Fuentes de la FIFA han manifestado su contrariedad por la decisión de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, de no asistir a la final de la Copa Confederaciones de fútbol que se celebra este domingo en el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, que medirá a Brasil y España.
Tradicionalmente es el jefe del Estado del país anfitrión el que entrega el trofeo. Sin embargo, los abucheos recibidos en el partido inaugural de la competición han hecho que la presidenta haya decidido no acudir al partido, que enfrenta a las selecciones anfitriona contra la española.
"¿Es bueno o malo para ella?", han señalado funcionarios de la FIFA en declaraciones bajo condición de anonimato recogidas por el diario brasileño 'Estadao'. Fuentes próximas al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, han señalado que "comprenden" la decisión de Rousseff.
Sin embargo, lo consideran una muestra de que el gobierno no está siempre dispuesto a apoyar el evento y que los cálculos políticos pesan más que el torneo en sí. "Lo que parece es que cuando las cosas van bien, Brasil quiere utilizar la Copa para publicitarse, pero cuando no funciona o hay una crisis, todos quieren desvincularse del fútbol", explicó un miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA en declaraciones bajo condición de anonimato.
Según informa la prensa brasileña, los asesores directos de Rousseff le señalaron que sería una exposición innecesaria estar en el palco de Maracaná y dan por hecho que la mayoría será hostil a su presencia. Está previsto que no menos de 100.000 personas, según los convocantes, se manifiesten en las inmediaciones del estadio para protestar contra el 'proceso de privatización y elitización de Maracaná', contra el derribo de infraestructuras ya existentes para dejar espacio a las obras del Mundial de 2014 y la villa olímpica de los Juegos de Río 2016.
Las autoridades han anunciado un despliegue de más de 17.000 policías y militares en previsión de las dos manifestaciones multitudinarias de los 'indignados'. Las autoridades han informado ya del despliegue de 10.000 agentes de la Policía, a los que habría que sumar 7.400 militares del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea que reforzarán la seguridad en los puntos estratégicos de la ciudad.
La Policía montará barreras en un radio de dos kilómetros en torno a Maracaná y sólo quien tenga entrada podrá entrar en este perímetro. El tráfico se cortará a las 14.00 horas en la zona que rodea el estadio y ya están preparados los blindados, las armas no letales, los caballos de las fuerzas de caballería y los helicópteros.