Cultura

Las revistas culturales en España: de la subvenciones a la polémica

En cinco años, cerca de 25% de las cabeceras tradicionales ha desaparecido. La realidad es ésta: 40% menos de subvenciones, 27% en la reducción de la publicidad y el reto de abrirse camino. Ayer, la revista Temas acusó al Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de discriminación ideológica; Cultura se defiende y afirma que han recibido, incluso más que otras. ¿Cuál es la realidad del sector?

La Asociación Española de Revistas Culturales (ARCE)  cumple 30 años este 2013. El cumpleaños feliz no lo será tanto, a causa de la reducción progresiva del número de cabeceras. Desde 2008, las publicaciones agrupadas en este organismo se han reducido un 25%. Al efecto acumulado de la crisis económica se suma, por un lado, las minoraciones presupuestarias para subvenciones (cerca de 40%), pero también el golpe económico que ha afectado, por un lado a la publicidad, y por otro, a las obras sociales que impulsaban determinadas iniciativas ¿Un ejemplo? Caja Madrid con la desaparecida (en papel)  Revista de Libros.

De las publicaciones agrupadas en ARCE, para 2008, el 30% de sus ingresos provenía de la publicidad y 18% de las subvenciones, el resto de las suscripciones de sus lectores. Dos años más tarde, en 2010, la crisis ya había dejado una huella significativa en sus ingresos: la entrada dinero por publicidad se había reducido a 27% y las subvenciones a 17%. Hoy, esos datos empeoran.

En el concierto de la crisis, un hecho marcó un punto de inflexión. A finales del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2011, un dictamen del Tribunal de Cuentas estableció que era necesario acabar con el sistema de ayudas para las publicaciones culturales hasta ese entonces vigente. El mecanismo hasta entonces funcionaba de la siguiente forma: la administración central otorgaba las subvenciones a los editores y a cambio recibía un número de ejemplares de revistas que distribuía entre su red de bibliotecas. Era, a su manera, una compra encubierta. El Tribunal sugirió la eliminación de este método, por considerar que no se ajustaba a lo estipulado en la Ley.

El método actual para acceder a una subvención contempla que las publicaciones deban remitir una solicitud ante el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Ésta pasa a ser valorada por una comisión de expertos -en la que participan desde funcionarios hasta miembros de ARCE-, la cual que adjudica o no los aportes en función de una serie de criterios: "la calidad de los contenidos, la relevancia sociocultural de la revista dentro de su ámbito, la calidad del diseño y estructura formal".

A estas variables se añaden otras, a saber: la antigüedad de la publicación, la periodicidad y el número de páginas. Durante la convocatoria de 2013, de las 159 solicitudes recibidas, sólo se adjudicaron 89, según cifras oficiales publicadas. De acuerdo con el sistema establecido, las ayudas a las revistas culturales se dividen en dos partidas, una destinada a cabeceras elaboradas pro  empresas y otra a aquellas editadas por instituciones sin fines de lucro. Este año, el total del presupuesto asignado fue de 1.040.000 euros, de los cuales 340.000 se destinaron  a empresas (el año pasado la cifra alcanzó 1.279.388,54) y 700.000 euros a publicaciones realizadas por fundaciones o entidades sin ánimo de lucro. La reducción es contundente: alrededor de 40%.

¿Replantearse o protestar?

En medio del tema de modificación de las ayudas a las revistas culturales -y ante la realidad editorial, golpeada por la crisis en casi todos sus sectores- surgen distintas dudas y escenarios. ¿Qué deben hacer las publicaciones culturales para continuar adelante? Algunas han mudado del papel a Internet, tal ha sido el caso de Revista de Libros. Otras como Caimán. Cuadernos de cine, han decidido probar con un régimen mixto: dar en Internet los mismos contenidos que en su edición impresa.

El asunto, sin embargo, ha encendido algunos ánimos. Tras la exclusión de algunas publicaciones que no cumplían con el régimen de concurrencia competitiva, han surgido las quejas. Entre ellas, las que elevaron esta semana en el diario El País Alfonso Guerra y José Félix Tezanos, presidente del consejo de redacción y director, respectivamente, de la revista Temas, publicación dedicada al  pensamiento político.

En el texto, ambos acusan al actual secretario de cultura, José María Lassalle, de discriminación ideológica. Aducen que el cambio del sistema ha supuesto el paso "de un sistema objetivable y equitativo a otro que posibilita, como se constata, la arbitrariedad y la discriminación".

Por su parte, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte insiste, primero, en que se trata de un sistema basado en el consenso con la propia Asociación Española de Revistas Culturales y que se basa, justamente, en criterios objetivos. Amplía el ministerio  sus argumentos para contestar a Tezanos: la Fundación Sistema -de la que depenede Temas- ha recibido 12.580, 33 euros en subvenciones, un monto superior a la media de las ayudas de este año, que es de 8965,52 euros.

La revista Temas, dirigida por José Félix Tezanos, alega discriminación en las subvenciones. El Ministerio de Educación, Cultura y Deportes asume que la Fundación Sistema -de la que depende la publicación- ha recibido 12.580, 33 euros, un monto superior a la media de las ayudas de este año, que es de 8965,52 euros.

Más allá de las polémicas, la crisis de publicidad y la reducción de subvenciones obliga a muchos editores a pensar en el futuro en función de una palabra: calidad, un criterio transversal que va desde los contenidos hasta la búsqueda de nuevos medios dónde colocarlos. Los últimos dos años ha surgido nuevos modelos de publicaciones culturales  que no se atan al papel.

Mayoritariamente independientes, estas nuevas iniciativas se vuelcan en Internet, las redes sociales y un sistema que plantea tanto la creación de una comunidad de suscriptores como un mecanismo de socios cuya lógica se parece a la del crowdfunding, un campo que, en España, ya cuenta con una Asociación  en la que se ha establecido desde un código de prácticas hasta una tipología de micromecenazgo. Ejemplos d este tipo incluyen cabeceras como Jotdown, una revista cultural que apuesta por el formato digital y el de papel.

Otro ejemplo en esta carrera contra la extinción lo ha dado recientemente la revista Matador. De capital exclusivamente privado, esta publicación anual realizada por el grupo La Fábrica, sigue gozando de sus exquisitas características editoriales: acabado de primera, números monográficos, alta calidad fotográfica, aunque un precio significativamente alto (95 euros)

¿La solución? Combinar ambas cosas: calidad y precio. Hace un año, Matador creó una versión iPad. Cuesta  diez veces menos que su precio en papel. En ella, el lector tiene acceso a contenidos multimedia: audios, entrevistas, vídeos, fotografías. Es, sin duda,una modelidadn mejorada que además amplía geográficamente el lector de la revista y supone una apuesta editorial en un sector que, hasta ahora, había dado respuestas tímidas para abrirse paso ante los nuevos retos de contenido, lectores y difusión.

FE DE ERRATA: Debido a un error involuntario, la imagen que acompañaba este reportaje fue difundida sin su correspondiente crédito. La fotografía pertenece a Pablo Plaza y es además,  una cesión de AVPPM Quioscos de Madrid. Vozpópuli ofrece sus disculpas por lo sucedido.

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