Los genes de resistencia antibiótica están presentes en algunos de los lugares más remotos de la Tierra, donde seguramente llegan transportados por las aves que se alimentan en las poblaciones humanas. El equipo de David Graham ha identificado algunos de estos genes en los suelos de la región de Kongsfjorden, en una de las islas del archipiélago de Svalvard, en el océano Ártico y expresa su preocupación por la rápida expansión de estos genes a lo largo y ancho del globo.
“Las regiones polares están entre los últimos ecosistemas prístinos de la Tierra, lo que nos proporciona una plataforma para caracterizar la resistencia existente antes de los antibióticos y comprender, por comparación, el ritmo de avance de la contaminación de esta resistencia”, asegura Graham, que lleva 15 años estudiando la transmisión ambiental de este fenómeno por todo el mundo. “Pero menos de tres años después de que detectáramos por primera vez el gen blaNDM-1 en aguas de algunas poblaciones urbanas en India lo estamos detectando a miles de kilómetros de allí en una zona que ha tenido un impacto humano mínimo”.
“Este estudio tiene enormes implicaciones sobre la expansión de la resistencia antibiótica”, aseguran los autores
Las bacterias que poseen este gen son resistentes a un gran número de antibióticos, entre los que se encuentran los de la familia carbapenem, principal arma frente a las cepas bacterianas resistentes. Los autores analizaron el material extraído de cuarenta extracciones de suelo en 8 localizaciones distintas de la isla de Spitsbergen, y en ADN reveló 131 genes de resistencia antibiótica. Los genes de resistencia detectados estaban asociados con 9 clases importantes de antibióticos, incluidos los aminoglucósidos, los macrólidos y betalactámicos, que se usan para tratar muchas infecciones”, asegura Graham. “Este estudio tiene enormes implicaciones sobre la expansión de la resistencia antibiótica”, insiste. “Un gen de resistencia de importancia clínica originado en el sur de Asia es claramente algo no ‘local’ en el Ártico”.
Los investigadores, que presentan sus resultados en un trabajo publicado este lunes en la revista Environment International, creen que estas bacterias han llegado hasta aquí a través de la materia fecal expulsada por las aves, otros animales o los visitantes humanos. “La intrusión en zonas como el Ártico confirma lo rápido que avanza y lejos que llega la expansión de la resistencia antibiótica, así como la necesidad de adoptar soluciones globales en lugar de solo locales”, añade Graham. La proteína NDM-1, que confiere resistencia a muchas bacterias y se identificó por primera vez en Nueva Delhi y se codifica a través del gen blaNDM-1, es el mejor ejemplo de este avance. La enzima se identificó en 2008 en un paciente, pero en 2010 ya estaba en las aguas superficiales de la ciudad. Desde entonces, los genes resistentes se han encontrado en más de 100 países, incluidas algunas variantes.
“Hemos acelerado el ritmo al que estas superbacterias deberían evolucionar”
“Lo que los humanos han hecho mediante el abuso de los antibióticos a escala global es acelerar el ritmo de evolución, creando un nuevo mundo de cepas resistentes que no existían hasta ahora”, asegura el investigador. “A través del uso excesivo de los antibióticos, los residuos fecales y la contaminación de las aguas para el consumo, hemos acelerado el ritmo al que estas superbacterias deberían evolucionar”. “La única manera en que vamos a ganar esta batalla”, concluye, “es entender todas las vías que conducen a la resistencia antibiótica”.
Referencia: Understanding drivers of antibiotic resistance genes in High Arctic soil ecosystems (Environment International)