Domingo 11 de septiembre, hipódromo de la Zarzuela en Madrid. Más de 5.000 personas se han reunido hoy aquí para correr entre 5 y 10 kilómetros y, como anuncian por megafonía, "disfrutar de la vida". Por llamativo que parezca, en la línea de meta hay una inmensa barra de bar en la que los corredores van a consumir más de 3.500 litros de cerveza con el objetivo de "rehidratarse". El evento, conocido como Beer Runners, se basa en el estudio de un científico que se encuentra entre los promotores y participantes. Pero, ¿cómo puede un científico sostener que la cerveza, que contiene alcohol, es buena para rehidratarse?
Hace algo más de diez años, Manuel Castillo Garzón, catedrático de la Universidad de Granada, hizo una apuesta con su cuñado sobre si era bueno o no tomarse un par de cervezas tras jugar un partido de tenis y terminó diseñando un experimento con varios voluntarios para medir sus efectos. "Hicimos ese estudio en el que deshidratábamos a los sujetos, haciéndolos correr durante una hora a casi 40 grados", explica a Next. "La prueba se realizaba en dos ocasiones, en una les dábamos solamente agua y en otra 660 ml de cerveza (el equivalente a dos latas)". Castillo, que ahora se pasea entre los corredores del Beer Runners y al que todos llaman "el profesor", publicó sus resultados en el Journal of the International Society of Sports Nutrition y su análisis sirvió de excusa para que comenzara el movimiento de “corredores cerveceros”, primero en Filadelfia (EE.UU.) y después en el resto del mundo.
“Tras analizar una serie de parámetros indicativos del nivel de hidratación”, escribían los autores del artículo, “no se ha encontrado ningún efecto que la haga desaconsejable. Al contrario, la cerveza permitía recuperar las pérdidas hídricas y las alteraciones de distinto tipo determinadas por el ejercicio, por lo menos en la misma medida que lo hace el agua”. Esta afirmación sirve aún hoy para generar titulares sobre la idoneidad de la cerveza como rehidratante e incluso para aconsejar "su consumo moderado pueda incluirse en la dieta equilibrada de los deportistas". Pero muchos se olvidan de resaltar un detalle: se trata de uno de los muchos trabajos directamente financiados por la industria cervecera, la misma que paga la carrera Beer Runners.
Cuando se consulta a fuentes independientes, que no han recibido financiación de la industria, las afirmaciones son muy diferentes. El investigador Mauricio Castro Sepúlveda, de la Universidad Pontificia de Chile, ha investigado los efectos de la cerveza y recuerda que 1) la cantidad de sodio que contiene es inferior a las de las bebidas rehidratantes y 2) la cantidad de alcohol que contiene las cervezas tradicionales produce efecto diurético (se orina más), lo que juega en contra de la retención de fluidos para la correcta rehidratación. Ben Desbrow, de la Universidad de Griffith, en Australia, también ha investigado los efectos de la cerveza. "En nuestra investigación está claramente afirmado que consumir alcohol no es bueno para el deporte", asegura. "Potencialmente la cerveza tiene muchos beneficios, pero cuando el contenido del alcohol es alto, todos los demás ingredientes se convierten en menos importantes".
Intrigados por este fenómeno, Rebeca Flores y Luis Fernando Aragón, de la Universidad de Costa Rica, decidieron comprobar si la cerveza con alcohol contribuye al proceso de rehidratación después de hacer ejercicio, tal y como concluía el trabajo de Castillo. Para su experimento reclutaron a 11 voluntarios varones y los sometieron a distintas pruebas físicas hasta que perdieron un 2% de la masa corporal. Después les proporcionaron cerveza con alcohol, agua y cerveza sin alcohol, con el objetivo de comparar los efectos de cada bebida en el proceso de rehidratación. Su conclusión fue que la cerveza con alcohol no es eficaz para recuperar el líquido perdido y saciar la sed después de realizar ejercicio y perjudica, además, el equilibrio y los reflejos.
¿Cómo se defiende Manuel Castillo de estas críticas? "En todos esos experimentos", explica a Next, "la dosis empleada es muy superior a la del nuestro. No es lo mismo tomarse dos cervezas que tomarse seis". Su argumento es que él dio a los voluntarios una cantidad moderada de la bebida (660 ml) y en las otras pruebas los sujetos sacian su sed con más de un litro. "Es curioso que no haya estudios que demuestren el efecto lesivo de dosis bajas y la razón es simple, es que no lo tiene", asegura. Pero una vez más, hay un pequeño detalle que explica sus resultados. En su prueba original a los sujetos que tomaban cerveza les permitían luego beber toda el agua que quisieran. "Cuando bebían cerveza, tenían la posibilidad de beber hasta 660 ml y, a partir de ahí, podían beber agua en la cantidad que quisieran hasta calmar su sed", describían sus autores.
“El estudio de Castillo hace trampa”, aseguran varios expertos
"Como indica el artículo, si el objetivo es la rehidratación, debe consumirse un volumen proporcional a lo que se perdió por sudoración", explica el doctor Luis Fernando Aragón. "Si la afirmación es que la cerveza es buen rehidratante, entonces que se rehidraten solamente con cerveza. Pero en este punto se induce a la confusión". En este sentido, los resultados obtenidos por Castillo, y pagados por la industria, son una especie de trampas al solitario, diseñados en el límite para poder atribuir a la cerveza unas propiedades que la mayoría de la comunidad científica no ve. "Desde el punto de vista de la investigación de la capacidad de hidratación de la cerveza, lo de mezclar una parte de cerveza con dos posteriores de agua es un despropósito", asegura Luis Jiménez, químico y experto en nutrición. "Con ese diseño, la conclusión real sería "beber una o dos cañas antes de un litro de agua tras hacer ejercicio no afecta negativamente a la hidratación". Y no deja de ser ingesta de alcohol, con los riesgos asociados que conlleva. "El estudio de Castillo hace trampa ya que se pone por montera las más elementales normas (no escritas) a la hora de realizar un ensayo clínico", asegura el nutricionista Juan Revenga. "Si hubiera sido honesto cada uno de los participantes debería haber bebido la misma cantidad de líquido. ¿Que te bebes en la primera prueba dos litros de agua? Pues en la segunda dos litros de cerveza."
Una pantalla llamada "Cerveza y salud"
El trabajo de Manuel Castillo es uno de los muchos que dan lugar desde hace años a un aluvión de titulares sobre los beneficios de la cerveza en los medios de comunicación. "Tómate una cerveza después de correr, ¡es bueno!", "La cerveza no engorda y ayuda a controlar el colesterol", "La cerveza nos ayuda a prevenir la neumonía y combatir la gripe" o "Una lata de cerveza al día ayuda a frenar las infecciones" son solo algunos ejemplos de titulares que venden una idea positiva del consumo de cerveza amparándose en estudios científicos. Pero en cuanto se rasca en el origen de todos estudios aparece sistemáticamente una advertencia en letra pequeña al final de los trabajos: Este estudio ha sido financiado por el Centro de Información Cerveza y Salud
¿Qué es el Centro de Información Cerveza y Salud? El CICS se presenta como "una entidad de carácter científico, que promueve la investigación sobre las propiedades nutricionales del consumo moderado de cerveza y su relación con la salud", pero es básicamente la plataforma desde la que Cerveceros de España (entidad de la que forman parte compañías como Mahou, San Miguel, Heineken y Damm) financia decenas de estudios científicos sobre las bondades de la cerveza. Además de otorgar dos becas a jóvenes investigadores, dotadas cada una de 18.000 euros, financia la "Cátedra Extraordinaria de Bebidas Fermentadas" de la Universidad Complutense de Madrid dirigida por César Nombela. Los nombres de los científicos que reciben dinero del CICS y que pertenecen a su consejo científico se repiten, entre ellos el de Ascensión Marcos, investigadora del CSIC. Marcos, que ha publicado varios estudios sobre los beneficios del consumo moderado de cerveza para el sistema inmune y es coautora del trabajo de Castillo sobre cerveza y ejercicio físico, reconoce que parte de sus trabajos son pagados por la industria cervecera. "Los que estamos metidos en investigación y vemos como está el panorama tenemos que colaborar con la industria, no nos podemos cerrar puertas, si no, no habría nadie investigando", explica a Next. Aun así, insiste, sus trabajos son publicados en revistas donde pasan la revisión por pares y a su juicio no tienen ningún sesgo por el hecho de ser patrocinados por la parte interesada.
"Para hacer una investigación se necesita dinero. Yo pedí financiación al sistema público de salud y no me la dan", explica Castillo Garzón. "A mí [el CICS] no me financia mi sueldo, me pagaron un becario, que tenía que hacer una tesis y después los reactivos y las analíticas que se consumen. Yo, catedrático de universidad, con seis sexenios de investigación, ¿me voy a vender por 600 euros o porque me paguen a un becario su investigación?", se defiende. Lo cierto es que Castillo se dedica a dar charlas pagadas por el CICS por todo el país (unas seis o siete al año, asegura) en las que canta los beneficios del consumo moderado de cerveza. Aunque admite que le llaman porque sus resultados son positivos. "Si hubiera visto un efecto negativo, Cerveza y Salud no me habría invitado a dar ninguna conferencia", reconoce.
Por más que aseguren que ellos no defienden el consumo de cerveza, la realidad es que estos científicos actúan de facto de embajadores de las ‘bondades’ de la bebida. No solo sus declaraciones, cuando afirman que la cerveza es buena para el colesterol o evita los dolores musculares, incluso el título de sus trabajos es bastante explícito. "Idoneidad de la cerveza en la recuperación del metabolismo de los deportistas", publicado y pagado por Cerveza y Salud, deja lugar a pocas dudas. Marcos afirma que "el consumo moderado de cerveza, en adultos sanos, puede mejorar la respuesta inmune de nuestro organismo" y se basa en los resultados de dos de sus trabajos (Changes in the Immune System after Moderate Beer Consumption y Effects of moderate beer consumption on first-line immunity of healthy adults), que algunos compañeros científicos también consideran poco sólidos. Pedro Aparicio Alonso, catedrático de Inmunología de la Universidad de Murcia, cree que estos trabajos "no tienen en cuenta la historia previa de consumo de alcohol a la deprivación de alcohol, lo que puede ser un factor de confusión". En términos generales, le parece que el resultado es "poco demostrativo de un posible efecto beneficioso en inmunidad del consumo moderado de cerveza". Lo que se ve, más bien, es que no tiene efectos negativos claros, pero eso está lejos de ser una prueba de que produzca beneficios.
Algunos de estos trabajos, y sus revisiones, se basan en una premisa falsa que ha sido desmentida recientemente por un meticuloso metaanálisis (revisión sistemática de los trabajos publicados sobre una materia). Durante años, se ha esgrimido la idea de que los bebedores “moderados” tienen menor riesgo cardiovascular o de mortalidad que los abstemios, que aparecía en las gráficas con lo que se conoce como "curva en J". El análisis más reciente, de marzo de 2016 y basado en una base de datos provenientes de casi cuatro millones de individuos, demuestra que esta hipótesis es falsa puesto que en el grupo de abstemios se incluye a ex alcohólicos y personas que ya tenían un problema de salud que les impide beber, por lo que los niveles de mortalidad estaban distorsionados.
El consumo moderado de alcohol puede provocar siete tipos de cáncer
Tomando aún más perspectiva, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que el alcohol es neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema vascular, y aumenta el riesgo de muerte. Recientemente, además, se ha demostrado que su consumo moderado puede provocar hasta siete tipos de cáncer. ¿Es lícito recomendar o resaltar las bondades de una bebida alcohólica como la cerveza? El nutricionista Julio Basulto recuerda las palabras de un informe de 2008 del Ministerio de Sanidad y Consumo: “Es absurdo hablar de consumo responsable de sustancias adictivas, poniendo dicha capacidad adictiva a prueba el ejercicio de la responsabilidad”. "Tratándose de una sustancia adictiva, cualquier promoción complaciente de su consumo me parece ridícula y peligrosa", insiste Revenga. “Está probadísimo que el consumo de bebidas alcohólicas es adictivo, por lo que beber con moderación puede que sea el inicio del proceso. Y también se sabe que el consumo de alcohol crónico afecta negativamente al sistema”, confirma Luis Jiménez. “Los discutibles beneficios que pueda tener en cantidades pequeñas y periodos temporales cortos deberían ser secundarios”, añade. En su opinión, los autores de estos trabajos “se quedan solo con una parte de la foto, la que les interesa, pero no nos cuentan que esa foto tan bonita forma parte de un paisaje bastante feo”.
"El alcohol es de las causas de muerte más importantes que hay", asegura Luis Sordo, investigador del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UCM, del Instituto de Salud Carlos III. "No solo cirrosis o cáncer de hígado, también es causa de accidentes de tráfico, violencia de género... El alcohol es un problema muy grave a nivel de salud pública, está muy metido dentro de nuestra cultura y por eso hay una permisividad enorme en todo esto". En un trabajo reciente, Sordo y su equipo han desvelado que cada español bebe casi diez litros de alcohol puro al año y que bebemos más cerveza que vino. Respecto a los estudios sobre los beneficios del consumo moderado de alcohol, Sordo los pondría en cuarentena. "Es una sustancia adictiva y habría que tener cuidado. ¿Por qué no se tiene tanto cuidado con la cerveza como si alguien hiciera estas afirmaciones sobre el cannabis o la cocaína?", se pregunta. "Pues porque hay mucho dinero metido en la cerveza en España y socialmente está muy permitido".
Intereses privados, recursos públicos
Sobre los conflictos de intereses en los trabajos financiados por la industria, la excusa de que de lo contrario nadie investigaría el tema parece un poco pobre. "Los conflictos de intereses deberían estar claros, yo cuando veo un artículo patrocinado levanto la ceja", asegura Maira Bes, profesora del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra. Ella y su equipo realizaron hace dos años otro metaanálisis con resultados interesantes, esta vez en el ámbito de las bebidas azucaradas: tomaron los resultados de los estudios patrocinados por la industria o con conflictos de interés y los compararon con los de aquellos que eran independientes. El resultado, publicado en 'PLoS Medicine', fue que había una diferencia abismal entre las conclusiones de unos y otros. Los que estaban patrocinados negaban el riesgo de ganancia de peso por consumir refrescos y los 'no patrocinados' sí lo veían.
En el entramado alrededor de Cerveza y Salud no hay pruebas de que los científicos cobren bajo cuerda – como ha sucedido en otros casos – para cantar las bondades de la cerveza. Pero sí hay un conflicto claro de intereses que convierte los resultados científicos en sospechosos. Sea por voluntad propia o de forma inconsciente, estos investigadores actúan como altavoces de una industria con grandes intereses publicitarios y contribuyen a una situación en la que los medios tampoco somos del todo inocentes. Las empresas cerveceras invierten muchos millones de euros en publicidad cada año y consiguen un rendimiento igual de efectivo con titulares basados en estudios patrocinados. Y lo que es más preocupante, se están utilizando recursos públicos – como las instalaciones y el material de sus universidades o el propio CSIC- para beneficiar los intereses de una industria privada y con un asunto que afecta de forma grave a la salud pública.
Imaginemos ahora un país donde una universidad tuviera una cátedra sobre las bondades del tabaco, o donde los estudios sobre lo bueno que es fumar después de una carrera los financiara la industria tabaquera, y que ésta se atreviera incluso a organizar carreras de "Smoking runners", en el que al final de la competición los corredores se fumaran un pitillo para demostrar lo buenos que son para la salud. Es muy posible que resultara un gran escándalo. Consultados por Next, la Universidad de Granada y el Comité de Ética del CSIC se limitan a remitirnos a sus guías de buenas prácticas y a confiar en que las revistas científicas hagan su trabajo de filtrado. No parece respuesta suficiente para un tema que cada vez preocupa más a los ciudadanos, que es la adulteración por parte de empresas privadas de los resultados académicos. Para estos casos, la investigadora Maira Bes propone una posible solución. "Si la industria quiere aportar dinero para investigar, que no se lo dé directamente al investigador, sino a alguna institución o al propio ministerio”, argumenta. “De esta forma el investigador no tiene que entablar relación directa con la industria y te aseguras que hay más independencia". Es solo una propuesta y un principio para empezar a separar la buena ciencia de la ciencia que fabrica trajes a medida a golpe de talonario.