Eufórico tras remontar desde la última posición hasta la tercera plaza, Sebastian Vettel se soltó el pelo y la lengua en Abu Dabi. Entrevistado por David Coulthard en el podio se refirió a la carrera con dos frases que oyeron en directo los millones de espectadores que siguen la F1 en todo el mundo: "Sí, era obviamente una oportunidad para cagarla y no lo hemos hecho", dijo refiriéndose a la sanción del sábado que le obligó a salir desde el pit lane. Y luego, cuando comentó uno de sus roces en la pista declaró: “Pensé: bueno, ahora el alerón delantero está jodido”. Dos tacos menores que encendieron las alarmas en la FIA.
Tanto que el presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), Jean Todt, ordenó a su director de comunicación, Norman Howell, enviar una carta a las escuderías. "Es nuestra responsabilidad colectiva que los pilotos no utilicen ese lenguaje durante sus comparecencias ante los medios de comunicación", escribe Howell.
"Las malas palabras son una publicidad inoportuna y adversa para sus equipos, patrocinadores, el deporte y la FIA", añade la misiva. "Entiendo que en el fragor de la batalla, la adrenalina, la euforia y la decepción pueden se una mezcla peligrosa, pero los pilotos de F1 no son los únicos a quienes se entrevista en esas condiciones. Boxeadores, jugadores de rugby y fútbol son entrevistados en directo por la televisión después de un agotador esfuerzo y se las arreglan para evitar el lenguaje inapropiado".
Howell asegura que la carta había sido recibida "positivamente" por los equipos y reconoce que ha habido "pocas quejas de espectadores, directivos de la FIA y medios de comunicación". Quizás por ello tilda de "amistosa" la carta y ni siquiera se plantean posibles sanciones contra las palabras malsonantes.
Otra vertiente no tratada en el mensaje de la FIA pero conocida en todos los garajes es el truco de emplear tacos en las comunicaciones por radio entre ingeniero y piloto. Se cree que esas palabrotas no son más que claves para enmascarar información que las escuderías no desean que conozcan los rivales. El fondo del asunto estriba en que esas emisiones malsonantes son automáticamente vetadas por la FIA y no se emiten en abierto para todo el mundo, lo que dificulta que sea escuchado por el resto de equipos.