El pasado 15 de junio, un incendio forestal en la localidad de Corbera d’Ebre, en Tarragona, saltó a los grandes titulares porque las llamas estaban haciendo estallar algunas de las bombas de la guerra civil que quedaron sin explotar en la zona. “Aquella tarde se oyeron más de 50 explosiones, sobre todo en las primeras horas”, explica a Vozpópuli Antoni Álvarez, alcalde del municipio, quien recuerda que aquella circunstancia obligó a detener las tareas de extinción en uno de los flancos. "Aquí hubo una de las batallas más sangrientas de la guerra civil, cuando se retiraban los republicanos”, señala. “Se tiraron muchas bombas y morteros. Cada vez que hay un incendio sale algo”.
"En esta zona todos los años nos encontramos con alguno de estos episodios”, confirma Ricard Expósito, jefe de bomberos de la Región de Emergencias de las Tierras del Ebro. “En Corbera hubo alguno muy potente, la mayoría de mortero. Pero muchas veces el mayor peligro son las balas. A veces salen disparadas y las oyes silbar. Lo que hacemos es sacar al personal de la zona e intentar atajar el incendio en un lugar donde sea más seguro”.
Debido a la proliferación de incendios cada vez más intensos, el escenario vivido en Corbera no es una excepción. En aquella ocasión los efectivos contaban con la posibilidad de encontrarse con artefactos explosivos, pero otras veces se adentran en una zona con material bélico sin saberlo. Es lo que le pasó a José Pedro Hernández y a sus compañeros de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) cuando intentaban atajar el incendio declarado en la localidad madrileña de Robledo de Chavela en 2020. “Estábamos trabajando con una brigada aerotransportada, haciendo una línea de defensa en el flanco derecho, cuando empezaron las explosiones”, recuerda. “Nos tuvimos que salir de la línea, estallaron a unos 200 o 300 metros”.
“Previamente no sabíamos que había sido una zona de guerra”, reconoce por teléfono otro de los bomberos que estuvo en la zona aquel día, que prefiere no ser identificado. “Eran sobre las 7 de la tarde cuando sonó el primer artefacto. Recuerdo tres explosiones muy seguidas, en unos 20 minutos. Se paró la extinción y luego nos avisaron que era una zona de proyectiles. Eran obuses de 70 mm de diámetro”.
Estallidos en la línea XYZ
En sus 23 años de experiencia, José Bolumar, jefe de Unidad de Bomberos Forestales en Castellón, ha intervenido en cientos de incendios y conoce de primera mano el problema. En la zona donde él trabaja estuvo situada la denominada línea XYZ, el último cinturón de defensa del gobierno republicano, que quedó sembrado de bombas sin explotar. “Hay incendios en los que escuchas tres granadas y otros en los que suenan veinticinco”, explica. “Y piensas ‘aquí ha habido mucha chicha’.
"A veces escuchas la explosión lejos, otras veces está solo a 100 metros”
Aunque él y su equipo conocen bien la zona, siempre viven esta situación con la tensión que produce no saber dónde les espera el peligro. En la memoria tiene el incendio del año 2000 en Xérica, donde sospecha que se quemó un antiguo polvorín, o el fuego en Les Useres, en 2007, en el que una enorme explosión hizo el silencio en las comunicaciones. “Nosotros estamos en la línea misma de fuego”, comenta. “A veces escuchas la explosión lejos, como si escucharas petardos o un castillo de fuegos artificiales, otras veces está solo a 100 metros”.
El episodio más reciente y preocupante ocurrió en octubre de 2020, cuando él y su equipo intervinieron en un incendio en Bejís. “Sonaron varias explosiones y estábamos atentos”, explica. “Pero más tarde encontramos una granada sin explotar en la línea de fuego”. “Me la encontré en un sitio de paso, habríamos pasado por allí treinta personas durante toda la noche varias veces”, recuerda Carlos Escamilla, el bombero de la unidad de Bétera que halló el artefacto. Como curiosidad, tras avisar a la Guardia Civil, los agentes encontraron y detonaron una segunda granada antes de localizar y hacer explotar la suya. “Aquello está sembrado”, observa. “Sobre todo en las zonas más recónditas”.
Según datos oficiales, hasta 2019 la Guardia Civil había detonado más de 30.000 artefactos de la guerra civil, lo que da una idea de la cantidad de material que puede haber todavía en el terreno y el peligro al que se enfrentan los bomberos. Aquel día de 2020 Escamilla y los suyos tuvieron suerte, pero podían haberse convertido en las primeras víctimas de un accidente de este tipo.
Un mapa de bombas
Por todos estos motivos, José Bolumar publica un artículo en la revista Incendios y Riesgos Naturales (RIyRN) de este mes en el que propone una estrategia de coordinación para intentar reducir el riesgo al que se ven expuestos los bomberos en este tipo de incendios. Como principales problemas, Bolumar señala que no existe un mapa de riesgos que indique los lugares especialmente peligrosos ni un procedimiento de actuación explícito ante estas situaciones, además de que el personal que interviene no siempre sabe distinguir si el material con el que se encuentra es peligroso o no.
No existe un mapa de riesgos que indique los lugares especialmente peligrosos ni un procedimiento de actuación explícito
“La existencia de munición de guerra en nuestros bosques es una realidad que no podemos obviar ya que es un riesgo al que se expone todo el personal que se dedica a la extinción de incendios forestales”, escribe el especialista. Su propuesta es reducir el peligro mediante quemas controladas - como ya se hace en otros países - y generar una serie de mapas a partir del cruce de bases de datos que indiquen las zonas de especial riesgo. En definitiva, que se establezca un protocolo para que los bomberos acudan bien informados a estos lugares.
Partiendo del hecho de que la frecuencia de incendios en una zona hace que disminuya el peligro - pues la mayoría de explosivos en la zona ya han detonado por el fuego - Bolumar sugiere superponer las capas de zonas con alta actividad durante la guerra - disponibles en los mapas del archivo general militar de Ávila - con las capas de incendios forestales de que disponen los propios bomberos. De este modo, señala, se podrían distinguir las áreas “calientes”, donde el peligro es mucho mayor. “Solo siendo conscientes del peligro y planificando soluciones, seremos capaces de reducir el riesgo que suponen este tipo de situaciones”, insiste.
Se trata de distinguir las zonas “calientes”, donde este riesgo es mucho mayor
Un trabajo conjunto
Los esfuerzos de Bolumar en este sentido no son los únicos. El equipo de Ricard Expósito, en la zona de la batalla del Ebro, se coordina desde hace un tiempo con el personal que trabaja por la recuperación de la memoria histórica, tanto para la localización de restos humanos - que también aparecen de vez en cuando tras el fuego - como para conocer la localización de los artefactos. “Estamos intentando notificar las zonas donde hubo los enfrentamientos más violentos, aunque también los hemos visto en zonas donde fueron más esporádicos”, explica a Vozpópuli. "En general siempre encontramos más proyectiles en las partes más altas, donde coincidía que estaban las trincheras, más fácil que en los fondos de valle, donde nadie se atrincheraba".
“Tenemos la información de los históricos de incendios, sabemos la recurrencia, pero eso hay que cogerlo un poco con pinzas”, advierte, “porque los incendios de los años 60 y 70 no tenían tanta intensidad como para hacer estallar los artefactos, ya que sucedieron cuando empezó el abandono rural, y aún no había suficiente combustible”.
A su juicio, el hecho de que las bombas más peligrosas ardan a mayor temperatura supone una cierta ayuda frente a este riesgo. “Nosotros normalmente no estamos en la parte que el fuego arde con más intensidad y eso garantiza que no estemos cerca”, apunta. “Aún así hay que tener en cuenta la proyección de la metralla, y estar alejados a al menos unos 100 o 200 metros de donde arde con más fuerza".
“Ahora el monte es un polvorín. Todos esos proyectiles han estado dormidos, pero pueden despertar”
Los bomberos forestales consultados por Vozpópuli coinciden en la necesidad de aumentar el esfuerzo de seguridad en este aspecto. “A lo mejor, localizar esas zonas y que lo tengan en cuenta a nosotros nos da una información antes de salir”, valora José Pedro Hernández. “Sigue estando a la orden del día, es un riesgo más a tener en cuenta”, señala. ¿Son escenarios de riesgo? Evidentemente las probabilidades de que suceda una desgracia son bajas, pero existen y hay que tomar precauciones”, añade Expósito.
“Todo lo que se haga para mejorar la seguridad es bueno, porque a fin de cuentas muchas veces nos metemos en zonas totalmente desconocidas y vamos un poco a ciegas”, reconoce Alejandro Sánchez, bombero de las BRIF. “Ahora el monte es un polvorín. Todos esos proyectiles han estado dormidos todos estos años, el incendio calienta el suelo y con cualquier mínima vibración se despiertan”, advierte. “Y puede que tú pases por allí”.
Referencia: Unexploded Ordance (Uxo) en incendios forestales. Un problema complejo y un riesgo latente (Revista Incendios y Riesgos Naturales (RIyRN)