A Diego Costa le tumbó la burocracia. Un simple papel lo dejó a última hora fuera de la selección española. No pudo con él la campaña de tinte casi xenófobo que pretendía (y pretende) convencer a Del Bosque para que desista de su propósito de convocarle (entre los defectos del técnico no está pensar como Le Pen). No le derrotó tampoco el debate futbolístico, el contraste entre sus características de juego y el estilo inequívoco de La Roja. Ni siquiera le doblaron las discrepancias a propósito de su carácter pendenciero, tan distante del comportamiento inmaculado dentro del campo de la mayoría de los internacionales (Arbeloa, Busquets o Alba ya han roto con anterioridad ese talante modelo). El seleccionador, que ha repetido con frecuencia que no encuentra un nueve en condiciones, ya había tomado una determinación: citarle. Pero al final un simple papel trastocó sus planes.
Un error imperdonable. En el mejor de los casos, una torpeza impropia de una selección campeona del mundo, de la Federación que actualmente más dinero mueve en el planeta. Un trámite administrativo le impidió a Del Bosque convocar a quien teóricamente pretendía. Cuando se decidió por el 19 del Atlético, le pilló el toro. No había cumplido con todo el papeleo necesario para poder citar a un futbolista nacido en Brasil pero nacionalizado español por derecho desde hace unos cuantos meses. El seleccionador, según definición propia, había dejado en remojo la convocatoria de Diego Costa (su duda se centraba principalmente en que si le llamaba ahora se obligaba moralmente a llevarle al Mundial) y los empleados de la Federación optaron por cruzarse de brazos mientras resolvía el enigma. Por ignorancia o desinterés, la pifiaron. Cuando Del Bosque finalmente reclamó al delantero, ya no podía. Ridículo.
El técnico esperó hasta el último minuto para preguntarle formalmente al jugador si estaba dispuesto a poner su fútbol al servicio de la selección española. Diego Costa contestó afirmativamente ayer jueves, unas horas antes de que se facilitara la lista de convocados para los encuentros inminentes ante Bielorrusia y Georgia. Y fue entonces, según confesó la propia Federación, cuando se empezó a solicitar la documentación que exige la FIFA. Entre otras cosas, el certificado de la Federación de Brasil de que Diego Costa no ha jugado nunca un partido oficial con la canarinha. O sea, muy tarde.
Ahora a España, como a Brasil, no le quedarán más compromisos oficiales antes de la disputa del Mundial. En teoría el combate por el atacante sigue en el aire. Pero Diego Costa ya ha dejado claro que quiere jugar con España y no va a desdecirse (la FIFA, una vez apruebe la petición oficial de cambio de Federación, tampoco se lo permitiría). Así que teóricamente el absurdo pecado sólo provocará un retraso. Hay quien piensa peor y considera que no se trata de un error sino de un ardid para ganar tiempo: Del Bosque no tiene que desenredar el asunto hasta el Mundial, ya no le ata ningún compromiso moral con el rojiblanco.
Pero sea por mala intención o por simple torpeza, la Federación ha quedado retratada. En cualquier lugar del mundo rodarían cabezas. Pero no lo esperen. No pasará nada. No son los despachos del Madrid o del Barcelona los que han cometido la chapuza. Y tampoco es uno de sus futbolistas el afectado. Así que el asunto (el fútbol español ha establecido que la vida es sólo cosa de dos) pasará de largo. A la selección y a Diego Costa no les queda otra que esperar.