Si hubiera que explicar el fenómeno, o tan siquiera su génesis, quizás el episodio más revelador ocurrió en 1999. El periodista Josep Pedrerol y el exfutbolista Michael Robinson subieron a recoger el premio que la Academia de Televisión concedía a ‘El día después’ como mejor programa deportivo. Han pasado 17 años de aquello y con la perspectiva del tiempo es evidente que el exfutbolista eligió el camino del periodismo y el periodista se alejó del periodismo para convertirse en el rey de la llamada farandulización deportiva. Un género que desprecia el contenido priorizando el entretenimiento.
Un frío día de agosto de 2011, conversando en la cafetería de la Universidad de Buenos Aires con el escritor Eduardo Sacheri, un reconocido amante del fútbol y del periodismo deportivo, el guionista de ‘La madre de la novia’ deslizó un mensaje críptico: “Tenemos tendencia a los extremos, a la bipolaridad. Y el fútbol se ha contagiado de eso. El fútbol argentino se ha contagiado del mensaje maniqueo de los medios: sí o no, blanco o negro, éxito o fracaso. En los últimos años el fútbol se ha farandulizado en la Argentina”. La apocalíptica advertencia de Sacheri se ha traducido en una banalización del periodismo deportivo que ha provocado un alarmante descenso de la calidad y una teatralización por parte de los periodistas.
Lo confirma uno de los periodistas más respetados del panorama deportivo, el argentino Ezequiel Fernández Moores, 40 años trabajando en agencias y colaborador de La Nación: “Mis amigos latinoamericanos me dicen que después de haber crecido leyendo la revista El Gráfico como si fuera la Biblia del periodismo deportivo, ahora les duele ver como el periodismo deportivo de Argentina parece reducido a periodistas que cantan, gritan como si llegara la Tercera Guerra Mundial o se limitan a disfrazar las noticias en televisión”. Y apunta que no es un fenómeno exclusivo del periodismo argentino: “Yo crecí leyendo a la plumas sagradas del periodismo deportivo español y me da pena ver algunos programas de televisión hoy en día. Hay que intentar alejarse de quienes producen ruido y no perder de vista a los que, silenciosamente, siguen haciendo periodismo. En España existe una particularidad con la rivalidad del Barca-Real Madrid. Me preocupa que la información pueda sesgarse tanto y entiendo que representa algo que va mucho más allá del fútbol. Pero aún haciendo esa lectura, me duele que, en nombre de esa batalla, dañen tanto al periodismo. Y por consiguiente también al fútbol”.
De nuevo en España
Saltamos el charco. Santiago Segurola, un referente del periodismo deportivo desde su privilegiada posición de redactor jefe de la sección de deportes del diario El País en sus mejores años, nada que ver con el actual deambular de la sección y del periódico que dirige Antonio Caño, se pronuncia en términos parecidos. Incluso extiende esa tendencia más allá de los límites del ámbito deportivo: “Este fenómeno de la farandulización del periodismo no es exclusivo del ámbito deportivo. Uno ve ahora un programa político y el formato está replicado del clásico carrusel de deportes. Minuto y resultado. Y los actores que se sientan a su mesa son entendidos por el público como un nuevo Parlamento. Uno entiende el desprestigio de la política viendo estos programas que copan la pantalla. El paso de la era Gutemberg a la digitalización ha conllevado una pérdida de independencia y de sentido crítico en la profesión”.
Para Diego Barcala, director de la revista Libero, “los formatos de periodismo de calidad han desaparecido de las franjas del prime time. Se han derivado a canales de pago y publicaciones minoritarias, casi artesanales. En las televisiones se buscan comentaristas dicharacheros, divertidos no interesantes o tan siquiera didácticos. Esa gestión de le elección de los comentaristas desnuda un propósito claro. No hay rotación ni caras nuevas apenas. Es muy significativo que solo haya un Valdano”.
Sin embargo, Barcala hace una pragmática interpretación del fenómeno: “El hecho de que haya gente que apuesta por el fast food implica que otros podemos ocupar esas ventanas de periodismo más elaborado. No sé si Libero existiría si esa prensa deportiva no hiciese lo que hace. Ellos han apostado por esa información de consumo rápido y han dejado libre un espacio para una prensa con una intención más intelectual o cultural, un producto para una masa más exigente”.
Para Segurola la raiz del problema está clara: “Los periodistas éramos respetados e incluso temidos por los clubes y por el poder. Ahora existe una relación subsidiaria con ellos. A los clubes les interesa que se habla de estas banalidades que suponen la hojarasca del fútbol. El periodismo se ha depauperado con la dependencia económica de los clubes y del poder. Los grandes medios están hipotecados a decisiones financieras y subsisten gracias a publicidad institucional o a acuerdos privados que condicionan esa misión crítica que debemos cumplir. El periodismo ha sufrido una involución notable en su calidad”.
Se puede hacer periodismo de calidad tanto en un programa de investigación de dos horas como en un encabezado de una noticia de dos líneas. Cada palabra vale”
Fernández Moores comparte esa perspectiva del periodismo subsidiario: “Los dueños del fútbol están cada vez más vinculados con los dueños de la información y del poder económico. A ellos les conviene, y mucho, que nos dediquemos exclusivamente a esa información de consumo rápido, así, mientras tanto, siguen haciendo sus negocios a oscuras. Creo, entonces, que el periodismo deportivo de calidad será cada día más una excepción. Trabajo en agencias de noticias desde hace décadas y creo que se puede hacer periodismo de calidad tanto en un programa de investigación de dos horas como en un encabezado de una noticia de dos líneas. Cada palabra vale”.
Rubén Uria, bloguero en Eurosport y comentarista en Bein Sports junto a Segurola, eleva el problema a general: “No hay una crisis periodística, hay una crisis institucional. Presionan por la audiencia, la exigencia es brutal, lo que provoca una bajada de calidad descorazonadora. Se buscan los clics en las webs y el share en la telvisión. Es el periodismo del todo vale. Vende más la jarra oficial del Real Madrid que un buen scoop o un reportaje bien escrito que merezca la pena ser leído".
Segurola centra la mirada en la falta de formación de los periodistas: “Antes pasábamos por unas etapas de formación en las redacciones. Hoy los que llegan de las facultades buscan ser ricos y famosos. No hay rotación entre los periodistas. Uno siempre ve a los mismos, mayores de 50 años todos, y no gente joven con un discurso nuevo”
Uría va más allá: “Hemos pasado de cocer a fuego lento al periodista a fabricar periodistas de microondas, de esos que se preparan en tres minutos. El mensaje que se está mandado a las nuevas generaciones de periodistas es dramático porque hacer periodismo no es asomarse a redes como Twitter, Facebook e Instagram para opinar y descalificar. Antes hacías una mili de 3 o 4 años en las redacciones a la sombra de gente contrastada, mientras te construías una agenda y un estilo propio”.
Lo cierto es que sea como fuere el estilo implantado por Pedrerol va ganando espacio, que no adeptos, aunque periodistas como Mónica Planas, de El Mundo Deportivo, describen su estilo como “la teatralización del conflicto. Va más allá del periodismo de autor. Es la saña. Reivindica la no violencia con un discurso cargado de inquina, un tono prepotente porque convierte el estudio en su altar, en su púlpito”.
Barcala resalta con vehemencia un punto en el que todos están de acuerdo, el trato machista de la mujer en este tipo de programas: “Lo que más molesta respecto a este debate es la banalización del papel de la mujer. Su instrumentalización. Mucho más que los debates artificiales o que se inventen la información. Utilizar el cuerpo de las mujeres, vestirlas con escote llamativos, colocar modelos en roles periodísticos… Hay un alto grado de exhibición física y no intelectual de las mujeres. Es intolerable”.
Planas ejemplifica el apunte del director de Libero: “Ascendieron a Irene Junuqera a tertuliana y organizaron un casting para elegir a la nueva ‘leedora’ de mensajes en las redes. De 100 que había se vio rápido la que les gustaba. Fingían valorar parámetros laborales y el casting era una exhibición de machismo con los tertulianos dándose codazos. Quiero recordar que en el inicio de Jugones, Pedrerol presentaba el programa con Lara Álvarez, que terminaba los programas bailando…”.
Se justifican, en este tipo de programas, advirtiendo que hacen periodismo, pero no informativo, sino de entretenimiento. Segurola rebate este argumento con contundencia: “No comparto que el entretenimiento sea un tipo de periodismo. No lo es. A Pedrerol siempre le ha ido el lío, pero un lío dirigido y supeditado a otros interés superiores. Mientras que Robinson siempre ha apostado por el periodismo de calidad porque le gusta el deporte. Y el mejor servicio que puede prestarle es respaldar ese periodismo de calidad que ensalza los valores del deporte”.
Planas sostiene que “ante este fenómeno no hay que denunciarlo. Lo que debemos hacer es pedagogia. Explicar al espectador la forma en qué comunican estos programas en lugar de prohibirla. Está bien que la gente vea estos programas, siempre y cuando sepan lo que están consumiendo”.
La especialista en periodismo televisivo del diario deportivo catalán advierte que “al espectador se le está sirviendo una realidad rodeada de efectos y músicas que no es transparente. Y la realidad no es así. Acaba perdiendo el hábito de digerir la realidad coherente y la cambia por esta figurada y manipulada, porque si no se aburre. A las nuevas generaciones de espectadores se les ofrece una realidad triturada”.
Segurola sostiene que “los espectadores vivimos una verdad distorsionada, que es la que se nos cuenta. Una verdad interesada”. Y lo denuncia en relación a ese mito falso que mantiene que estos programas han aumentado las audiencias de los programas de deportes. Hay datos más que significativos que echan por tierra esta creencia. Si sumamos las audiencias de los tres canales en abierto de la parrilla (Teledeporte, Gol y Real Madrid Televisión) obtenemos menos de la mitad de la audiencia de la 2. Un canal considerado históricamente residual.
Respecto a los programas, Mónica Planas arroja algo más de luz: “El dato real mente relevante es que Los Manolos han logrado mantener durante varios años un millón de espectadores en un programa de deportes a la hora de comer. El resto no es reseñable”. Un dato que, sin embargo, no esconde una pérdida de audiencia y credibilidad con el paso del tiempo. Así, en octubre de 2015 su promedio fue de 9,5% y una media de 1,159.000 espectadores y un años después ha descendido a 8,3% y roza el millón.
Sobre los programas de noche Planas no se muerde la lengua: “Su audiencia es tan residual, que difícilmente aguantan una revisión de rentabilidad del producto. La audiencia de la noche está sobrevalorada”. Lo dice porque El Chiringuito extrañamente supera los 250.000 espectadores y Estudia Estadio en el último mes apenas ha pasado tres días de 100.000 televidentes. Planas lo tiene claro: “Justifican su audiencia como un modo más de propaganda en las redes sociales. Es parte del espectáculo, por eso les vemos discutir en Twitter. Se limitan a hace ruido, porque es lo único que pueden hacer con datos indefendibles. El fenómeno y el éxito de estos programas, en ninguno caso es creciente”.