Sexo, poder, mentiras y "stock options" sazonan El sistema Victoria, un "thriller" literario sobre un adulterio en el que Eric Reinhardt construye una metáfora con la "fuga hacia adelante" del ultraliberalismo, que ejerce una presión brutal a la sociedad movido por su insaciable voracidad de dinero.
"Vivimos en un mundo bastante catastrófico que da mucho miedo porque no sabemos qué va a pasar mañana, incluso puede ir muy mal", reflexiona el autor francés, quien ha sido comparado por la prensa de su país con Michel Houellebecq (Premio Goncourt 2010) por su capacidad de observar y retratar la sociedad de hoy.
En su quinta obra, y primera que se publica en español, Reinhardt (Nancy, 1965) pone en escena a una pareja: Victoria de Winter, directora de recursos humanos de una gran multinacional y de ideología ultraliberal, y el arquitecto de izquierdas David Kolski, jefe de obra del rascacielos más alto que se construye en La Defense, el barrio de negocios de París.
"Hay que encontrar una vía intermedia entre el ultraproteccionismo, que defienden los izquierdistas europeos, y el ultraliberalismo"
"Me interesaba confrontar la realidad a través del encuentro de dos personas que representan visiones contrapuestas", señala en tono pausado y cálido este escritor, editor además de libros de arte.Elegante y cultivado, Reinhardt considera que "hay que encontrar una vía intermedia entre el ultraproteccionismo, que defienden los izquierdistas europeos, y el ultraliberalismo".Una "tercera vía" que para él "encarna" el socialista François Hollande, el flamante presidente francés, cuyo partido acaba de conseguir el respaldo mayoritario también en la Asamblea Nacional.
De gran carga política y sexual, El sistema Victoria (Alfaguara), alerta sobre las devastadoras consecuencias que puede tener el capitalismo financiero y la globalización si no se piensa "en lo esencial", si no se reflexiona sobre las consecuencias, en el interés general y en la salvaguarda del planeta.
"Si no se fijan reglas, si no se regula, el capitalismo puede terminar en una forma de implosión, como Victoria", advierte, en alusión a la muerte de la protagonista de su novela, un trágico destino al que le lleva su insaciable necesidad de ponerse peligro y rizar el rizo en el sexo para alcanzar mayor excitación y placer.
"Victoria es maravillosa como mujer, pero en las relaciones con sus amantes no hay amor ni sentimientos, solo hay juego y borrachera de sensaciones, en las finanzas -dice- se funciona igual, lo que prima es lograr más y más dinero, sin ninguna conciencia política".
"Si no se fijan reglas, si no se regula, el capitalismo puede terminar en una forma de implosión, como Victoria"
Una conciencia política que sí tiene David, "una forma de avatar" de Reinhardt: "Tiene muchas cosas de mí".David, casado con su primera novia y padre de dos niñas, procede de la clase media, como él, y representa a la clase trabajadora, que aunque esté bien situada "lleva sobre sus espaldas un peso demasiado grande, que le agota física, mental y psicológicamente".
Son esos directivos a quienes "los accionistas presionan para obtener mayores márgenes de beneficio, exprimiendo su energía y su fuerza vital. Es la frialdad del ultraliberalismo", aclara. Victoria, en cambio, representa a otra casta, la de los altos ejecutivos, que "tienen una visión de la realidad diferente, que viven en la rapidez, el desplazamiento continuo, que están en varias cosas a la vez, que no se dejan atrapar por compromisos, que van muy rápido, son muy oportunistas y evolucionan en sus discursos".
"Estamos en una sociedad que va rápido, cambia rápido, toma decisiones constantemente y en la que lo que era válido para ayer no lo es para hoy. Eso es lo que hace este mundo tan angustioso", dice. Victoria representa el poder e incluso en el plano íntimo se invierten los papeles, con una parte femenina más preponderante en David, quien jamás consigue alcanzar el orgasmo con ella. Un detalle, el único de su novela, que Reinhardt se niega a aclarar. "Prefiero dejarlo abierto a la interpretación de los lectores".
"Quería combatir los dictados de nuestra época, que también son detestables en la moda, no solo en las finanzas".
De Victoria, añade Reinhardt, no le gusta su ideología, pero sí su feminismo, su libertad, su forma de afirmarse como mujer, por eso la dota de un cuerpo rotundo, con curvas de "diosa de la Antigüedad", para "combatir los dictados de nuestra época, que también son detestables en la moda, no solo en las finanzas".
"Quería mostrar mi desaprobación a la delgadez, la depilación total y el ultrabronceado", asevera, harto de que la globalización marque "qué debemos comer, vestir o qué música escuchar".
Como colofón apunta que "la lucha de clases guarda toda su pertinencia" y un consejo: "nunca renunciar a los sueños".