Quién no recuerda la inmensidad de Antônio José de Barros de Carvalho e Mello Mourão. Tunga, como todos los conocían. Uno de los nombres clave del arte contemporáneo brasileño y latinoamericano, quien falleció en Río de Janeiro, a los 64 años, víctima de cáncer. Perteneció. Su trabajo se inscribe en una generación de artistas que traspasaron fronteras tras el reconocimiento global del trabajo de Hélio Oiticia y Lygia Clark.
Su obra tuvo como distintivo sus cilópeos proyectos escultóricos. Pero también incluyó performances, instalaciones, videos y poesía, y conquistó espacios destacados como las bienales de Venecia (1995 y 2001), Gwangju (2000) y San Pablo (1981), y la décima edición de la Documenta de Kassel (1997). También participó de la exposición Brasil: cuerpo y alma, en el Museo Guggenheim de Nueva York, y otros importantes museos le dedicaron muestras individuales, como el Museo del Louvre, la primera institución en la obra de un artista contemporáneo latinoamericano al acoger una obra suya en sus espcios.
Tunga falleció en el Hospital Samaritano de Río de Janeiro, donde estaba ingresado desde el 12 de mayo para tratar la enfermedad. Nacido en 1952 en Palmares, municipio del estado de Pernambuco (nordeste) e hijo del poeta Gerardo de Mello Mourao y de la modelo Lea de Barros, vivía desde la década de 1970 en Río de Janeiro, donde se formó como arquitecto y urbanista. Sus obras fueron expuestas en bienales de Brasil, Italia y Alemania los últimos cuarenta años y le hicieron merecedor de premios como el de la Asociación Brasileña de Críticos de Arte en 1991.Cerca de 30 de sus principales obras están expuestas en dos galerías exclusivas del Instituto Inhotim, uno de los principales museos de arte contemporáneo de Brasil. Una de esas galerías, la Psicoactiva Tunga, ocupa un espacio de cerca de 2.600 metros cuadrados.