Los relatos de la época son claros y las crónicas de entonces también: Napoleón era un jugador de ajedrez mediocre. A pesar de que no existen registradas apenas partidas suyas, diferentes fuentes cercanas de entonces apenas le atribuyeron cualidades notables en el desempeño del ajedrez. El registro de algunas de sus partidas, decíamos, además de escaso no parece muy fiable. Se han atribuido partidas a Napoleón que directamente no existieron o que realmente jugaron otros contendientes. A esto debería responder Pierre-Charles Fournier de Saint-Amant, famoso ajedrecista galo que durante el siglo XIX se dedicó a mentir sobre las cualidades ajedrecísticas de Napoleón, seguramente con la intención de ensalzarlo.
Pero más allá de este aspecto lo que sí ha quedado siempre claro es que el de Córcega era un gran aficionado al ajedrez y que lo practicaba con asiduidad. Cuando era un don nadie todavía en el panorama militar y de estadistas europeos era frecuente verlo por el Café de la Régence, en París, un sitio de reconocido prestigio y núcleo de grandes partidas de ajedrez. Esa afición la mantuvo siempre consigo, incluso en épocas de intenso trabajo, alrededor de campañas militares y hasta en su destierro en Santa Elena, donde encontraría la muerte en 1821.
‘La Apertura Napoleón’
Seguramente, de haberlo protagonizado alguien con menos impacto en el relato histórico de la humanidad, el movimiento realizado por Napoleón Bonaparte contra ‘El Turco’ en una de las dos partidas disputadas entre ambos contendientes, allá por 1809, habría pasado desapercibido. Esos duelos contra ‘El Turco’ sí que consta que sucedieron y también consta que Napoleón salió escaldado.
¿Quién era ‘El Turco’? O quizá sería mejor preguntarse qué era ‘El Turco’. Quien lo creó fue el inventor y escritor húngaro Wolfgang von Kempelen, quien en 1769 ideó el artilugio para sorprender a la emperatriz de Austria María Teresa, algo que consiguió delante de ella con la exposición de su invento en 1870. Wolfgang von Kempelen vendía que ‘El Turco’ era un autómata, un artilugio capaz de jugar al ajedrez de manera independiente. Lo cierto es que con los años —muchos hubieron de pasar — se terminó descubriendo lo que no pocos sospechaban pero que no podía comprobar fidedignamente (en realidad el periplo de ‘El Turco’ da para otro artículo): que un hábil ajedrecista operaba dentro de ‘El Turco’.
Y fue contra ‘El Turco’, en Viena, en 1809, donde Napoleón inició la segunda de sus partidas contra la máquina con el movimiento que pasaría a la posteridad como 'La Apertura Napoleón’. Se trata de una apertura irregular, de poca entidad, floja en definitiva, porque desarrolla rápidamente a la reina, dificulta otros movimientos posteriores ya que bloquea la salida del caballo y del alfil y expone mucho al jugador que la realiza.
En definitiva, no es una buena idea si no eres un gran jugador y, sobre todo, si tienes al otro lado del tablero a un enemigo de calidad. Esta apertura débil (1.e4 e5 2.Df3) desconocemos si le sirvió a Napoleón en posteriores partidas pero no le valió para ganar a ‘El Turco’, que se deshizo del francés sin demasiados problemas.
'La Apertura Napoleón' es una apertura irregular y arriesgada porque expone muy pronto a la reina
¿Por qué entonces Napoleón abría de esa forma temeraria sus partidas? Algunos de los que estuvieron a su lado durante diferentes etapas de su vida resaltaban la poca paciencia de Bonaparte en muchas facetas de su día a día y el ajedrez no fue una excepción. La falta de paciencia unida a su agresividad a la hora de jugar al ajedrez, práctica que se tomaba sin demasiada reflexión, explican movimientos como ‘La Apertura Napoleón’, que como anécdota histórica es un movimiento muy interesante pero que como movimiento de calidad deja mucho que desear.