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Magnus Carlsen, el Mozart del ajedrez al que le gusta jugar al fútbol y es hincha del Real Madrid

El noruego, nuevo campeón mundial de ajedrez y comparado con Mozart por su juego armónico e imaginativo, es un ídolo en su país y un fenómeno que ha traído a este deporte el glamour de la cultura pop.

El que fuera niño prodigio del ajedrez, ahora a punto de cumplir 23 años, ha participado en campañas publicitarias con una firma de ropa junto con la actriz Liv Tyler y tiene acuerdos de patrocinio con varias empresas, que se calcula le proporcionan unos 1,2 millones de euros al año.

Los elogios a su talento para el ajedrez, que Gari Kasparov definió como una mezcla entre Anatoli Karpov y Bobby Fischer, conviven con las etiquetas de ídolo juvenil y creador de estilo, mientras la revista 'Cosmopolitan' lo elige uno de los hombres más sexy y 'Time' entre las cien personas más influyentes del mundo.

De Karpov tiene la comprensión teórica del juego y su gran repertorio de aperturas. De Fischer, algo aventurero y lúdico que lo lleva a seguir jugando, e incluso a ganar, partidas que parecen perdidas como ocurrió con su quinta victoria ante el indio Viswanathan Anand en la lucha por el título mundial.

En su país, Carlsen es un héroe nacional a la altura de Petter Northug y Marit Bjørgen, figuras mundiales del esquí nórdico, el deporte más popular en este país. La fiebre del ajedrez en Noruega explica por qué el canal público NRK ha retransmitido en directo sus partidas con Anand y éstas han logrado una audiencia similar a la del esquí nórdico y sensiblemente superior a la de la selección de fútbol.

En las redes sociales noruegas también se ha convertido en un fenómeno y hasta la primera ministra, la conservadora Erna Solberg, se unió a la campaña para apoyarlo en la consecución del cetro mundial, la confirmación de algo anunciado ya hace muchos años.

Nacido en Tønsberg, a las afueras de Oslo, a Sven Magnus Øen Carlsen fue su padre Henrik, un ingeniero apasionado del ajedrez, quien le enseñó a jugar a los cinco años, cuando ya había dado muestras de su capacidad nemotécnica memorizando por ejemplo los nombres y población de los 430 ayuntamientos de Noruega.

Pero el niño Carlsen no mostró especial interés o aptitud para el ajedrez, hasta que un par de años más tarde, cuando vio a su padre jugar con su hermana mayor, Ellen, se despertó su animal competitivo y empezó a volcarse en el juego y a estudiarlo por su cuenta. Un detalle curioso es que, según ha dicho en diversas declaraciones de prensa, en su formación como ajedrecista el uso de ordenadores y bancos de datos fue tardío y, para él, relativamente secundario.

"Utilizo el ordenador para el análisis, pero creo que hay cosas que sólo se ven ante el tablero", dijo recientemente en una entrevista con el semanario alemán "Die Zeit". Su evolución fue meteórica, y en 2003, la familia se tomó un año sabático para viajar por Europa y acompañarlo en los principales torneos, igual que han hecho Henrik y Ellen en este mundial.

Fue al año siguiente cuando se estableció en la élite mundial y con 13 años y 4 meses se convirtió en el segundo Gran Maestro más joven de la historia hasta entonces. Un mes antes, en un torneo de partidas rápidas en Reikiavik, fue capaz de derrotar a Karpov y empatar con Kasparov en una partida en la que minutos antes del comienzo se le veía esperando a su rival mientras leía un cómic del Pato Donald.

El título mundial ha sido la culminación de una trayectoria marcada por la excelencia: con 15 años ya era uno de los cien mejores del mundo; con 17 entraba en el top 10 y desde enero de 2010 ha sido el número uno salvo en un par de cortos intervalos.

Tras batir a principios de año el récord de puntuación ELO de Kasparov con 2.849 unidades, Carlsen derrotó meses después en el torneo de candidatos de Londres al ruso Vladimir Kramnik, excampeón mundial y su ídolo, en un final agónico que lo dejó exhausto al tener problemas con el reloj. Por eso en el Mundial disputado ahora en Madrás se ha mantenido aislado sin leer internet ni la prensa para tratar de reducir la enorme presión que ha soportado como favorito indiscutible.

"Vengo a ganar, está claro. No tiene sentido ir a un campeonato así sin estar convencido", decía con naturalidad en una entrevista previa, más como muestra de seguridad que de arrogancia de alguien que explica su éxito porque nunca ha perdido la alegría por el ajedrez, en el que admite piensa "casi todo el día".

Y cuando no lo hace, le gusta disfrutar de su familia y de sus amigos o practicar una de sus pasiones favoritas, el fútbol -es un apasionado seguidor del Real Madrid, según su mánager-, jugando de lateral izquierdo en el Fremad Famagusta, un equipo que de la Sexta División noruega.

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