España se acaba, como se acabó el Barça. Son prolongaciones del mismo esqueleto y de la misma sensibilidad. Y se consumen. Del Bosque intentó estirar su vigencia, guardar respeto a los nombres pese a las señales de decadencia, pero a la poesía no le quedan versos. No es sólo la defunción de un equipo, es la derrota de un estilo, un modelo de vida y de juego. Ni siquiera las ideas son para siempre. La rueda del fútbol gira sin descanso, lo cuenta la historia, y ha establecido ya con absoluta rotundidad que se ha entrado en el reinado del juego directo. El toque tiene enfrente una vacuna. Le toca otra vez ponerse a estudiar.
La mayor derrota de la historia de un campeón vigente en un Mundial no puede tratarse de accidente. España fue zarandeada como consecuencia de lo que hizo y de lo que es, no fue un desenlace al azar. Ha perdido precisión y velocidad, físico, y se vuelve muy vulnerable para su antídoto. Holanda fue la consagración del otro fútbol, el que espera atrás con superpoblación de defensas y destroza a la contra. De jugar en función del rival y no de uno mismo. De diagnosticar las características del enemigo y trazar un plan para desactivarlo. Llámenlo si quieren Simeone.
Es curioso y meritorio que haya sido un entrenador impostado, procedente de la corriente opuesta, el que haya aplicado la puntilla. Van Gaal fue una vez bandera del fútbol protagonista y ha sabido reiventarse, agrandar las prestaciones de un equipo a partir del paso atrás para aplastar al teórico superior. Ya ocurrió algo parecido, aunque en el sentido opuesto, en el anterior cambio de ciclo. Cuando fue Luis Aragonés, el estandarte del contragolpe, el que se inventó una forma deliciosa de jugar que rompió en hegemonía. Y que ya terminó.
Quién sabe si a esta España le quedan cabezazos por asestar antes de morir, si es capaz de darle la vuelta al grupo, pero la herida descubierta es profunda y definitiva. Ya es seguro que la selección necesitaba una revolución que no se ha aplicado. Y que dificilmente se va a abordar en Brasil con el tren en marcha. No parece Del Bosque de los técnicos con pericia para el volantazo. Hay muchos jugadores que ya no son lo que fueron, la mejor hornada que este deporte recuerda. Lo de hoy no invalida lo de ayer. Pero sí anticipa lo que va a pasar mañana. Las mejores películas también enseñan The End. La España de Xavi y Casillas fallece finalmente atropellada, pero es la edad, la ley del tiempo, lo que acaba con ella. Ha renacido el fútbol directo.