¿Los milagros existen? Parece que nutricionalmente no, o no al menos con la famosa pasta de konjac (que no es un cereal, sino un tubérculo) y que se ha colado por las rendijas de lo dietético preconizando pocas calorías (prácticamente cero) y un poder saciante que la eleva a los altares de lo más demandado en lo que a adelgazamiento se refiere.
Sin embargo, en la existencia de esta 'pasta' de origen oriental también hay margen para ciertos claroscuros que se deben examinar antes de que pensemos que estamos ante el producto definitivo. Sí, es cierto que su contenido calórico es paupérrimo y que por tanto no vamos a engordar nada consumiéndola por sí sola, pero no hay que quedarse solo en los hipotéticos beneficios.
No tener calorías implica no tener nutrientes, porque al final la ingesta calórica depende de los hidratos de carbono, las grasas o las proteínas, de las cuales nuestra blanca e inocua amiga está completamente exenta. Pura fibra, literalmente, es lo que ofrece esta pasta que verás en forma de fideos y que es fácil de encontrar en herbolarios, tiendas de dietética y ciertos establecimientos de cocina oriental.
Por eso, antes de que te eches en sus brazos y lo metas en tu cesta de la compra como remedio adelgazante de primer orden, conviene que sepamos a qué nos enfrentamos con sus pros y sus contras.
Qué es la pasta de konjac
Seguramente pensemos que al referirnos a pasta, hablamos de un elaborado de la harina de cereal, pero en este caso no es exactamente así. En este caso nos referimos a las raíces tuberosas (tubérculos) de una planta asiática llamada Amorphophallus konjac, la cual tiene bastantes usos culinarios en China, Japón y Corea, de donde es originaria. Debido a su gran viscosidad, es habitual que en la cocina se utiliza como harina, como agregante o como gelatina, razón por la que es frecuente que se use en mermeladas.
Una vez seca, se tritura y mezcla con agua, elaborándose una pasta con ella, encontrándose con facilidad en los clásicos puntaletes (imitando al arroz), a los fettucini y linguini -amén de otras pastas italianas- o a los clásicos udon japoneses.
Su misterio y diferencia está en que esta raíz es rica en glucomanano, una fibra vegetal no digerible pero soluble en agua, cuya principal virtud está en aumentar su volumen en contacto con el agua. Por este motivo, su capacidad saciante es tan alta
Qué beneficios tiene la pasta de konjac
La encontramos ya en nuestros comercios, pero la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria por sus siglas en inglés) lo considera un complemento alimenticio -no un alimento-, bajo el paraguas de la goma de konjac y el glucomanano de konjac, cuya absorción de fibra multiplica por 50 su volumen dentro del estómago.
Por este motivo, lo encontramos de dos formas. En su variante como complemento alimenticio en forma de pastillas, las cuales no deben excederse en más de cuatro gramos diarios, según recomienda la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), dando ciertas pautas de cómo consumirlo.
- Tomar el producto con mucha agua para asegurarse de que la sustancia llega al estómago.
- Se advierte de peligro de asfixia para personas con problemas de deglución.
- No ingerir justo antes de acostarse.
- Evitar el consumo junto con medicamentos y otros complementos alimenticios a base de fibra.
- Los pacientes con diabetes deben consultar con su médico antes de ingerir este complemento alimenticio.
De esta forma, utilizado bajo el conocimiento médico y dentro de una dieta equilibrada, el uso del glucomanano puede tener ciertas ventajas como mantener niveles normales de colesterol sanguíneo, ayudar a adelgazar cuando se siguen dietas bajas en calorías, favorecer una alta motilidad intestinal evitando el estreñimiento y contribuir a menores niveles de azúcar en sangre.
La otra opción de su consumo, la que mencionamos con pasta de konjac, alude a la ingesta de unos 100 o 120 gramos de pasta ya cocida, la cual dentro de esas dietas equilibradas puede ser utilizada por su efecto saciante, aunque siempre en conocimiento médico y con una correcta supervisión tanto de dietistas como de nutriólogos.
Las desventajas del konjac
Si concebimos el fin de la alimentación como la necesidad de nutrirnos, veremos que con el konjac no estamos añadiendo a nuestro cuerpo nada más que un efecto saciante. Para hacernos una idea, 100 gramos de esta pasta ya cocida tiene entre 6 y 10 kcal, por compararlo, ni el apio se acerca a esos guarismos (16kcal por cada 100 gramos). Lejísimos de las entre 300 y 400 kcal que tienen 100 gramos de una convencional, ya sea blanca o integral.
Aparcar así las calorías tiene sus inconvenientes, lógicamente. El aporte calórico y energético de los alimentos que ingerimos proviene de los hidratos de carbono, de las grasas y de las proteínas, teniendo también aparejados otros micronutrientes como vitaminas o minerales. Sin embargo, no tiene ningún tipo de nutriente, por lo que lo único que vamos a conseguir es saciarnos, quitándonos el hambre pero no obteniendo ningún tipo de beneficio nutricional.
A ello se suma que es insulsa e insípida y que su textura no es especialmente agradable por regla general, ya que es bastante viscosa y densa, por lo que no se recomienda su administración a personas con problemas de deglución, con estenosis esofágica (estrechamiento esofágico) o en menores de edad.
Más allá de lo palatable, el hecho de que no sea especialmente apetitosa, puede ocasionar que la consumamos con productos muy calóricos o excesivamente sazonados, por lo que podamos correr el riesgo de añadir aditivos para darle sabor, perdiendo parte de sus virtudes saciantes.
Por otro lado, no debemos olvidar que el glucomanano es una fibra y por tanto arrastra el alimento digerido. Lo que puede sonar a ventaja, al favorecer el tránsito intestinal y el aumento del volumen fecal, también puede ser una contrapartida al 'barrer' con más facilidad con los nutrientes aún por absorber, limitando aún más las virtudes nutritivas de lo que hayamos ingerido.
Lo mismo que puede ocurrir generando ciertos problemas gastrointestinales como flatulencias, molestias abdominales (como la hinchazón) o limitar la biodisponibilidad de fármacos que se administren al mismo tiempo, ya que esa fibra los acabará 'arrasando' antes de que se asimilen.