Dibujar la cara de alguien parece una tarea sencilla. Aquellos que se presentan a una prueba de dibujo se lanzan confiados a completar el retrato, hasta que observan el resultado y se dan cuenta de su dibujo recuerda vivamente a la cara de un neandertal. Esta tendencia a pintar los ojos mucho más arriba de donde están se repite una y otra vez, y los científicos Claus-Christian Carbon y Benedikt Emanuel Wirth, de la Universidad de Bamberg, han querido conocer mejor qué lo produce.
Para su trabajo, publicado hace unos días en la revista Perception, los investigadores reunieron a un grupo de más de un centenar de voluntarios y les pidieron que realizaran una serie de retratos de personas tras mirar momentáneamente una foto. Como era de esperar, la inmensa mayoría dibujaron los ojos en la parte superior de la cabeza, sin apenas dejar espacio para la frente, como si fueran incapaces de percibir su verdadera posición. Los únicos que lo hicieron algo mejor fueron los del grupo de 21 voluntarios a los que se les permitió copiar. Como curiosidad, el ensayo incluyó a tres investigadores expertos en el área de reconocimiento facial, que fracasaron estrepitosamente.
En rojo, las zonas donde los voluntarios colocaron los ojos de media
“Incluso en los cursos de pintura la gente empieza con este tipo de sesgo”, asegura Carbon. “Es absolutamente conocido por los investigadores, pero no había nada de literatura científica sobre el tema”. ¿Cuál es la causa última de este sesgo? Carbon y Wirth tienen tres hipótesis, aunque sus resultados apuntan a que la más próxima a la verdad es una de ellas.
La primera hipótesis apunta a que vemos el pelo como si fuera un sombrero. De alguna manera, podría suceder que no percibimos el pelo como parte de la cabeza sino como algo que queda encima, y eso nos lleva a confundir el lugar en que se encuentran los ojos.
La segunda teoría indica que tenemos una idea de la cabeza vista desde abajo. Según esta hipótesis, nuestra visión de la cara está condicionada por nuestra experiencia cuando somos bebés, de manera que para siempre tenemos la idea de que los ojos están donde no están.
La tercera hipótesis indica que concebimos la cabeza como una caja. De alguna manera no apreciamos la convexidad de la frente y nos parece que es más baja de lo que realmente es.
Por el momento, los resultados parecen apuntar a esta tercera hipótesis como la más cercana a la realidad. Los resultados indican que las cabezas dibujadas por los voluntarios se quedaban cortas en altura en relación con los modelos, pero el pelo estaba correctamente dibujado. “Como humanos”, asegura Carbon, “tenemos problemas con las formas redondeadas”. Conocer mejor cómo percibimos esta ilusión es muy importante para los científicos, pues el área de los ojos es el que más información contiene cuando nos relacionamos con los demás y puede tener relación con otros trucos visuales que afectan a nuestra percepción.
Referencia: Neanderthal paintings? Production of prototypical human (Homo sapiens) faces shows systematic distortions (Perception) | Vía Science News