En la vida la única papada que nos interesa es aquella que viene del cerdo ibérico. Más allá del fiel amigo de cuatro patas, la realidad es que la aparición de la papada (que tiene varias causas y un diagnóstico claro) aterroriza casi por igual a hombres y mujeres.
Solemos pensar que es culpa de un repentino aumento de peso, pero no solo nuestros bailes con la báscula hacen que aparezca. La edad, la morfología de nuestra cara y ciertas causas genéticas hacen que pueda hacer acto de aparición, dando un aspecto relativamente antiestético a nuestro cuello. Sin embargo, hay un rayo de luz: nuestra postura poca o nada de culpa tiene en su aparición.
Para ello y para ver qué soluciones podemos encontrar, primero vayamos al foco de la cuestión. Realmente, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la papada?
Qué es (y qué no) es la papada
Si decimos que no es oro todo lo que reluce, también deberemos decir que no es papada todo lo que cuelga en nuestro cuello. Suena extraño, pero no cualquier flacidez en el cuello obedece a lo que realmente es la papada. Así lo asegura el doctor Antonio Fustes, Médico Estético en Clínicas Dorsia.
"El exceso de volumen de grasa en la zona superior del cuello, justo debajo de la mandíbula", sintetiza. Este 'sobrante', como tantos otros, suele corregirse con dietas de adelgazamiento, porque "puede estar causado o agravado por el incremento del peso y puede mejorar con la normalización del peso".
Sin embargo, nuestra batalla con la báscula no es la única que puede hacer que nuestro cuello no luzca como el de un cisne. "Hay personas con predisposición genética que tienen pocas variaciones de la papada en relación al peso", explica el doctor Fustes, que nos aclara también lo que no es una papada:
"Existen otros diagnósticos diferenciales que pueden tener indicaciones terapéuticas diferentes, como puede ser la vía aérea protuida hacia adelante o la flacidez facio-cervical", prosigue. De la primera nos comenta que se debe a "que la tráquea esté avanzada en sentido anterior, lo cual no es una papada real", mientras que la segunda "ocurre con el paso del tiempo porque la cara va perdiendo su tonicidad".
De esta segunda, más propia de la edad, encontramos 'culpables' en nuestros tejidos "terminan desplazándose, quedando el exceso de piel en la zona donde la gravedad acumula ese tejido en la zona que coincide con la papada, pero es básicamente piel descendida", advierte.
Tampoco la juventud evitaría esta sugestión, pudiendo dar la impresión de presentar papada. "En pacientes jóvenes, cuando los evaluamos nos damos cuenta de que tienen un hueso mandibular pequeño", prosigue. "Por tanto no sujeta los tejidos de la cara suficientemente y no hacen una delimitación entre la mandíbula y el cuello", ratifica.
Algo en lo que coinciden las doctoras Maritina Martínez Lara, cirujana plástica en Clínica Martínez Lara y vocal de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), y Nélida Grande, directora de CLÍNICAS NG y vicepresidenta de la SECPRE.
"En personas jóvenes se debe a factores anatómicos como proyección del mentón, posición o altura de los cartílagos, si hay sobrepeso, etc. En personas de mayor edad se acentúa o aparece cuando hay cierto exceso de peso. O bien en personas con normopeso al relajarse las estructuras del cuello, los músculos, la piel…", explican.
Un cambio que también acontece a medida que cumplimos años y que convierte lo que denominamos 'papada' en "una mezcla de depósitos de grasa, mala definición de los ángulos del cuello, relajación muscular, descolgamiento de las glandulares salivares… Y, por supuesto, pérdida de tono de la piel", remarcan.
Malos hábitos, papada y soplar velas
Hemos puesto el foco en una mala relación con la báscula, pero ella no es la única responsable que puede acelerar la aparición de la papada, aunque sí es la más notable. También el sol, lo que bebemos, lo que fumamos o incluso el estrés que sufrimos pueden hacer que nuestro cuello no sea de portada de revista.
"Hábitos como el tabaquismo y la exposición solar favorecen una peor calidad tisular", comenta la doctora Martínez Lara, aunque "es más notoria a nivel cutáneo, mientras que la papada depende más de tejidos profundos como la grasa, las glándulas o los músculos".
En cualquier caso, eso no quita que "el alcohol suele venir asociado al sobrepeso, si se convierte en un hábito social y suele conllevar que se coma más o peor", pero, sobre todo el temido efecto yoyó o rebote en nuestra báscula no nos hará ningún favor: "los cambios de peso dañan mucho los tejidos y pueden hacer que la papada se evidencie más", agrega la vocal de la SECPRE.
Un incremento que unos kilos de más acaban centrándose en las más visibles de nuestro cuerpo y que, según la opinión del doctor Fustes, "se debe tener en cuenta que el tiempo agrega flacidez a los tejidos", razón por la que "empeora la papada y el exceso de piel, donde la suma de ambos factores hace más difícil recuperar la zona de manera no quirúrgica".
Los que sí pueden respirar tranquilos son aquellos que creen que su postura contribuye a que la papada crezca a sus anchas. Algo que ratifica la doctora Martínez Lara: "los errores posturales simplemente la pueden hacer más evidente pero no hacen que aparezca antes ni la causan".
Busquemos soluciones
Comer menos, hacer más deporte -en líneas generales- o prescindir de alimentos demasiado grasos entran dentro de las formas con las que intentar corregir esta aparición, pero no podemos hablar de magia al hablar de prescindir de la papada.
Lo que sí es importante es mantener, en la medida de lo posible, buenas rutinas de cuidados, del mismo modo que haríamos con la cara o el cabello. Para ello, el doctor Fustes, de Clínicas Dorsia, apuesta por varios habitantes frecuentes de nuestras estanterías del baño: "Hidratantes, vitamina C en crema, ácido hialurónico y protección solar deben ser parte del cuidado diario del cuello", aunque deja un matiz con los retinoides porque "pueden irritar la tan especial piel del cuello", por lo que su recomendación es "no utilizarlos más de dos noches por semana".
En cualquiera de los casos, las pautas del doctor Fustes son las que están detrás de cualquier buena tonificación habitual como son "mantenerse en el pero correcto, fortalecer los músculos del cuello, en especial el trapecio, cuidar la piel del cuello" y no dejar de lado la medicina para "tratar los problemas de mandíbulas hipotróficas y la flacidez facial lo antes posible".
En manos de profesionales
Pensar que solo nuestro dni tendrá que ver a la hora de temer por la papada es un error, como lo es pensar que la solución no solo pasa necesariamente por los liftings, sobre todo cuanto más jóvenes somos.
Es por eso que el doctor Fustes habla de varias alternativas como "la cirugía para papadas reales", pero no es el único remedio con el que trabajan en Dorsia, ya que existen tratamientos con acido desoxicólico (Belkyra) que "destruye la grasa con la ventaja de provocar la adherencia de la piel dejando menos flacidez" y que puede necesitar "no más de tres sesiones, separadas entre dos y tres meses por sesión".
Sobre la liposucción cervical se manifiestan las doctoras Martínez Lara y Nélida Grande, que advierten que "solo funciona si la piel o el resto de estructuras mantienen buen tono". Lo que también nos trasladaría a un caso distinto en el supuesto de hablemos de "una verdadera relajación tisular o la grasa está en planos profundos", donde "solo el lifting cervical resuelve esto, que es lo habitual, pues hay poca grasa en el plano superficial".