Bienestar

Obesidad: desciframos cómo una hormona influye en su desarrollo

La obesidad se caracteriza por la acumulación excesiva del tejido adiposo en el cuerpo, pero no siempre está relacionada exclusivamente con la ingesta calórica o el estilo de vida

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La obesidad es un trastorno metabólico. Los expertos la definen como una enfermedad crónica, progresiva y que afecta aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la vida de quien la padece.  Además, el sobrepeso va de la mano de un riesgo mayor a poder desarrollar enfermedades cardiovasculares, de un incremento de la mortalidad y de una disminución de la calidad de vida.

Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dos de cada tres adultos y uno de cada tres niños presentan problemas de sobrepeso y obesidad en Europa. Es el quinto factor principal de riesgo de muerte en el mundo y cada año fallecen unos 2,8 millones de personas adultas como consecuencia de la obesidad.

La obesidad se caracteriza por la acumulación excesiva del tejido adiposo en el cuerpo, es decir, cuando la reserva natural de energía, almacenada en forma de grasa corporal, se incrementa hasta un punto en que pone en riesgo la salud o la vida. Nutricionistas, endocrinos y especialistas en medicina general intentan concienciar a la población de los terribles efectos secundarios de esta condición y animan a seguir una dieta sana y hacer ejercicio.

Sin embargo, el sobrepeso no siempre está relacionado exclusivamente con la ingesta calórica o el estilo de vida. Hay más de 200 genes asociados a la obesidad y el gen ADIPOQ, que contiene las instrucciones para fabricar una hormona en concreto (la adiponectina) gana cada vez más atención en el ámbito científico.

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La obesidad puede influir en el desarrollo de enfermedades del corazón.Pixabay

¿Una hormona tiene que ver con la obesidad?

Hablamos de la adiponectina, conocida como la hormona quemagrasa o la hormona de la saciedad, pues, al contrario de la leptina, cuánto más delgados somos, nuestro cuerpo libera más adiponectina. Se trata de una citoquina secretada por el tejido adiposo que regula el metabolismo energético, estimula la oxidación de ácidos grasos, reduce los triglicéridos plasmáticos y mejora el metabolismo de la glucosa. Está codificada por el gen ADIPOQ, el cual se expresa solo en el tejido adiposo (grasa corporal).

La concentración de adiponectina en el plasma depende de la edad, etnia y del sexo, ya que es menor en los varones que en las mujeres. En resumen, esta hormona tiene la capacidad de activar el metabolismo y la quema de grasa corporal, reducir el apetito y aumentar la capacidad de los músculos para utilizar los hidratos de carbono en la producción de energía.

Ciertas variantes del gen ADIPOQ se pueden asociar a una disminución de la concentración de esta hormona, lo que podría favorecer el desarrollo de la obesidad. Se sabe, además, que la disminución de la concentración de adiponectina en sangre puede jugar un papel central en el desarrollo de diabetes tipo 2.

Activar la adiponectina

Lo principal para activar esta hormona es mantenerse en el peso ideal para cada edad, complexión y sexo. Esto hace que mejore la sensibilidad a la adiponectina y aumente su secreción. Cuando aumentas de peso se reducen los niveles de adiponectina, sobre todo cuánto más cantidad de tejido graso acumules. Si hablamos de alimentación, es clave que incluyamos en la dieta diaria grasas insaturadas como las que contienen el aceite de oliva virgen extra y el aguacate (monoinsaturadas) y poliinsaturadas como los ácidos grasos omega-3 del pescado azul, los frutos secos y las semillas.

También las proteínas son fundamentales en una alimentación saludable y conviene incluirlas en cada una de las cinco comidas que se recomienda hacer a diario. Esto hará que se se regule la insulina, la hormona responsable del apetito, el peso y la grasa corporal.

Tanto para mantener a raya la obesidad como para tener una buena salud en general, también debemos hacer ejercicio al menos tres o cuatro veces por semana. Para mejorar la salud y el bienestar, la OMS recomienda al menos entre 150 y 300 minutos de actividad aeróbica moderada a la semana para los adultos y una media de 60 minutos de actividad física aeróbica moderada al día para los niños y los adolescentes. 

Se recomienda un mínimo de 20 minutos al día, incluir cardio y fuerza en nuestros entrenamientos semanales y mantener un estilo de vida activo saliendo a caminar, por ejemplo, los días que descansemos del gimnasio. Esos minutos de ejercicio nos pueden ayudar a incrementar los niveles de adiponectina, reducir la inflamación de los vasos sanguíneos y disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Al hacer deporte también hacemos que nuestro nivel de estrés baje.

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No solo la alimentación puede influir en el desarrollo de la obesidad.Pixabay

El código de la obesidad

La buena noticia es que este déficit se puede diagnosticar mediante análisis de sangre y genéticos, lo que permite adaptar los tratamientos y ajustes nutricionales en personas con problemas relacionados con la dieta. Pero ojo, la adiponectina no es la única responsable de problemas como la obesidad y la diabetes. Tal y como señalan los expertos de Vivolabs, hay cientos de genes relacionados con la obesidad y estos son otros de los más comunes:

- FTO: este gen codifica la proteína FTO, asociada a la obesidad por su implicación en mecanismos de saciedad, ganas de comer y ansiedad ante la restricción de alimentos.

- PCSK1: se ha confirmado que ciertas variantes en este gen se asocian a la aparición de obesidad.

- MC4R: este gen codifica el receptor 4 de la melanocortina, cuya activación se ha asociado con la supresión del deseo de ingesta de alimentos. Su falta total de funcionalidad se presenta en el 3-5 por ciento de las personas con obesidad mórbida de comienzo precoz.

En los laboratorios se puede llevar a cabo un estudio de nutrigenética y sobrepeso que nos da un mapa nutrigenético a través de una simple muestra de mucosa bucal y después de 12 días. Este test analiza 16 genes implicados en la respuesta nutricional, los cuales se clasifican según su participación en distintos procesos  fisiológicos:

  • GRUPO I: genes implicados en la regulación central del balance energético y el control de la ingesta.
  • GRUPO II: genes implicados en el metabolismo de los lípidos y la regulación termogénica.
  • GRUPO III: genes implicados en el proceso inflamatorio del tejido adiposo.
  • GRUPO IV: genes implicados en la resistencia a la insulina y la predisposición a la diabetes mellitus tipo 2.

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