En agosto de 2011 el exseleccionador español dejaba Osasuna y se embarcaba en una exótica aventura que para los chinos era un sueño hecho realidad: Camacho les iba a enseñar a jugar el fútbol de España, el mejor del mundo, por el que sienten enorme admiración. 22 meses después aquel sueño se ha tornado pesadilla, y con Camacho al frente China no sólo no ha salido de la mediocridad (ya ni siquiera es un buen equipo a nivel asiático), sino que ha empeorado, incapaz de entender el estilo de toque y disciplina que el murciano intentó inculcar.
La federación china dejó claro desde el principio que Camacho no llegaba para que el país jugara un Mundial o ganara títulos continentales, sino para mejorar su nivel y su confianza, pero ni siquiera esto se ha conseguido, porque los resultados a la larga pesan mucho y éstos han sido pésimos. Con Camacho China ha ganado siete partidos (tres de ellos amistosos), ha empatado dos y ha perdido once, sufriendo entre otras cosas la peor goleada de su historia (8-0 ante Brasil) y una humillante derrota por 1-5 ante Tailandia, hace una semana, que desencadenó la destitución.
Pocos buenos recuerdos guardarán de la era Camacho los aficionados chinos, decepcionados e indiferentes hacia su selección desde mucho antes de que el murciano tomara las riendas. Quizá el único será el amistoso contra la España de Vicente Del Bosque, disputado hace un año en Sevilla y en el que China llegó a jugar de tú a tú contra los campeones mundiales y europeos, perdiendo por la mínima (1-0).
Por lo demás, un nulo bagaje para el equipo que con el de Cieza no experimentó mejora alguna en su juego, denotó falta total de espíritu de equipo, fue pésimo en la defensa y se mostró incapaz de crear peligro en el área contraria. Lejos queda la ilusión inicial del español, quien aseguraba que entre 1.200 millones de chinos alguno tenía que haber que jugara bien al fútbol y opinaba que la velocidad de los jugadores del país era una buena base para construir un equipo aceptable.
Cuando Camacho llegó al equipo, éste se encontraba en el puesto 69 de la clasificación FIFA, pero el español deja al equipo nacional en la posición 95, y el pasado marzo China caía a su mínimo histórico, el 109.
Prensa y aficionados coinciden en que el español no es el único culpable de la debacle de un equipo en el que los buenos tiempos quedan lejos (a principios de la década pasada, cuando China jugó en 2002 su hasta ahora único Mundial y fue subcampeona de Asia).
Muchos opinan, en artículos y apasionados debates estos días en las redes sociales, que por muy bueno que sea el fútbol español éste no puede adaptarse a China ni arreglar en sólo unos años el balompié local, golpeado por escándalos de corrupción. Hace falta un plan que la federación no tiene.
"Camacho llegó de forma apresurada y su sucesor también será traído con prisas, sin preparación ni conocimiento del fútbol chino", decía al respecto el comentarista deportivo de la televisión estatal CCTV He Wei, quien alertaba de que China se encuentra en mitad de la fase de clasificación para la Copa de Asia 2015.
El murciano tuvo la mala suerte de tomar las riendas de la selección china en el peor momento de la liga nacional, inmersa en "purgas" para limpiarla de las mafias de compraventa de partidos que la dominaron durante años.
Ello trajo caos al campeonato, con inhabilitaciones de decenas de futbolistas, y aunque la liga china maneja ya mucho dinero ello ha tenido un efecto contraproducente, pues antes algunos futbolistas del país eran fichados por equipos europeos, pero ahora prefieren estar en China, mejor pagados, y su calidad no mejora.
A ello se añade un problema crónico en China y otros países de Asia, la falta de fútbol base. En China los niños no juegan al balompié en la calle, sino al ping pong o al bádminton, y hasta los jugadores profesionales suelen iniciarse de adultos.
Para China, sobre todo, queda la sensación de que nadie puede levantar su fútbol, uno de los pocos deportes donde el país no despunta (pese a que es uno de los que más aficionados arrastra).
La federación lo ha probado todo, desde seleccionadores locales a "trotamundos" como Bobby Houghton o técnicos con cierto pedigrí como Camacho, pero nada parece funcionar.
Muchos añoran al entrenador que llevó a China a los Mundiales, el serbio Bora Milutinovic, pero parece que la federación se decanta por volver a intentarlo a base de talonario con técnicos estrella, y el nombre que más suena es el del italiano Marcelo Lippi, ahora al frente del campeón de liga chino, el Guangzhou Evergrande.