Cuando el dentista estadounidense Walter Palmer mató al león Cecil el pasado 1 de julio de 2015 en Zimbabue se convirtió en una especie de enemigo público para muchos amantes de la naturaleza. Aunque hubo algunos intentos de juzgarle por los hechos, el gobierno admitió que Palmer tenía "todos sus papeles estaban en regla" y había pagado legalmente 40.000 dólares por cazar al animal. Su caso forma parte de un sistema extendido por toda África en el que se permite cazar determinadas piezas a cambio de dinero. En algunos casos se asegura que esta recaudación sirve para mejorar la conservación de las reservas y en otros se trata de mero lucro particular a cambio de destrozar el ecosistema. Pero, ¿cuál es el impacto de estas prácticas sobre las especies amenazadas?
El equipo de Nigel Leader-Williams, de la Universidad de Cambridge, ha estudiado la evolución de la población de leones en la reserva de caza Selous, al sureste de Tanzania, entre 1996 y 2008. Este país alberga a la mitad de la población de leones salvajes del mundo y es además el principal destino de los cazadores deportivos en África. Aunque las licencias las conceden empresas privadas, es el gobierno el que otorga a cada compañía la zona en la que pueden actuar los cazadores y las cuotas de caza por cada bloque.
La reserva de Selous también está dividida en bloques cuyos derechos de caza están concedidos a diferentes empresas y con distintos plazos de duración. Lo que ha visto el equipo de Leader-Williams, y lo que explican en un trabajo publicado en la revista PLOS ONE, es que los niveles de caza fueron sostenibles en aquellos bloques que pertenecieron a la misma compañía durante más de diez años y mantuvieron el hábitat para las especies amenazadas. En las que se concedían a corto plazo, en cambio, se cazaban más leones y se tendía a la sobreexplotación. Esto es una importante conclusión para la conservación de los leones, aseguran los autores, puesto que la presión humana está restringiendo su hábitat a estas reservas.
Los investigadores aseguran que las empresas que tienen los derechos de caza a largo plazo tienden a manejar los recursos de forma más sostenible que las otras y explican que la caza deportiva de leones puede ayudar a su conservación, puesto que estos animales necesitan grandes espacios para vivir y la conservación de estas zonas es muy costosa. El problema, aseguran, es que el gobierno concede estos derechos de explotación a bajo precio y por poco tiempo, además de establecer cuotas de caza demasiado altas. Manejando estas herramientas, aseguran, se podría contribuir a la supervivencia de las especies amenazadas por el propio interés de la industria de los cazadores.
No es la primera vez que este tema se somete a al análisis de los expertos. En Zambia un estudio reciente sugería que combinando periodos de caza con periodos de descanso se podía obtener un modelo sostenible de caza de leones. El problema es que los cazadores suelen matar al macho dominante de la manada y los machos jóvenes que se convierten en líderes lo primero que hacen es exterminar a las crías, con lo que eso supone para la población de leones. Este problema no se produce con otras poblaciones de animales, como los rinocerontes, donde la licencia se concede para matar a machos viejos y agresivos que en ocasiones matan a sus congéneres. Con esta especie, por ejemplo, se han producido algunos avances gracias a la concesión de licencias de caza. Un estudio realizado en 2005 por Leader-Williams y publicado en el Journal of International Wildlife Law and Policy describía cómo la legalización de la caza del rinoceronte blanco en Sudáfrica motivó a los propietarios a reintroducir esta especie en sus tierras y la población pasó en pocos años de apenas un centenar de ejemplares hasta la increíble cifra de 11.000 rinocerontes.
En 2011, Leader-Williams también defendió en la revista Science que la caza controlada de en Zimbabue había beneficiado a la población de elefantes. "Legalizar la caza deportiva ha doblado el área que el país dedica a la vida salvaje", escribía. El hecho de que los propietarios privados dedicaran sus tierras a este objetivo a cambio de un beneficio económico aumentó las zonas salvajes y atenuó el principal problema de estos animales: que se quedan sin hábitat y terminan abatidos o envenenados por la población local. El sistema no funciona con todas las especies y debe tener como condición indispensable que las personas que se benefician destinen parte de los ingresos a la propia conservación del ecosistema. Siguiendo estas sencillas pautas, y por contraintuitivo que parezca, permitir la caza controlada de especies podría contribuir a su conservación.
Referencia: Sustainability and long term-tenure: lion trophy hunting in Tanzania (PLOS ONE)