Con España haciendo las maletas, es hora de sacar el bisturí y hacer la autopsia del cadáver. La Selección cierra de manera amarga un ciclo primoroso tras el que es de ley ser elegantes y empezar por la reverencia. Aplauso para una generación que aupó a la acomplejada 'Furia' al lugar que siempre había mirado desde abajo, con envidia. Los que crecieron pensando que un Mundial rojigualda era sólo cuestión de videojuegos, vieron a uno de los nuestros levantando esa copa que antes habían alzado Maradona, Pelé, Beckenbauer y Zoff.
Dicho esto, es innegable que la rueda ha dejado de girar. Toca hacer cambios en un banquillo cuya pizarra está caduca y en un vestuario, en algunos casos, saciado de triunfo. Bien es cierto que la camada que asoma es menos brillante que la que está en su crepúsculo, pero España agradecerá piernas frescas y ganas renovadas. Ponderemos.
Razones para la tristeza
- Un ciclo que terminó en Brasil: Si bien en su momento no sonaba del todo mal que fuera Del Bosque, armado de experiencia, el que portase las riendas de la llamada 'transición dulce', a la postre se ha terminado demostrando que el continuismo ha degenerado en un vestuario acomodado.
- La dificultad de encontrar un sustituto para Del Bosque: No hay ahora mismo en el mercado ninguna opción de banquillo que merezca un sí mayoritario para ocupar la silla de seleccionador. Los nombres ilusionantes (el de Ernesto Valverde se ha repetido hasta la saciedad) tienen equipo, mientras que los que se encuentran en el paro (Joaquín Caparrós, Julen Lopetegui, Víctor Fernández) no acaban de responder a un perfil idóneo. ¿Momento de probar con un técnico extranjero? La compleja sucesión de Villar en la Federación no ayuda tampoco a aclararse.
- Desconocido Busquets: Sin su metrónomo calibrado, España ha tenido más vías de agua que de costumbre. Ha sido quizá el peor verano del mediocentro del Barcelona con la Selección y el equipo se ha resentido.
- Cesc, indiscutible titular: Tras una temporada insípida con el Chelsea, Del Bosque reservó un sitio en su once para un jugador en el que confía. Hasta ahí, nada raro en el la manera en la que concibe el seleccionador al equipo (su concepto de 'España Club de Fútbol'), que tan bien ha funcionado en otras ocasiones. Sin embargo, el devenir del torneo terminó destapando un Cesc fuera de ritmo y demasiado inofensivo para los rivales. Thiago o Koke contemplaban desde el banco.
- La montaña rusa de Ramos: El jugador al que definen la enfermería o la puerta grande, sin términos medios. Con personalidad suficiente como para querer ser protagonista pero también con una peligrosa tendencia al derrape. En Francia salió cruz y su Eurocopa fue toda una exhibición de sus demonios futbolísticos.
- El tercer delantero: Morata terminó destacando más por los fríos números que por su rendimiento real y Aduriz aportó más casta que fútbol. El último encuentro, lesión mediante del vasco, destapó una de las carencias de la convocatoria: Alcácer o Costa no hubiesen sobrado en este viaje. Con todo, es un puesto en el que España tiene demasiada nostalgia de tiempos pasados.
- Soluciones tácticas cortas: No descubrimos la pólvora si hablamos de Del Bosque como un entrenador más hábil con la gestión de grupo (cuánto se echará de menos, todo sea dicho, su impoluta mano izquierda) que con la pizarra. Conte le desnudó sobre el césped de Saint-Denis y volvió a mostrar que España adolece de un plan B. En un fútbol con tanta preponderancia por la presión alta y la agresividad de líneas juntas, la Selección se atora ante ello (déjà vu del partido contra Chile en el último Mundial). Si ahogan a Iniesta, asfixian a la España del tiki-taka.
- Once inamovible: España ha repetido equipo titular en sus cuatro partidos. Para muchos, un motivo de crítica (los hay que opinan que el equipo ha terminado con menos pulmones que sus rivales), aunque es un dato a poner en cuarentena. La sorprendente Islandia, sin ir más lejos, no ha variado jamás sus once jugadores iniciales y está en cuartos de final de manera brillante. Moraleja: es más cuestión de hambre que de piernas.
- La falta de alma en el vestuario: Muchos han extrañado la figura de un verdadero líder sobre el tapete. Ante Italia, nadie parecía rebelarse ante la pasividad de España en la primera mitad. Ni un grito en los blancos mientras que Conte se desgañitaba en los azules poniendo firmes a los suyos con la ayuda de sus mariscales de campo en la retaguardia. Hombres como Puyol no han tenido recambio anímico en el plantel.
- El inoportuno Pedro: Cuando la Isla de Ré era una balsa de aceite, el canario soltó un petardo en el momento menos oportuno. Su egoísmo hizo que España llegase con una preocupación gratuita a un partido que, a la postre, resultaría clave para el devenir de la competición.
- El exagerado triunfalismo: Nadie duda de que el juego de España contra Chequia y Turquía fue, por momentos, formidable. Pero la querencia del entorno de la Selección por querer llevarse la copa antes de tiempo y terminar metiendo el patrioterismo con calzador no siempre termina con final feliz. Y, en ocasiones, roza el ridículo.
Razones para el optimismo
- Imperial Piqué: Su Eurocopa ha sido brillante. A su decisivo gol en la primera jornada ha sumado una sobriedad defensiva que le ha llevado a hacer, en varias ocasiones, su trabajo y el de sus vecinos. Pese al amarillismo mediático, siempre empeñado en ponerle en la diana, ha demostrado que su compromiso con este equipo es intachable.
- Iniesta como último eslabón del estilo: Si algo queda de la España exuberante que enamoró al mundo es el talento del manchego. Sin Xavi a su vera, él mismo se bastó para ser creador y conductor, con pasajes de juego extraordinarios. Ojalá los años no pasasen por sus botas.
- De Gea y la feliz transición de la portería: A pesar de algunos fallos, el debut de De Gea como titular en un gran torneo ha tenido bastantes más luces que sombras. Un Iker Casillas ejemplar desde el banquillo ha terminado ayudando a aminorar un debate mucho más belicoso en la opinión pública de lo que al final lo ha sido entre sus protagonistas.
- El agitador Lucas: Se marcha de Francia con la sensación de que ha jugado menos de lo que merecía. Si continúa confirmando su proyección en el Real Madrid, será un valioso recurso de cara al futuro.