó al leerla, al mismo tiempo que la encumbró como un superventas. Al momento de su publicación en Norteamérica -tres años más tarde con respecto a la edición parisina-, Lolita había vendido 300.000 ejemplares, una cifra importante pero despreciable frente a los 14 millones que alcanzó en las décadas siguientes. Su popularidad se hizo mayor cuando Stanley Kubrick la llevó al cine, en 1962 -en España no pudo ser vista hasta 1972-. En la Norteamérica de aquellos años, el filme fue un bombazo, el fruto de una una larga guerra entre Nabokov y Kubrick.
A mitad de camino entre la historia de amor, incesto y perversión, en Lolita, Nabokov elaboró en ella un retrato ácido y visionario de los Estados Unidos y una verdadera obra que consiguió convertirse en universal. Sus libros son justo eso, el punto ciego del alma humana, su esquina de mugre y belleza. Porque Nabokov es justo eso: la capacidad de leer aquello con lo que se discrepa, devorar con avidez lo crispante. Desde la carnicería que ejecutó en su Curso sobre El Quijote, donde masacró a Cervantes, hasta sus descalificaciones de Camus, D. H. Lawrence, Platón, Mann, Gogol, Thomas Wolfe, Faulkner, Conrad, Hemingway, Dostoievski, Maupassant, Maugham, Beckett, Pasternak, Auden, Balzac, Marx, Brecht, Cervantes, Eliot, Pound, Gorki, Pirandello, Lorca, Henry James y Freud, a quien le prodigó la etiqeta de curandero vienés.
Receta para un exceso: Lolita, Nabokov y Kubrick
Corría el verano de 1959. Vladimir Nabovok se encontraba con su esposa cazando mariposas en Arizona cuando recibió un mensaje de Stanley Kubrick pidiéndole reunirse con él en Beverly Hills. Quería adaptar el libro Lolitaal cine y que fuese el propio novelista quien escribiese el guión de la película. En una sociedad conservadora como Estados Unidos parecía imposible. La Motion Picture Association of America debía aprobar el contenido moral de cada película antes de su exhibición, por lo que era de esperar que Lolitafuese una firme candidata a la censura. La sola idea fascinó a Kubrick.
Corría el verano de 1959. Vladimir Nabovok se encontraba con su esposa cazando mariposas en Arizona cuando recibió un mensaje de Stanley Kubrick pidiéndole reunirse con él en Beverly Hills
En la reunión que sostuvieron, Kubrick planteó a Nabokov una modificación del guión: la historia de Humbert Humbert y Lolita debía terminar en matrimonio. Nabokov rechazó la propuesta y partió a Europa. En pleno viaje, mientras atravesaba Londres, Roma y París, Nabokov se arrepintió de su decisión. Kubrick volvió a insistir, aumentó la oferta económica, aseguró a Nabokov que firmaría el guión en solitario y que trabajarían juntos en la historia. “De algún modo, había cobrado forma en mi imaginación una suerte de guión, de modo que en realidad me alegró que repitieran su ofrecimiento. De nuevo viajé a Hollywood y allí, bajo las jacarandas, trabajé seis meses en el asunto”, escribió sobre su decisión Nabokov.
En Hollywood, Nabokov se codeó con Marilyn Monroe, John Huston o Gina Lollobrigida. Sin embargo, las cosas con Kubrick no iban del todo bien. Después de escribir un guión de casi 400 páginas que equivalían a un total de 9 horas de filmación, Kubrick decidió adaptarlo a sus preferencias. En junio de 1962, un Vladimir Nabokov que se sintió ignorado en la empresa cinematográfica de su Lolita, llegó a Nueva York para el estreno. Había pasado casi todo el tiempo del rodaje en Europa, así que desconocía por completo con qué se encontraría en la gran pantalla. Nabokov, quien se había negado a poner a una chica en la portada de su libro para vender más, quedó impactado con el cartel de Sue Lyon lamiendo provocativamente una piruleta.
Durante el estreno, Nabokov presenció lo que habían hecho con su historia: "Modificaciones, alteraciones de mis mejores ideas, escenas añadidas y suprimidas". Transcurridos los años hay quienes insisten en ver ambas obras, ambas Lolita, como productos completamente distintos. Pese a la frustración de Nabokov, irónicamente y casi como una venganza al despecho, la única nominación al Oscar que recibió Lolita fue en la categoría de mejor guión adaptado. Menudo disgusto para aquella criatura exagerada que fue Vladimir Nabokov. Un genio exagerado. De los más grandes escritores del siglo XX.