En medio de la mayor campaña de desinformación de la historia, librada con la complicidad de redes sociales como Facebook, el editor jefe de la revista Science, H. Holden Thorp, publica un editorial en el que lanza una interesante pregunta: “¿Cuál es la posición más adecuada para la comunicación de la ciencia en lo que se refiere a las redes sociales? ¿Dejar de ser amigos de Facebook o le vencemos en su propio juego?
En el artículo, titulado provocativamente “¿Es hora de dejar Facebook?” (“Time to unfriend Facebook?”), Thorp recuerda que en los últimos 18 meses - y particularmente en el contexto de la pandemia de coronavirus en Estados Unidos - a la ciencia le ha costado más que nunca hacer llegar sus mensajes. “No importa los años que llevemos fracasando en convencer a gran parte del público sobre el cambio climático; la pandemia ha revelado una impactante ineptitud por parte del establishment científico para transmitir mensajes sobre mascarillas, vacunación o los peligros de consumir medicamentos para caballos y limpiadores de acuarios, incluso frente al creciente número de muertos por COVID-19”, escribe.
Facebook favorece la desinformación
A juicio de Thorp, una de las claves durante la presente crisis de salud pública ha sido la habilidad de las “fuerzas anticientíficas” de sacar partido de las redes sociales como Facebook. El autor del editorial se remite a un reciente libro publicado por las periodistas del diario The New York Times Cecilia Kang y Sheera Frenkel (“An Ugly Truth: Inside Facebook’s Battle for Domination”) en el que denuncian como esta red social “llena sus arcas explotando la propagación viral de información errónea mientras trata de convencer a todos de su noble misión de conectar el mundo”.
El problema es que la herramienta está diseñada para que la desinformación se propague como la pólvora, pues consigue muchísima más implicación de los usuario (“engagement”) que la información científica correcta e incluso los grandes medios.
A diferencia de lo que ocurre con las posiciones anticientíficas, que ignoran los matices y advertencias y apelan a lo emocional e inmediato, la comunicación de la ciencia está basada en la premisa de que las respuestas son provisionales y son más los grises que los blancos y negros, lo que las hace menos apetecibles para los usuarios de la red social. Y no solo eso, recuerda Thorp, los defensores de las más diversas locuras también cuentan con superfiguras públicas como Ben Shapiro y Dan Bongino, cuyos seguidores creen a pies juntitas digan lo que digan.
Rechazar el juego duro en la red social, opina Thorp, no es útil ni para la ciencia ni para la sociedad.
Es por este motivo que Thorp cree que los científicos deben hacer un esfuerzo y entrar a la red social a combatir en igualdad de condiciones. “Por muy tentador que sea para los científicos frustrados borrar su cuenta de Facebook y evitar esta basura, Kang cree que una aproximación mejor es implicarse de forma más agresiva estando presentes “ahí fuera”, compitiendo por la atención de la gente con las mismas reglas”, escribe el editor de Science. Rechazar el juego duro en la red social, opina, no es útil ni para la ciencia ni para la sociedad.
Confianza en las personas
“La pandemia ha visto el aumento de numerosos científicos en Twitter que han acumulado un número relativamente grande de seguidores, pero su presencia en Facebook es mucho menor. Aunque Twitter es una poderosa plataforma para mensajes políticos que reciben ‘me gusta’ y retuitean, las personas tienden a confiar en las personas que conocen en Facebook, lo que lo hace poderoso para cambiar corazones y mentes”. “Para luchar en esta arena, la ciencia necesitará encontrar sus propias superfiguras que puedan competir directamente con los Shapiros y Bonginos del mundo de la anticiencia”, reclama.
Lo que propone Thorp es que los científicos en ejercicio y los comunicadores de la ciencia aprendan a explotar las vulnerabilidades del algoritmo tan bien como han hecho los vendedores de crecepelo las redes sociales y hace una última advertencia a aquellos que creen que la ciencia y los hechos se impondrán por su propio peso. “Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los científicos se han aferrado a la idea de que si se mantienen objetivos y afirman la ciencia, el resto del mundo los seguirá”, asegura. “A medida que avanza el cambio climático y los ciclos de la pandemia, es hora de afrontar el hecho de que esta vieja noción es ingenua”.
“Yo abandoné Facebook”
A diferencia de lo que sostiene Thorp en su influyente editorial, las fuentes científicas consultadas por Vozpópuli se muestran convencidas de que entrar en el juego de los anticiencia en las redes sociales es la peor de las estrategias. “Nuestra obligación como científicos es abandonar Facebook, porque es la estrategia más inteligente para que no tenga los efectos que tiene”, asegura Juan Ignacio Pérez Iglesias, coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU, que abandonó la red social hace tiempo.
“El algoritmo de Facebook están pensando de tal manera que intrínsecamente promociona la anticiencia”, argumenta Pérez Iglesias. “Promociona las actitudes militantes y escandalosas, todo aquello que es capaz de atraer mucho comentario a una entrada, por lo que un artículo científico o de divulgación que lo que hace es que apaga un fuego no genera suficiente ruido en Facebook para que el algoritmo lo difunda”. Por eso, en su opinión, “la pretensión de que los científicos entremos ahí es vana y va en nuestra contra”, afirma. “Si los científicos entramos a la pelea en el barro lo que hacemos es que estamos legitimando a los anticientíficos”.
“Claro que hay que remangarse, lo que pasa que yo no tengo el tiempo para perder que tienen los anticientíficos”
De una opinión parecida es el investigador del CNB-CSIC Lluis Montoliu, una de las referencias en español en divulgación sobre genética. “Claro que hay que remangarse, lo que pasa que yo no tengo el tiempo para perder que tienen los anticientíficos”, explica a Vozpópuli. “Hay gente que ha hecho de las fake news su modelo de vida. Yo voy a comentar que algo no está bien, pero no voy a estar tres horas rebatiendo todos y cada uno de los comentarios, esa es la gran diferencia. En general los científicos tenemos nuestro trabajo y vamos escasísimos de tiempo. Creo que hay que estar en las redes, pero no voy a perder el tiempo en discutir un sinfín de argumentos peregrinos”.
“Hay un problema de fondo que es el algoritmo, que premia las noticias falsas”, asegura Joaquín Sevilla, director de la cátedra de Cultura Científica de la Universidad Pública de Navarra (UPNA). “Me cuesta pensar que tienen que ser los científicos los que tengan que plantar cara a comunicadores magufos profesionales, porque dedicarse a ser el adalid de la ciencia es un papel muy difícil”. A su juicio, es una labor que corresponde más a grandes figuras del tipo de Neil deGrasse Tyson. “Es difícil encontrar personas que luchen en ese barro y no pierdan en el camino la perspectiva y el punto de vista científico”, asegura. “Pero desde luego es una cuestión interesante”.
“No debemos culpar a los investigadores ni cargarles con la responsabilidad de que en Facebook haya basura” , asegura Elena Lázaro, coordinadora de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba. “Eso no es responsabilidad de la comunidad científica, su responsabilidad es aportar evidencias para solucionar nuestros problemas. La responsabilidad de que las redes sociales no favorezcan el discurso del odio y la desinformación es de quien tiene capacidad de controlar estas redes, que son los Estados. No podemos dejar que empresas absolutamente opacas manejen nuestra vida. Y se lo estamos permitiendo”.
Referencia: Time to unfriend Facebook? (Science)