21 de mayo de 2014. Rueda de prensa de presentación de Luis Enrique como técnico del Barcelona. Preguntado por su fama de sargento de hierro, el asturiano responde: “No creo que esta plantilla necesite mano dura. Creo que necesitamos mucho diálogo. Surgirán dudas y algunos problemas de comunicación, pero hablaremos y lo afrontaremos”.
Han pasado 197 días desde que Luis Enrique se hizo cargo del vestuario azulgrana. Los resultados invitan a un moderado optimismo, pero el juego del equipo frena cualquier euforia. Se comenzó ganando una credibilidad defensiva que se ha perdido en los últimos partidos, mientras en ataque la dinámica es preocupante. Luis Enrique se ha destapado como un técnico cambiante y, sobre todo, poco comunicativo.
En el vestuario los jugadores echan de menos más cercanía, más feedback con el entrenador y su equipo de colaboradores. Se confiesan sorprendidos por la manera en la que el asturiano maneja al grupo y, sobre todo, por la falta de interacción. Un dato: a día de hoy, el entrenador no se ha sentado aún a hablar cara a cara con Lionel Messi sobre su rol en el equipo, su disposición táctica o sus preferencia futbolísticas.
Ese silencio no es ajeno al resto de una plantilla que vive confundida por los cambios tácticos y estratégicos del técnico. El Barcelona no ha repetido once en las 13 jornadas de Liga y comienza a fraguarse en la plantilla la idea de que improvisa planteamiento dependiendo del rival al que se enfrenten.
Tampoco hay reuniones pautadas con los capitanes, ni siquiera se produjo un encuentro entre el técnico y los jugadores para conocer las preferencias o el sentir del vestuario sobre la disposición táctica que propone para este Barcelona 2014-15.
En el grupo hay futbolistas que parecen confundidos con su rol, como Pedro, Jordi Alba, Ter Stegen o Rakitic, quien pasó de imprescindible a recurrible. Y otros, como Martín Montoya, Douglas, o en su día Gerard Piqué, parecen señalados. La falta de comunicación dispara las especulaciones en un vestuario que ve pasar los días sin que la relación fluya con la misma naturalidad que con Guardiola, comparación que molesta especialmente al asturiano.
Luis Enrique despacha más con Andoni Zubizarreta y los directivos que se acercan a los entrenamientos que con los propios jugadores. Y quizás por eso comienza a crecer en el vestuario la incertidumbre alrededor del técnico. Los "problemas de comunicación" de los que hablaba en su primera rueda de prensa son ya una realidad.