Todos los feligreses del punk, rock y metal se congregaron el pasado 19 de noviembre para decir adiós a una de las bandas más icónicas de aquellos que vivieron su adolescencia (y no tan adolescencia) en los 90’s y principios de los 2000. El pasado 19 de noviembre los cimientos del Wizink Center temblaron de la mano de Sum 41, que se despide de los escenarios después de treinta años de carrera con la misma fuerza que cuando empezaron.
La energía que se palpaba en el ambiente fue de un 300% durante toda la velada sin decrecer en ningún momento, cumpliendo el sueño de muchos adolescentes que ahora son adultos. La banda que nos acompañaba de camino al instituto y ahora lo hace camino al trabajo nos dijo su último “so long goodbye”.
Una extraordinaria exhibición de la banda canadiense, que consciente de que era su última actuación en Madrid, puso toda la carne en el asador. Y nunca mejor dicho, porque aquello se convirtió en un auténtico infierno, en el mejor sentido de la palabra, porque tanto la banda como el público ardía. Aquellos que les han visto en más de una ocasión dicen que de lejos fue uno de sus mejores directos.
SUM 41 orquestando el Wizink
Tras 30 años de carrera, el vocalista de la banda Deryck Whibley demostró que el escenario es suyo y que sabe como hacerse con el público como nadie. Los asistentes parecían que estaban embrujados por su energía.
Cual director de orquesta interpretando su obra final, Deryck, hizo al público partícipe en todo momento. Con un solo movimiento de brazo requería al público que cantara o moviera los brazos al aire y este reaccionaba como si de una coreografía ensayada se tratara. Las gradas y la pista rugieron al unísono cada vez que al cantante se le antojó.
Esto acompañado de los solos magistrales de Dave Baksh y Tom Thacker a las guitarras, la bestia a la batería de Frank Zummo, sus letras desafiantes y traviesas y una puesta en escena espectacular, hicieron que la banda pusiera el broche de oro a la noche.
Ricardo Rubio / Europa Press
Una emotiva despedida: so long goobye
Tmabién hubo momentos muy conmovedores. Despedirse de los escenarios nunca fue fácil y decir adiós a una banda con la que has crecido tampoco. A lo largo de la actuación, que duró aproximadamente una hora y veinte, se dieron varios momentos épicos. Deryck se abrió con el público y compartió una historia personal antes de tocar el tema “Walking disaster”. Hace 20 años le robaron la guitarra eléctrica con la que se grabaron los primeros discos del grupo. Durante todo este tiempo la ha estado buscando porque para él tenía un significado muy especial, y hace tan solo ocho semanas dió con su paradero, pudiendo así despedirse de los escenarios junto a su vieja compañera.
Durante la interpretación de la canción “Whit me” se vió cómo los miembros de la banda repartieron su cariño entre el público en una conexión que también se notaba encima del escenario. Jason McCaslin y Dave Baksh que estaban subidos en la una tarima mientras el tema sonaba de fondo, se acercaron al centro, chocaron los puños, se dijeron unas palabras y se fundieron en un emotivo abrazo que mostraba el cariño y respeto que se profesan.
El plato fuerte lacrimógeno se dió en la interpretación de “Pieces”. De repente se hizo el silencio y Deryck frente a un piano alumbrado por un foco apareció en el medio del escenario, con todo el público entregado cantando en una sola voz.
Ricardo Rubio / Europa Press
Más allá de la nostalgia, el concierto se podría resumir como una auténtica salvajada en la que el setlist hizo un recorrido a lo largo de toda la carrera del grupo. Desde “las canciones nuevas, viejas, muy viejas y muy muy viejas” como anunciaban al principio del concierto. Un recorrido que estuvo acompñado por los saltos, pogos y bailes de un público que se sabía en un momento histórico.
Sum 41 dice adiós a los escenarios, pero siempre nos quedará Spotify y muchos recuerdos con ellos como banda sonora de nuestra vida.