La hora de la venganza parecía escrita para el Atlético tras una espera de cuarenta años, pero finalmente fue Sergio Ramos quien se desquitó del Bayern. Tenía también una cuenta pendiente con el conjunto alemán y especialmente con su portero y la ajustó con dos goles majestuosos de cabeza. No habían pasado ni dos años del penalti de las bromas, el que el central lanzó al espacio en el cruce de hace dos temporadas, y ya ha conseguido reír el último. Bajó la pelota de la luna y metió al Madrid de una vez en la final de la Champions que esa gente siempre tiene en la boca.
Ancelotti desatendió el mensaje de Mourinho y metió en gastos al Madrid, que ahora tendrá que abrir la caja de fuerte para cumplir con los jugadores en primas. Al primer intento, el entrenador italiano dejó pequeña esa proeza de la que tanto presumieron el portugués y sus aduladores. Pasó por encima del trono de las semifinales y se metió en la final que el Madrid había tenido siempre como objetivo mayor. La décima que los blancos ganan todos los años en septiembre, doce intentos después sigue a tiro en el mes de mayo.
Y con absoluto merecimiento y grandeza. El paso del Madrid por Múnich es de los que pasan a la historia, con una goleada estruendosa construida a balón parado esencialmente y al contragolpe. El equipo blanco dio una exhibición. Volvió a sujetar al Bayern en su juego de posesión, a reducirlo a la vulgaridad, y lo agujereó tanto en sus estampidas como en su trabajo de laboratorio. Fue una actuación memorable, de diez.
Al otro lado, el Bayern queda muy tocado del repaso. Especialmente su entrenador, Guardiola, al que no le ha salido a la hora de la verdad el cambio de cara y de cultura que le aplicó al histórico conjunto alemán. Como a Sansón cuando le cortaron el pelo, el Bayern se empequeñeció cuando dejó de jugar por las bravas, al abordaje casi desagradable, al estilo germano que tanto echa de menos Beckenbauer. Con la fórmula del toque que tanta prosperidad le ha dado a España y al Barcelona, el Bayern se ha deshecho ante el Madrid como un azucarillo. Y el cambio ha sido de entrenador. Elogiado y admirado hasta ahora con toda justicia, Guardiola ya cuenta en su currículum con un pasaje que le deja mal. El Madrid le ha propinado una paliza.