Mujeres desnudas mostradas de espaldas, en la bañera o acicalándose, pero también voluptuosas prostitutas del París de mediados del XIX inmortalizadas por Edgar Degas, conforman en el Museo de Orsay una muestra monográfica que sintetiza medio siglo de evolución pictórica del maestro impresionista. "Degas y el desnudo", que puede visitarse hasta el próximo 1 de julio, reúne más de 170 obras en óleo, pastel, carboncillo o escultura que se alejan de las conocidas imágenes de bailarinas enfundadas con en tutús y que generalmente se asocian inmediatamente con el autor.
A pesar de fijarse exclusivamente en su relación creativa con el desnudo femenino, la muestra sirve también para abordar la totalidad de su itinerario artístico de un creador que recibió una formación clásica de Bellas Artes, pasó por la Villa Médicis de Roma y desarrolló su carrera en París. "Lo formidable es que a través del desnudo podemos comprender por qué Degas es tan importante en el siglo XIX, porque permite vincular la cultura clásica que recibe el artista con las formas más esquemáticas y radicales a las que llega en los primeros años del siglo XX", explicó a Efe el comisario de la muestra, Xavier Rey.
La exposición, la primera que se fija en la fascinación de Degas por el cuerpo desnudo de la mujer, se articula esencialmente en dos ejes, con un inicio que abunda en la formación clásica del pintor a través de estudios anatómicos y su posterior evolución hacia un trazo más simple, que genera formas más enérgicas e inquietas.
Tildado a menudo de misógino, otras como homosexual y otras como cliente habitual de los burdeles de su París natal, no existe consenso entre los eruditos sobre qué lugar representaban la mujeres en el imaginario del artista, que llegó a decir que creía que las había tratado "demasiado como a un animal". "Creo que no quiere decir que la mujer sea igual al animal, sino que ha tomado con su cuerpo desnudo la misma distancia artística que le permitió comprender el movimiento de los caballos", apunta el comisario.
Prueba de ello es la poca importancia que concede al rostro de sus modelos, casi imperceptible al lado de los escorzos que dibujan los brazos, las piernas o las caderas de sus musas, a las que prefiere retratar de espaldas.
Entre las obras expuestas en el llamado "museo de los impresionistas" destaca "Interieur" (conocido como "La violación"), donde se percibe una habitación escasamente iluminada en la que un hombre de pie contempla una mujer esquiva y con el dorso desnudo en una escena teatral y lúgubre.