10 de diciembre de 1898. La Guerra entre España y EEUU se da por finalizada con la firma del Tratado de París y las demandas del Imperio donde nunca se ponía el sol sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam se desvanecieron en favor de Washington, que pasó a tutelar una Cuba "independiente" y a colonizar el resto de territorios por 20 millones de dólares. Sin embargo, un destacamento hispano formado por 57 militares queda sitiado en una iglesia remota en Baler, un pueblo de la isla filipina de Luzón. Sin saber que la contienda ha terminado, continúa luchando contra los insurrectos filipinos en representación de la patria. El conocido como 'sitio de Baler' es el episodio histórico del que trata, entre lo heroico y lo absurdo, 1898. Los últimos de Filipinas, el primer largometraje dirigido por el veterano realizador de series Salvador Calvo, que se estrena este viernes en la gran pantalla. "España vendió esas colonias por 20 millones de dólares, pero no los repartió entre los soldados", apunta el director.
En la película, una superproducción de Enrique Cerezo, actores de la talla de Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Álvaro Cervantes, Karra Elejalde, Carlos Hipólito, Ricardo Gómez, Patrick Criado, Miguel Herrán, Emilio Palacios y Eduard Fernández han sido los elegidos para interpretar a los oficiales y soldados que se negaron a creer que España hubiera abandonado las Filipinas y mantuvieron la bandera frente a 400 soldados de la etnia indígena Tagalo, un enemigo muy superior. Asediados durante 337 días, esperaron asediados refuerzos hispanos que nunca llegaron. En el bando filipino, destaca la actriz Alexandra Masangkay, que además, pone voz a la canción principal de la BSO del filme: Yo te diré. Un bolero que, precisamente, se hizo popular en la película Los últimos de Filipinas de 1945 dirigida por Antonio Román y que cuenta con letra de Enrique Llovet y música de Jorge Halpern.
Es una película humana que pretende incidir sobre el papel de cada uno. No hay intención de torcer lo que ocurrió", dice el actor catalán Eduard Fernández
Pero la propuesta cinematográfica de Calvo no es un remake de la estrenada a finales de la Segunda Guerra Mundial. Así lo ha afirmado el director que, para documentarse, ha leído La pérdida de Filipinas, el libro publicado en 1904 por Saturnino Martín Cerezo, el militar extremeño que encabezó la resistencia en la Iglesia de Baler, y al que da vida Luis Tosar: "No es un remake de la cinta que se rodó en 1945, mucho más franquista". Mientras la cinta de Román presentaba este capítulo de la Historia como gesta heroica, la versión de Calvo muestra cierta sumisión de una tropa exhausta que obedece las órdenes sin sentido del teniente Martín Cerezo. "La película habla de un momento muy conflictivo, era el desmontaje del Imperio, no había gobierno, sino una regente, y los políticos miraban hacia otro lado", cuenta Calvo durante la presentación del filme en el Museo Naval de Madrid. "Cuando uno ve la película hay muchas cosas que le llevan a pensar a la situación actual, cuando el sueño europeísta se está viniendo abajo", considera.
Para Tosar, la película tiene un "halo antibelicista". "Trata lo absurdo de la guerra, cuatro señores firman cuatro papeles y, a partir de ahí, empieza la desgracia para miles de personas. Así, unos señores que podían venir desde Extremadura, Andalucía, Galicia o Castilla son desplazados los confines del mundo en el siglo XIX. Unos señores perdidos y aterrorizados que no entendían muy bien que hacían allí y, a medida que pasa el tiempo, lo entienden cada vez menos", señala. Y añade que "extrapolado a nuestro tiempo, eso debe ser exactamente lo mismo que le ocurre a cualquier soldado en cualquier conflicto en cualquier parte del mundo, como en Siria". Pero su personaje, el teniente Martín Cerezo, tardará más en cerciorarse del "sinsentido" de una guerra. De todo el destacamento, es el más empecinado en mantener el sitio de Baler. Y lo hará no con mucha transigencia. Una actitud que choca con la del capitán Enrique de las Morenas (Eduard Fernández), que tiene un gran sentido militar, quiere volver a casa al terminar la guerra y cree que algunos solo quieren ponerse medallas. "Es una película humana que pretende incidir sobre el papel de cada uno. No hay intención de torcer lo que ocurrió en función de que parezca antibelicista, está hecha con toda la honestidad que hemos sido capaces", matiza Fernández.
En el rol de Fray Carmelo, un franciscano que, tras una temporada evangelizando en China donde descubrió el opio, acaba en Baler con la única tarea posible de dar la extremaunción a sus harapientos, enfermos y malnutridos compañeros, se sitúa Karra Elejalde. Está de vuelta de todo, pero conecta de forma especial con Carlos (Álvaro Cervantes), un joven que se apunta a eso de la guerra porque le han prometido estudiar Bellas Artes cuando termine. No es el único joven inexperto sitiado en ese reducto filipino. El soldado Carvajal (Miguel Herrán), Jose (Ricardo Gómez), Juan (Patrick Criado) y Moisés (Emilio Palacios) le acompañarán en esta hazaña que, alguno de ellos encajará con optimismo, mientras que otros llegan a gritar desesperados "¡No vais a morir por España, no, vais a morir por gilipollas!". Los otros dos protagonistas que completan el reparto son el teniente Vigil de Quiñones (Carlos Hipólito), el médico del destacamento que representa la sensatez frente la obsesión y el sargento Jimeno (Javier Gutiérrez). "Es muy importante que nuestro cine no deje de contar episodios históricos, tanto que se nos machaca con que somos muy pesados con la Guerra Civil. Creo que hay que contar historias y episodios históricos desconocidos o no tan conocidos para los jóvenes. En este país hay abundante material para hacer cine político", dice Gutiérrez.