Dos hermanos, una mujer, su hijo y el eterno horizonte del salvaje oeste. La nueva película de la neozelandesa Jane Campion, El poder del perro, se presenta como un western de gran lirismo, bellos paisajes y profundos silencios, pero también como un análisis de los personajes que retrata, llenos de miedos, terrores, ansiedad, secretos, identidades, instintos reprimidos y recuerdos. Su belleza y su agudeza es tan fuerte que sin duda esta película, que llega este viernes a los cines españoles y que el 1 de diciembre podrá verse en Netflix, es una de las mejores del año.
Su directora no es una experta en la materia, si nos referimos al terreno del oeste, con sus normas, sus códigos y su estética, como tampoco era experto en el asunto Jacques Audiard con la brillante e inolvidable Los hermanos Sisters (2018). Sin embargo, Campion ha demostrado en esta cinta, una adaptación fiel de la novela homónima de Thomas Savage, poseer la capacidad suficiente para captar la crueldad y la dureza del oeste más extremo, y penetrar en los personajes de esta película, que se presentó en la pasada edición del Festival de Venecia.
Por hacer memoria, cabe recordar que Jane Campion es la directora de El piano (1993), así que la maestría con la que aborda los rincones más oscuros e inaccesibles de sus personajes es una asignatura que domina a la perfección. Aquella película, protagonizada por Holly Hunter, Harvey Keitel o Sam Neill, fue merecedora de Palma de Oro del Festival de Cannes y de tres premios Oscar (mejor actriz, mejor actriz de reparto y mejor guion original), además de otras cinco nominaciones.
En esta ocasión, trabaja con un elenco que funciona a la perfección, como las agujas de un reloj suizo, y que encabeza un brillante Benedict Cumberbatch, verdadero centro de gravedad de esta historia, ambientada a mediados de los años 20 del pasado siglo. En ella, da vida a Phil Burbank, un hacendado carismático, rudo, de malos modales y cruel, por el que quienes le rodean sienten tanto admiración como miedo y respeto. Su hermano (Jesse Plemons), un hombre educado y sensible, contrae matrimonio con Rose, la dueña de un restaurante (Kirsten Dunst), a quien el primero le hace la vida imposible. Con ella llega también su hijo (Kodi Smit-McPhee), que funcionará como revulsivo en la conciencia de Phil.
A priori, El poder del perro es una película sencilla, que reúne los egos, las miserias, los baches y las dificultades de unos personajes y que se centra en la masculinidad tóxica de uno de ellos, un despiadado hombre del oeste que renuncia a todo signo de decoro y que no duda en atosigar y machacar a la mujer de su hermano. Pero esta aparente sencillez en el argumento y en la puesta en escena lleva poco a poco a un desenlace psicológico más profundo de lo que aparenta, y logra cambiar los roles en cuestión de minutos.
El mayor acierto es llevar de la mano al espectador a las mentes de los personajes que presenta. Sin apenas acción, sin grandes acontecimientos, Jane Campion consigue en El poder del perro mostrar el lado más oscuro del humano y convertir el filme casi en un thriller en el que contener el aliento a medida que se suceden las imágenes. Todo ello, con unos paisajes evocadores, majestuosos y apabullantes.
Desde su puesta de largo en Venecia, se habla mucho de las posibilidades que tiene Benedict Cumberbatch en la próxima temporada de premios, especialmente en los Oscar, por mostrar un perfil tan bárbaro, mezquino y dañino. No les falta razón a quienes le ven con una estatuilla en la mano, y tampoco hay que desmerecer el trabajo de Kristen Dunst, una mujer viuda que arrastra una tristeza casi endémica. Son sus duelos interpretativos, sutilmente tan crueles y tan verídicos, probablemente lo más interesante de esta historia, que deja un poso amargo del que cuesta deshacerse. Ella, una antigua pianista de cine; él, un virtuoso de la velocidad al tocar su banjo.
De estos enfrentamientos y de la poca misericordia que muestra el personaje de Cumberbatch nacerá, sin embargo, una amabilidad, simpatía y entrega inaudita que dará un vuelco en los espectadores, preparados probablemente para un desenlace diferente. A partir de aquí, el western de Jane Campion se muestra más complejo, más terrenal, más humano y más verdadero.