Eduardo Torres-Dulce (Madrid, 1950) sabe tanto de leyes como de cine y literatura. Hace ya tres años, fundó Hatari junto a José Luis Garci y un grupo de amigos. Se trata de una editorial en cuyo catálogo figuran libros que no han sido editados en castellano o que en su momento no se publicaron con la calidad suficiente. Los primeros títulos que vieron la luz fueron John Ford, de Peter Bogdanovich, y Recordando al señor Maugham, de Garson Kanin. El más reciente es Hemingway en otoño, un libro del italiano Andrea Di Robilant que captura, de manera íntima, los años finales de la vida del escritor Ernest Hemingway.
El nombre del sello está inspirado en la película dirigida por Howard Hawks y protagonizada por John Wayne: Hatari, que significa peligro en swahili. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y fiscal de carrera durante casi cuarenta años, Torres-Dulce fue fiscal general del Estado entre 2012 y 2014, Consejero de Estado en ese mismo periodo, vocal electivo en tres ocasiones del Consejo Fiscal y en la actualidad trabaja en Garrigues Abogados. Además de crítica de cine en medios, Torres-Dulce ha publicado libros sobre la materia, entre ellos: Armas, mujeres y relojes suizos, Jinetes en el cielo, El salario del miedo y Los amores difíciles.
Su debilidad es el cine de John Ford y el Sherlock Holmes de Conan Doyle. También el Real Madrid. Es un personaje con una conversación ágil e inteligente y no rehuye a las preguntas. Cree que si alguien podría retratar la España contemporánea, ese sería Berlanga, aunque tampoco descarta que las afiladas plumas de la revista de humor La Codorniz hubiesen dado buena cuenta de la comedia nacional. Sobre ese y otros asuntos habla Eduardo Torres-Dulce en esta entrevista concedida a Vozpopuli.
Ex fiscal, escritor, cinéfilo y editor. Parece usted un hombre del Renacimiento. ¿A qué atribuye tantos intereses?
Lo del Renacimiento lo tomo como un elogio. Creo que tiene que ver con una vida larga en la que se van acumulando experiencias, intereses y actividades. Hay algunas profesiones, básicamente los juristas y los médicos, que tienen un fondo bastante humanista. Tienen que ver con las humanidades. Las propias experiencias vitales asociadas a esas profesiones te llevan a diversificar las actividades e intereses.
Su socio y amigo José Luis Garci dice que usted es como el Atticus Finch de Matar a un ruiseñor.
(Risas) Es una exageración de mi amigo. Me temo que Atticus Finch es más que un ser humano. En el cine es casi un arquetipo. Como dice Clark Gable de uno de los personajes de The tall men: es el tipo de persona que uno quisiera ser de pequeño y que de mayor ya no consigues ser. Se aplica lo mismo. Ojalá fuera yo como Atticus Finch, pero los elogios hay que aceptarlos aunque sólo sea por vanidad, porque, además, rechazarlos es más bien de soberbios.
Un periodista, un cineasta, un ejecutivo, un neurólogo y un ex fiscal fundaron la editorial Hatari. ¿Los peligrosos son ustedes o los libros que publican?
(Risas) Yo creo que unas personas que se reúnen para crear una editorial cuya idea es el amor a los libros no suponen ningún peligro. Los libros son peligrosos para aquellos que persiguen la libertad: los dictadores o los autócratas, que tienen esa tendencia a quemar libros . Una práctica que ha terminado por convertirse en algo contemporáneo. Está pasando en todo el mundo con la mal llamada corrección política, que es una dictadura y el lobby de los intolerantes.
A usted que le gusta el Western. Más de un activista, si se lo propusiera, los señalaría por machismo o racismo.
No de tantas ideas.
Tanto en los procesos judiciales como en el cine hay que controlar los tiempos. ¿Y en la edición? ¿Qué hay que tener bien atado?
Nosotros no somos precisamente un ejemplo, nos aventuramos con Hatari con un conocimiento muy magro del mundo editorial. Por la calidad de las ediciones, fuimos conscientes de que tendríamos costes elevados, pero nos pusimos unos límites financieros muy claros. Dos de nuestros socios tienen experiencia empresarial. No los voy a llamar los hombres de negro, pero son más conscientes de los costes. Hemos aprendido sobre la marcha. Nadie se embarca en una aventura siendo consciente de los peligros que corre, pero si valora excesivamente los riesgos se queda en puerto. Presentamos dos libros al año. Intentamos equilibrar gastos y costes. Sabíamos que no sería una empresa productiva. No queríamos perder dinero ni ganarlo, sino cumplir el sueño de publicar libros que no tenían ediciones merecidas y conseguir que fueran disfrutados por aquellos capaces de apreciar la forma y el fondo. Publicar libros por los que hay que pagar derechos y traductor nos complica la vida, así que los propios socios aportamos nuestros propios libros. Andrés Moret un análisis de la filmografía de Garci e incluso yo con El asesinato de Liberty Balance. De esa forma vamos paso a paso, y perdone que cite al cholo...
¡Pero si usted es madridista!
Ya, pero el Cholo es de los entrenadores más coherentes. Así que si él va partido a partido, nosotros vamos libro a libro. Hasta ahora creo que estamos fidelizando a un número importante de lectores.
Usted, como Orson Wells, tiene tres directores favoritos: John Ford, John Ford y John Ford
Enrique Hererros me llama el padre de John Ford. También admiro a Howard Hawks. Luis herrero dice que cito más a Hawks que a Ford. También admiro a Hitchcock y Truffaut, y a Kenji Mizoguchi, maestro japonés, pero si me dicen uno, sería John Ford.
Muchos personajes de Ford, del Western en general, se toman la justicia por su propia mano. Resulta curioso que a un abogado le guste tanto un género que cuestiona a la autoridad.
Bueno, habría que distinguir dos cosas, que la afición al western es un elemento generacional. Mi generación y las anteriores jugaron a indios y vaqueros, leíamos tebeos y novelas de vaqueros. El mundo del oeste, como dijo el crítico francés André Bazin, era la edad media. Por eso nos sentíamos cerca de esos ideales caballerescos. Savater lo explica muy bien al referirse al género como la infancia recuperada. En El asesinato de Liberty Balance abordo cómo es el equilibro de la ley de la frontera y cuánta violencia es necesaria para instaurar el imperio de la ley. Es una reflexión que ya hicieron Platón, Aristóteles, Locke y Hobbes.
¿Es Zidane al fútbol lo que Conan Doyle al policiaco?
Las comparaciones son complicadas y lo que pregunta quizá tenga que contestársela Fernando Savater, que sabe tantísimo del género detectivesco. Conan Doyle es un narrador en estado puto y Zidane no es un intelectual del fútbol como Guardiola, pero ama el fútbol. Hace las cosas con amor a la profesión.
¿Lo de merengue le viene de familia?
Me he criado en una familia en la que la referencias del fútbol pasaban por el Madrid. Mis tíos y mis padres iban al viejo Chamartín y recuerdo haber ido al Bernabéu con ocho años a ver un partido de Copa de Europa. Era de noche. Con los focos encendidos, veías el estadio como el paraíso, un escenario de una felicidad tremenda, como el ladrón de Bagdad jugando en una alfombra mágica. Soy madridista pero no soy anti nada, aunque unos equipos me caigan mejor o peor.
Sin embargo, en el Comité de apelación tuvo usted una experiencia amarga.
No fue amargo. Aprendí mucho y a alguien que le gusta el fútbol, verlo desde dentro supone una experiencia muy positiva. Un amigo de mi padre me llevó al comité de apelación de la Federación de Fútbol. Todos los que estábamos en los comités debíamos decir si teníamos relación con un club, por si eso era un impedimento. Yo dije que era del Real Madrid. La respuesta fue que los comités eran parecidos a tribunales de arbitraje. El asunto se desbordó con la tarjeta a Hugo Sánchez y la revocación de la sanción, trascendió a lo mediático. Pero no diría que fuera algo amargo.
¿Cómo se resiste usted a escribir ficción después de trabajar en un juzgado de guardia?
Cuando me dicen que algo no es verosímil en una película, digo: tú no te has pasado 24 horas de guardia en juzgados de Madrid o en la emergencia de un Hospital. Desde el 77 al 85 estuve de fiscal de la Audiencia de Madrid y hacía guardias cada dos semanas media, eran de 24 horas. Lo que ves ahí supera cualquier ficción. ¿Por qué no escribo ficción? Es algo que tengo pendiente y alguna idea tengo esbozada, pero yo no soy partidario de los escritores domingueros. Se necesita dedicación y disponibilidad. La pulsión de escribir ficción la tenemos todos, otra cosa es que tengamos talento.
¿Un género literario o cinematográfico que explique a la España actual?
Desgraciadamente creo que la España actual es para un gran artista, amigo mío y maestro desaparecido: Luis García Berlanga, que se nos murió demasiado pronto. El género sería la comedia. La Codorniz le habría sacado mucho partido a esta España, que se explica en clave de comedia y no picaresca. Por tanto, quien mejor describiría a la España actual sería Berlanga lamento que no haya suficiente talento para escribir comedia.
¿Es el caso Villarejo una novela negra? ¿A qué personaje le recuerda este comisario?
Sobre eso no puedo pronunciarme ni emitir opinión.
¿Percibe un mayor acoso al poder judicial ahora con respecto a unos años?
El poder judicial siempre está en la diana de las críticas sociales sociales y políticas. Tampoco hay que escandalizarse de que el poder judicial sea cuestionado. Muchos sectores sociales y políticos quisieran que el poder judicial se adaptara a sus criterios e ideas, incluso sus intereses, hasta ahí entra el juego democrático. El problema empieza a agravarse cuando las críticas son deslegitimadoras. Uno de los problemas actuales es la deslegitimación de las instituciones, por las razones que sean, y eso implica vaciar la columna vertebral de la gobernanza de un país. Eso es peligroso. Criticar las decisiones judiciales dentro del orden democrático está bien, pero deslegitimizarlas es juego peligroso, sobre todo cuando quien lo hace es justo el encargado de resguardarlas.
¿Está hablando de la Corona?
Hablo en términos generales. Vale para los partidos políticos, para la prensa, para la monarquía, para los empresarios o los sindicatos. El contrato social supone un acuerdo de convivencia en el perímetro de la constitución. La prensa es fundamental para vivificar la convivencia. Pero en modo alguno me refería a la monarquía, hablo de la crisis de la legitimidad de las instituciones, por ejemplo, los partidos políticos, que se merecen todo tipo de críticas, pero sin vehículos de participación política, usted ya me dirá.