Igor Spetic es un ciudadano de Madison (Ohio) que perdió su mano derecha hace cuatro años en un accidente industrial. Sentado frente a una mesa y con los ojos vendados, su médico le pasa una bola de algodón por el dorso de su mano prostética. Al instante, Igor siente el contacto de la bola y la sensación le eriza los vellos del brazo. "Supe inmediatamente que era algodón", asegura. Keith Vonderhuevel, también de Ohio (EEUU), perdió su mano derecha y parte del antebrazo en otro accidente y también puede sentir cosas a través de su prótesis. "Una vez", relata, "sentí como si corriera agua por el dorso de mi mano".
Ambos participan en un programa piloto de investigación liderado por Dustin Tyler y cuyos resultados se publican esta semana en la revista Science. Los médicos implantaron tres electrodos en los nervios del antebrazo de Spetic que le permiten distinguir 19 puntos diferentes en su prótesis. Vonderhuevel tiene dos electrodos que le permiten distinguir 16 puntos. El primero ha llevado el dispositivo durante dos años y medio y el segundo durante año y medio, y ambos han llevado una vida normal.
El sistema le ha permitido, por ejemplo, coger una uva o una cereza con delicadeza sin aplastarla
El sistema desarrollado por Tyler y su equipo les ha permitido algo que hasta hace unos años era solo un sueño: sentir por primera vez que tocan cosas con sus manos desde su accidente. Los científicos ponen a prueba el sistema una vez al mes, y a medida que pasa el tiempo, el cerebro establece relaciones entre determinadas texturas y la estimulación eléctrica que envía la prótesis, de modo que la sensación mejora, y con ello la destreza. , "El sentido del tacto mejora realmente". asegura Vonderhuevel. El sistema le ha permitido, por ejemplo, coger una uva o una cereza con delicadeza sin aplastarla. "Cuando el sistema está encendido no es muy difícil", explica. "Pero cuando está apagado", bromea, "haces un montón de zumo de uva". Tal y como explica Tyler, cada individuo crea un mapa de sensaciones desde que es apenas un bebé y lo mismo sucede con sus pacientes: no es que el electrodo estimule exactamente la misma ruta que los nervios originales, sino que los dos voluntarios han aprendido a asociar determinados estímulos con objetos.
El segundo estudio publicado en Science presenta el caso de un camionero sucedo que perdió el brazo derecho casi hasta la altura del hombro. El trabajo del mexicano Max Ortiz-Catalan ha consistido en implantar una prótesis conectada directamente al hueso mediante un tornillo de titanio por el que viajan las señales eléctricas de ida y vuelta al cerebro y que funciona mejor que los dispositivos tradicionales que enganchan el brazo por presión.
"Nuestra mayor contribución es ir más allá del laboratorio y permitir al paciente afrontar los desafíos de la vida real", asegura el investigador. En este caso, el paciente perdió el brazo hace diez años y le implantaron una prótesis que controlaba con electrodos colocados sobre la piel. El sistema implantado ahora está directamente conectado a su cuerpo y le permite seguir con su trabajo de camionero y hacer una vida normal con sus hijos. Como en los casos anteriores, el brazo transmite sensaciones del entorno que le sirven para adaptar sus movimientos en función, de momento, de las sensaciones de contacto y presión. En los próximos años, el desafío es añadir complejidad al mecanismo y que los pacientes puedan saber dónde está el brazo sin mirarlo (propiocepción) y percibir sensaciones como el frío o el calor.
Referencias: A neural interface provides long-term stable natural touch perception (Science) | An osseointegrated human-machine gateway for long-term sensory feedback and motor control of artificial limbs (Science)
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