Chicos guapos, decorados de colores y profesores con una eterna sonrisa. Si la industria musical fuera el planeta, Operación Triunfo sería Disneylandia. El problema es que la mayoría sabemos que el parque temático de Mickey Mouse tiene unas reglas y limitaciones más estrictas que el centro de cualquier capital de provincia. Quedó claro el pasado domingo, cuando a Estrella Morente se lo ocurrió cantar unos versos sobre tauromaquia como introducción al clásico Volver. En cuestión de segundos, miles de seguidores del concurso se lanzaron furibundos a las redes sociales para reprochar el gesto de la artista y -de paso- abroncar al programa. La turba digital de costumbre.
https://youtube.com/watch?v=RhsaI-vIUeE
Un ejemplo entre muchos es este tuit (escojo entre los educados): “Cuando volvió OT se convirtió en un programa que apostaba por el feminismo, la diversidad LGBT y otros valores progresistas. En esta edición hemos tenido machismo, transfobia, etcétera, y hoy un mensaje taurino disfrazado de canción de la mano de Estrella Morente. Vergüenza”. Lo escribe un tal Lynx, que lleva 214 retuits y 737 'Me gusta'. La manera en que lo expresa da en el clavo: cuando te vendes como un programa ‘progre’ abres la puerta de un amplio sector social, pero cierras la de la diversidad y la libertad de expresión, ya que todo lo que se salga de ese paradigma se vive como una traición a la audiencia.
Cuando volvió OT se convirtió en un programa que apostaba por el feminismo, la diversidad LGBT y otros valores progresistas. En esta edición hemos tenido machismo, transfobia, etc. y hoy un mensaje taurino disfrazado de canción de la mano de Estrella Morente. Vergüenza. #OTGala6
— Nel ? (@wereintherain) February 23, 2020
Momentazo "No a la guerra"
Operación Triunfo no tuvo siempre ese enfoque. Arrancó como un concurso de jóvenes despolitizados, cuyo único objetivo era labrarse un camino laboral en el mundo de la música. Su alergia a los conflictos sociales tocó techo en 2003, justo en plena fiebre del “No a la guerra” de Iraq. En la medianoche de un 24 de febrero, hace justo diecisiete años, el concursante Alejandro Parreño pidió permiso al presentador Carlos Lozano para leer en directo un mensaje de una sola frase: “En mi nombre y en el de todos mis compañeros, queremos decir no a la guerra”. Cuando sonaron estas palabras, gran parte del público se levantó para corear el lema, mientras Lozano resolvía el papelón dando paso a un vídeo promocional del programa.
Con gran olfato político, el PP de 2003 sabía que el posicionamiento de los 'triunfitos' tenía más relevancia social que las protestas de los actores en los Goya
Alejandro Ballestero, portavoz del PP en la comisión de control parlamentario de RTVE, había definido previamente a los concursantes como “una representación de lo mejor de la juventud de española”. Tras el gesto político de los 'triunfitos', declaró en los pasillos del Congreso que la protesta le merecía "todo el respeto del mundo". Con gran olfato político, sabía que el posicionamiento de los concursantes tenía mucha más relevancia social que las protestas de los actores en los Goya.
Falange, homofobia y toros
La polémica con Morente muestra lo mucho que hemos retrocedido. La mayoría de quienes la lincharon ayer en Twitter no tenían ningún problema con la cantaora hasta que emitió una opinión contraria a las suyas. Además, muchos atribuyen su postura a estar casada con el matador Javier Conde, cuando en realidad existen conexiones culturales más profundas, que abarcan desde la afición taurina de Enrique Morente (su padre) hasta la devoción de Federico García Lorca, pasando por toda la tradición coplera (por no hablar de Picasso, Camarón y tantos otros).
Lo que nos estamos jugando aquí no es decidir quién tiene razón en el eterno dilema de los toros, sino llegar a acuerdos para que todo el mundo pueda expresar sus opiniones sin más límite que el Código Penal. Esto vale para concursantes antitaurinas como Maialen y también para Estrella Morente (quien, por cierto, solo recitó unos versos sin llamar "nazi" ni "psicópata" a nadie, cosa que sí hizo la ‘triunfita’). Televisión Española emitió un comunicado de disculpa.
No son anécdotas aisladas. En Operación Triunfo se lía cada vez que un contenido no encaja en sus fantasías 'progres' de arcoiris inclusivo. José María Cano tuvo que ponerse serio ante la enorme presión para cambiar una letra donde aparecía la palabra “mariconez”. El pasado octubre, un concursante se cagó en Falange y Noemí Galera se apuntó al insulto, creando un revuelo que hizo que Radio Televisión Española se tuviera que disculpar. ¿Era un problema tan grave insultar a Falange? Seguramente no, pero eso hubiera abierto la puerta a que cualquier concursante expresase sus opiniones políticas, dando más quebraderos de cabeza a la academia de los que es capaz de manejar.
En la última etapa de Operación Triunfo, se ha vendido el concurso como una arcadia 'progre', feminista, tolerante, animalista y ecologista, heraldo de la España por venir. Pocos concursos han hecho tanto por venderse como publirreportaje político de la generación postmilenial. Los problemas llegan, claro, cuando irrumpe el mundo real y les estropea la fantasía catódica. ¿Por qué un programa que se vende como diverso sufre tanto para incorporar la verdadera diversidad?