Pese a mi vocación deportiva, nunca he sido fiel seguidor de la Prensa del ramo. El motivo es que raramente sus artículos dan acceso a conocimiento, limitándose al escalón inferior, es decir, a la información. En verano descienden un poco más y suelen alimentarse de lo que no pasan de meros bulos, muy especialmente en sus páginas dedicadas al fútbol. De todos modos, días atrás Tomás Guasch en la última página de 'Marca' tocaba las novedades en torno al FC Barcelona, que creo que es de lo más relevante en estas semanas, por varios motivos.
En uno de los párrafos escribía Guasch, a cuenta de los presuntos contactos de los culés con el ya en esos días entrenador céltico, Luis Enrique, que el equipo catalán acabaría siendo considerado 'bestia negra' por los dos principales equipos gallegos. Si años atrás era el deportivista Rivaldo el que a última hora atendía a los cantos de sirena, en este 2013 había especial empeño en dejar al equipo vigués sin entrenador con similar escaso margen de reacción. Discrepo con Guasch. No creo que quepa hablar de “pactos de caballeros” entre los grandes clubes -ni aún entre los pequeños- sino más bien de un delicado equilibrio ecológico que cabría calificar de “pactos tácitos de no agresión entre tiburones”, pactos que sabemos que se rompen a diario. Quedan los individuos. A mi entender, habrían de ser Rivaldo y Luis Enrique, en estos casos, los que con más sentimiento y argumentos éticos deberían responder a los seguidores gallegos. Seguro que tanto el brasileño como el asturiano (de haberse marchado a su antiguo equipo) podrían explicar sus súbitos cambios de club, pero, al margen de ello, serían con ellos los que los seguidores podrían estar molestos, y no tanto con el FC Barcelona. A lo largo de sus historias, tanto Deportivo como Celta, cuando han podido, han hecho fichajes que habrán sentado como tiros entre otras aficiones.
Un poco más adelante, en su artículo, creo recordar que Guasch escribía algo como que siendo tres nombres los que más sonaban como aspirantes a dirigir a la plantilla azulgrana ante la triste circunstancia de Tito Vilanova, el citado Luis Enrique sería la mejor opción, Juan Manuel Lillo la peor, y Tata Martino la que probablemente sería la definitivamente real. Y que, con Zubizarreta viajando hacia Argentina, la opción Martino se valoraba preponderamente tras supuestos consejos de gente como Bielsa, Valdano, Menotti… y la familia Messi.
A poca memoria que tengamos, e incluso atreviéndonos a suponer que las opiniones de Pep Guardiola -expresadas o no 'ad hoc'- siguen teniendo peso en Can Barça, de repente se nos ocurre, o al menos se me ocurre, que no habría mejores referencias de las que la mayoría de esos entrenadores darían de Juan Manuel Lillo. Nunca somos objetivos, nunca. Yo además, en este asunto, menos que nadie, dado que presumo de contar con la amistad personal de ese excepcional ser humano y generador de ideas que es el entrenador tolosarra. Pero si aludo a la memoria general, es porque los elogios que esos grandes técnicos han reiterado acerca de Juanma son más que sabidos.
El elegido ha sido Tata Martino. Seguramente es una buena opción y, en todo caso, es la que los dirigentes catalanes han tomado. Pero me queda la duda sobre qué consejos y qué criterios se han tomado más en cuenta. Son conocidos los reparos que se hacen a Lillo. Yo mismo creo que es una especie de 'entrenador LOGSE', en el sentido de que, pensando que esa Ley de Educación es la mejor que se ha diseñado y se puede diseñar, su aplicación es complicada con alumnos que no sean al menos muy buenos, en un sentido amplio. Pero es que precisamente pienso que si hay unos jugadores, un modelo, un sistema, por encima de la media, los encontramos precisamente en el FC Barcelona, porque es el equipo que creo que maneja en mayor cantidad y con más afinada calidad los Principios de Juego. Que presume de tener una forma de vivir el fútbol -en todas sus facetas- que impregna absolutamente toda su escala formativa y profesional. Un equipo LOGSE. Como un guante para un entrenador LOGSE. Juan Manuel Lillo.
Me relamía cuando me imaginaba siendo testigo de una temporada en la que veríamos cómo resultaría la aportación de Pep Guardiola en el todopoderoso y consolidado y tan diferente Bayern y, al mismo tiempo, en la de su admirado Juan Manuel Lillo a un FC Barcelona que por momentos raya la perfección.
Me quedaré con las ganas. Nos quedaremos con las ganas.