Cristiano quiere jugar. Está decidido a acudir al rescate del Real Madrid ante las opulentas hordas del jeque Mansour bin Zayed, como ya hizo semanas atrás ante los titánicos alemanes del Wolfsburgo. Sin embargo, Ronaldo arrastra una rotura de fibras en su bíceps femoral derecho, en esa poderosa palanca que vertebra su potencia de carrera y desata la violencia de sus latigazos al balón. Uno de las columnas de su descomunal físico y al tiempo un punto débil como se ha demostrado en los últimos años. La carga de partidos en la temporada termina crispando la elasticidad de su musculatura hasta erosionar sus fibras. Le ocurrió en 2014, cuando un pinchazo en su bíceps femoral le dejó sin Copa del Rey (por más que trató de protagonizar otra recuperación heroica) y le lastró durante el Mundial de Brasil. Y el año pasado volvió a terminar la temporada tieso, gestionando los esfuerzos en unos castigados isquios que descargan toda su furia en forma de calambrazos que frenan al luso en seco.
Hoy Cristiano saltará al campo con los plazos de rehabilitación completados (14 días), pero sin haber dedicado la semana de rigor para fortalecer la zona de la rotura. Su ambición voraz y el Balón de Oro que esconde esta Liga de Campeones para él, toda vez que Messi ya está eliminado, le empujan a forzar en un decisión cuanto menos temeraria. Él quiere, Zinedine Zidane está dispuesto a actuar de cómplice y el Real Madrid, con sus ruinosos servicios médicos, ha convertido su regreso en un ejercicio de márketing y épica, como si se tratase de la reencarnación de El Cid madridista. Por más euforia que se respire, la realidad aconseja mesura porque no está descartado que Ronaldo pueda protagonizar otro episodio como el del renqueante Diego Costa en la final de Lisboa, quien se retiró del campo a los siete minutos de partido.
Las bajas de Benzema y Casemiro disparan la 'obligación' de contar con un Cristiano que arriesgará porque no ha completado los plazos naturales de recuperación de su rotuta de fibras
Nada es seguro. Ni su titularidad. El riesgo es alto, pero la ocasión, dicen, lo merece. Más aún si se tiene en cuenta la baja a última hora de un Karim Benzema con un umbral de dolor tan débil como su estabilidad emocional. El francés es un ariete exquisito con hechuras de 9 y medio capaz de marcar por sí mismo y hacer marcar a sus compañeros. Pero no estará y eso obliga a Zidane a colocar al portugués en el centro del ataque con el bullicioso Lucas Vázquez y Bale a los costados. La otra alternativa es situar a Jesé de 9 y Lucas al banquillo, apuesta más natural tácticamente, pero más cuestionable por la estado de forma del gallego.
Tampoco estará Casemiro, baja logísticamente notable por ser el ancla blanco en la medular. Su posición debería ocuparla Kovacic, a juzgar por la palabras de Zidane: "No voy a cambiar el dibujo, la idea es siempre la misma y más jugando en casa". Con un Modric de ida y vuelta y Kroos de quaterback, el equipo se afilará por las bandas con Marcelo y Carvajal, que lucirá sus galones en estas guerras, cediendo a Danilo el protagonismo en las escaramuzas ligueras. Ni rastro de James o Isco, que ganarían enteros si Zizou deja a Modric de Busquets y pone a otro jugón en el medio. No hará falta una remontada hercúlea, pero los dos equipos penalizan demasiado los errores en sus áreas y un gol citizen exigiría un esfuerzo doble de un Real Madrid de gatillo fácil en el Bernabéu. Agüero y De Bryune son los rivales señalados en la pizarra de Zidane.
Cuando acabe la temporada Florentino Pérez realizará una limpia en un vestuario que entiende amortizado y sospecha acomodado. Zizou sabe que su puesto está en el aire y no esconde que "no estar en la final de la Champions sería un fracaso". Un fiasco que culminaría otro temporada en blanco, la segunda, de esta segunda era florentinista que cosecha una mísera liga en siete temporadas. Por eso Pérez, más que nadie, se aferra a la Undécima como a un salvavidas. Más sabiendo que el Atlético ya espera en Milán. Y por eso la presencia de 'Cristiano Díaz de Vivar' resulta decisiva a estas alturas de la batalla. Aunque cuando acabe esta, comenzará la gran guerra: la Eurocopa, donde Ronaldo será mariscal de campo de los ejércitos de Portugal. Así que si ven que en una carrera el portugués se echa la mano al muslo y mira al banquillo, recuerden, agradeciéndole el ímpetu, que "soldado que huye, sirve para otra guerra".