Si alguien le pidiera señalar un lugar con fauna venenosa, ¿cuál vendría a su mente primero? Puede que Australia, con sus infames serpientes, como la taipán interior (Oxyuranus microlepidotus). O, quizás, Brasil, donde campan a sus anchas temidas criaturas como el escorpión amarillo (Tityus serrulatus). Mucho menos probable es que pensara en una región de Europa. Y es que el Viejo Continente no se caracteriza por poseer una fauna especialmente amenazadora.
Sin embargo, en los últimos años ha aumentado en la Europa meridional el temor a una pequeña criatura de ocho patas, especialmente cuando se publican casos de muertes atribuidos a este artrópodo. El último conocido ocurrió este mismo verano en la localidad italiana de Bari, donde un joven de 23 años falleció por la presunta picadura de una araña violinista, conocida también como reclusa parda o araña de los rincones. Apenas un mes antes, un policía de 52 años de Palermo murió por la misma causa.
Las dos arañas con peor fama de España
Si tuviera usted muy mala suerte y fuera metiendo las manos en sitios poco aconsejables, un paseo por la naturaleza española podría depararle una picadura dolorosa de alguno de los arácnidos más grandes de la fauna nacional, como la araña de los alcornocales (Macrothele calpeiana) o la araña lobo (Lycosa tarantula). Sin embargo, en la región mediterránea sólo hay dos especies de araña cuya picadura se considera clínicamente relevante: la viuda negra europea (Latrodectus tredecimguttatus) y la violinista mediterránea (Loxosceles rufescens).
La peor fama siempre ha recaído sobre la viuda negra, pero no hay casos documentados de fallecimientos provocados por la mordedura de su variante europea. Además, los encuentros con este llamativo animal son poco frecuentes, ya que su distribución es más bien rural y construye telarañas irregulares bajo la corteza de árboles o rocas. Los efectos neurotóxicos de su veneno para los humanos son conocidos en su mayoría: un complejo cóctel de moléculas, denominadas en su conjunto latrotoxinas, afectan a la transmisión nerviosa, al funcionamiento del músculo cardiaco y de los músculos lisos, causando un síndrome llamado latrodectismo.
La araña violinista, llamada así porque suele presentar una pequeña mancha oscura con forma de violín en el cefalotórax, es harina de otro costal. Aunque también es posible encontrarla en el campo, en la actualidad podría ser considerada prácticamente una especie sinantrópica. Esto quiere decir que tiene tendencia a vivir en estrecha proximidad con los humanos, siendo común en el interior de las casas, garajes o lugares de trabajo. Allí, muestra preferencia por escondites oscuros y polvorientos, como detrás o debajo de muebles grandes, donde puede pasar largos periodos de tiempo inadvertida.
Araña violinista. Timothy Dykes en Unsplash, CC BY-SA
Un veneno diferente
Al contrario de lo que ocurre con el veneno neurotóxico de las viudas negras, el de las arañas de la familia de los sicáridos, al que pertenece la violinista, posee una acción necrótica (muerte de tejido corporal). Entre las muchas proteínas que se encuentran en su veneno están las enzimas fosfolipasas, que degradan las membranas de las células y rompen los vasos sanguíneos. Ambos efectos combinados suelen provocar un cuadro local en la zona de la picadura que implica hinchazón, enrojecimiento y picor durante pocas semanas.
En un pequeño porcentaje de los casos, la zona central de la picadura puede desarrollar una lesión necrótica, donde el tejido muere y acaba desprendiéndose, para cicatrizar al cabo de algunas semanas.
En general, este conjunto de síntomas se denomina loxocelismo cutáneo y, salvo que la picadura ocurra en áreas particularmente sensibles del cuerpo, como puede ser la cara, no suele tener mayores consecuencias. Además, la evolución necrótica es menos frecuente con la araña violinista europea que con algunos de sus congéneres americanos (L. reclusa y L. laeta), que son considerados un problema relevante de salud pública en países como Chile, Argentina o Perú.
En algunas pocas ocasiones, la necrosis producida por la picadura de la araña violinista puede alcanzar el músculo subyacente y generar un síndrome tóxico sistémico, que incluye síntomas como fiebre o dolor muscular y articular. En estos casos se habla de un loxoscelismo cutáneo-visceral que, de forma muy excepcional, puede conducir a un cuadro agudo de hemolisis (destrucción de células sanguíneas), fallo renal, shock y, eventualmente, la muerte.
La Loxosceles en España
L. rufescens, es una especie propia de la región mediterránea y lleva miles de años conviviendo con nosotros. Pero su picadura es muy poco frecuente y los datos oficiales y fiables sobre los casos de mordedura son muy escasos. Incluso en aquellas ocasiones en las que se presenta una evolución clínica más seria, el paciente rara vez captura, o incluso detecta, al animal que le picó, por lo que la mayoría de las veces no se puede confirmar el diagnóstico de loxoscelismo.
Así lo señalan también investigadores multidisciplinares coordinados por un grupo de la Universidad de las Islas Baleares en un artículo en el que analizan cuatro casos de presunta mordedura recientes, y otros doce documentados en España entre 2005 y 2021.
Hasta el momento no se ha atribuido oficialmente ninguna muerte humana a la picadura de este arácnido en nuestro país. El por qué en Italia han fallecido varias personas en los últimos años por presunto ataque de araña violinista es aún un misterio. Es posible que sólo se trate de una curiosidad estadística o de una serie de juicios clínicos equivocados.
También podría ocurrir que, debido a la globalización comercial y a la cotidianidad actual de los desplazamientos intercontinentales, las mordeduras italianas se hayan debido a ejemplares de las especies americanas de Loxoceles, introducidas accidentalmente en Europa.
Así ha ocurrido en varias ocasiones con ejemplares del mucho más peligroso género Phoneutria, que incluye a las famosas arañas errantes del banano. Estas arañas han aparecido en excepcionales ocasiones en cargamentos importados de América del sur. Sin embargo, no hay constancia oficial de ninguna población estable de violinistas americanas ni de Phoneutria en Europa.
¿Preocuparse o no preocuparse?
La aracnofobia, tan ampliamente extendida, se alimenta con éxito en películas y libros de terror, así como en publicaciones sensacionalistas en prensa no especializada. Pero la realidad es bien diferente y, al menos en Europa, la amenaza que pueda suponer cualquier especie de araña es casi insignificante.
En un periodo de 23 años, se registraron 1.691 fallecimientos atribuidos a picaduras de himenópteros (avispas, avispones y abejas) en el viejo continente, y la mayoría de las personas no salimos corriendo porque una laboriosa abeja se acerque a oler la mermelada de nuestra tostada.
El hecho de que los fallecimientos por supuesta mordedura de araña en un periodo similar se puedan contar con los dedos de una mano pone en contexto la realidad de la situación.
Las arañas violinistas son poco agresivas y suelen atacar sólo cuando son molestadas directamente. Por tanto, despreocúpese. Si tiene la precaución de limpiar de vez en cuando bajo el sofá o detrás del armario y se pone unos guantes cuando vaya a retirar esos muebles, la probabilidad de que una picadura de Loxosceles le lleve a un hospital no es muy diferente a la de que le alcance un rayo.
Rick Visser, Profesor Titular de Universidad en el área de Fisiología Animal, Universidad de Málaga.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.