La gente del fútbol es propensa a ilusionarse. Sobre todo a estas alturas del mes de julio, cuando los sueños llegan en forma de fotos y posados, estampas sin balón en juego que disparan hasta el techo la imaginación del hincha. Y las pocas imágenes en movimiento que aparecen (que se consumen con ganas, porque el mono aprieta) están también infladas o despegadas del suelo. Son lances meramente preparatorios, más que de carácter amistoso, pero el aficionado los interpreta como una promesa de placer extremo. Es el mes del optimismo.
En el Madrid, por ejemplo, al que este domingo se le vio jugar por primera vez a las órdenes de Ancelotti, ya se ponen en lo mejor. De palabra, porque el entrenador italiano se declara comprometido con el cómo, todo un regalo después de este trienio con Mourinho en el que sólo importaba el qué (o sea ganar, aunque a última hora, viendo el balance de resultados, se trató de modificar el lema y adulterar las cuentas). Y de obra, porque las caras nuevas ciertamente seducen. En especial Isco, al que basta contemplar 45 minutos para comprender que sólo un argumento de españolía o de edad pueden apartarle del once titular blanco. De fútbol va sobrado.
Con todo, el mejor fichaje en el duodécimo proyecto de la décima es uno que ya estaba. Cristiano, a quien sus continuos cambios de aspecto hacen parecer nuevo y distinto (ayer lució veraniegas mechas), pero a quien el balón desenmascara como el mismo de siempre. Una falta directa y una finta letal que acabaron en sendos goles y dos taconazos insistieron ayer en que el futuro del Madrid pasa prioritariamente porque el portugués se quede. Empieza la pretemporada tan enchufado como acabó el curso anterior antes de la final de Copa.
Y tan alegre como después de aquella final está el seguidor del Atlético, cuya capacidad para renovar la ilusión, por muy julio que sea, es sorprendente y hasta desconcertante. Del mejor Falcao a un Villa en declive (al menos en suspenso) parecía una derrota, salvo en el precio. Y sin embargo esa gente tan singular se lo ha tomado como la más abultada de las victorias. Ya sea por convicción o por sumisión a la mercadotecnia, la fiebre por el asturiano ha batido plusmarcas en el Calderón. Hay quien sostiene que el entusiasmo desatado tiene un punto de ficción: los espectadores que muestran su alegría y su histeria, los que la liaron en el acto de presentación, no representan exactamente a la masa social rojiblanca de domingo a domingo. Pero esos entusiastas llevaban la camiseta y cantaban el himno. Quizás fueran fieles de nuevo cuño, la consecuencia inmediata de los títulos recientes, pero son igualmente el Atleti. La ilusión se ve por la tele y por las redes, es una realidad. De Falcao a Villa, la jugada perfecta: los dueños han ganado 55 millones de euros con el ‘trueque’ y la afición tira confeti. El verano.