Entre 1942 y 1943 los bombardeos de los aliados sobre las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial se intensificaron hasta un límite nunca visto. Al final de guerra, los escuadrones eran capaces de soltar hasta 2.000 toneladas de explosivos en un solo bombardeo, causando una destrucción masiva no solo donde caían sino a una gran distancia, debido a los efectos de la onda expansiva.
Los efectos de la onda expansiva de las bombas se notaron a una altura de hasta 1000 km
Ahora, un equipo de investigadores británicos acaba de descubrir que los efectos de aquella ola de destrucción se dejaron sentir no solo en tierra, sino también en los límites superiores de la atmósfera y en concreto en la ionosfera, cuyo grosor adelgazó violentamente como consecuencia de los bombardeos. En un trabajo publicado este miércoles en la revista Annales Geophysicae, el equipo del profesor de física atmosférica Chris Scott revela que la onda expansiva afectó de manera significativa a esta capa de la atmósfera altamente ionizada a una altura de hasta 1.000 km.
El estudio se basa en los registros realizados en el centro de investigación por radio de Slough, en Reino Unido, entre 1943 y 1945. En este lugar se enviaban a diario pulsos de radio en frecuencia de onda corta a una altura entre 100 y 300 km para medir el nivel de concentración de partículas ionizadas en esta capa que hace rebotar las ondas de radio y permite las comunicaciones. Al confrontar las variaciones de la ionosfera con las fechas en que se registraron 152 grandes bombardeos aéreos en Europa, los autores descubrieron que la concentración de electrones caía significativamente como consecuencia de la onda expansiva causada por las bombas que detonaban en la superficie. Su explicación es que estas ondas de choque calentaron la parte superior de la atmósfera aumentando la pérdida de ionización.
“Las imágenes de barrios reducidos a escombros por toda Europa debido a los bombardeos aéreos durante la guerra son un recordatorio de la destrucción que pueden causar las explosiones provocadas por el hombre”, asegura Scott. “Pero el impacto de estas bombas al ascender hacia la atmósfera terrestre no había sido descubierto hasta ahora”. En su opinión, es asombroso ver cómo las ondas de estas explosiones pueden tener efectos en el límite del espacio. “Cada bombardeo desataba una energía equivalente a las de 300 rayos de tormenta”, recuerda. El registro histórico también muestra que los aviones de cuatro motores de los aliados podrían transportar muchas más bombas que los bimotores de la Luftwaffe y artefactos más pesados, como la famosa y destructiva ‘Grand Slam’, que alcanzaba las diez toneladas.
“Las tripulaciones implicadas en estos bombardeos informaban de daños en sus aeronaves debido a la onda expansiva de las bombas, a pesar de volar por encima de la altitud recomendada”, asegura Patrick Major, historiador y coautor del estudio. Los supervivientes de los bombardeos recuerdan haber sido desplazados a menudo como consecuencia de las explosiones de bombas aéreas y que las puertas y ventanas volaban por los aires.“La energía sin precedentes de estos ataques”, explica Major, “ha resultado útil para que los científicos midamos el impacto que aquellos eventos pudieron tener a cientos de kilómetros sobre la superficie terrestre, además de la devastación que causaron en tierra”.
“Las tripulaciones informaban a menudo de daños en sus aeronaves debido a la onda expansiva”
Desde hace tiempo conocemos cómo algunos fenómenos naturales, como la actividad solar, pueden alterar la ionosfera, cuya estabilidad es esencial para las comunicaciones por radio, los sistemas de gas, el radar y los sistemas de radiotelescopio. Ahora sabemos también que los bombardeos pueden alterar esta capa atmosférica y los nuevos datos pueden ayudar a calibrar qué energía se energía para provocar estos cambios y qué efectos pueden tener sobre las comunicaciones y, en general, sobre nuestras vidas.
Referencia: The ionospheric response over the UK to major bombing raids during World War II (Annales Geophysicae) https://doi.org/10.5194/angeo-36-1243-2018