Fue un partido inglés en el mejor sentido de la expresión. Intenso, atractivo, épico. Con una primera parte celestial del Manchester City y un jugador excelso, David Silva. Enfrente un Manchester United orgulloso que no cuida la pelota con la calidad que atesoran sus jugadores porque Mourinho prefiere el fútbol directo. Su pegada complicó al final el triunfo de los de Guardiola, que contaron con un enemigo inesperado, el portero Claudio Bravo, protagonista desafortunado en el gol de Ibrahimovic y en numerosas jugadas que pudieron costarle muy caro a los citizens.
De inicio las alineaciones endurecieron el gesto del United, con dos jugadores más directos en los extremos como Lingard y Mhikitaryan, y suavizaron el del City, con Nolito, Sterling y De Bruyne por delante de Silva. El canario se ha convertido en un futbolista esplendoroso, un jugador que a su habitual talento ofensivo ha sumado una sorprendente capacidad de anticipación que le permite madrugar muchos balones a sus rivales. Y al mando del de Arguineguín el City saltó al césped del Old Trafford para imponer su fútbol de posesión, talento y lectura de los espacios.
Con Bravo sumando en la salida del balón y Otamendi espléndido en la lectura de los pases interiores, el City fue inclinando el campo poco a poco hacia el área de De Gea. No creaba ocasiones claras, pero monopolizaba el balón, algo que tampoco inquietaba especialmente a Mourinho. El portugués abandera ese fútbol demagógicamente llamado 'ganador' en el que maltrata la pelota para apostar un juego directo, sin grandes pretensiones estéticas ni académicas. Pero el City comenzó a sumar méritos y llegadas hasta sembrar la inquietud en la grada local. Y en la jugada menos guardiolesca del City, un balón largo de Bravo que peinó Iheanacho, dejando solo a De Bryune ante De Gea, al que batió con templanza. Se cumplía el cuarto de hora y los vecinos clavaban la bandera en el centro de Old Trafford.
Lo que vino después no fue diferente. No hubo un ataque de carácter de Pogba, Ibrahimovic y compañía. Fellaini sufría ante Silva, que además de manejar el balón, le robaba cada pelota que recibía. Fernandinho superaba a Pogba y las bandas de los red devils estaban desaparecidas. Y entonces en otra jugada majestuosa la pelota saltó de pie en pie del City hasta terminar con un disparo de De Bruyne al palo que Iheanacho remachó a la red. Minuto 41, 0-2. El baño comenzaba a tener reflejo en el marcador y el gesto de Mourinho se crispaba ante los silbidos de la grada.
Pero el fútbol elige caminos indescifrables. Y cuando más cómodo estaba el City un balón largo cruzado al área de Bravo produjo un atropello entre Stones y el chileno que dejó una pelota muerta, con un bote alto que Ibrahimovic golpeó con elegancia a una altura considerable para meter al United en el marcador, en el partido estaba por ver. Corría el minuto 41. El tanto, al borde del descanso, resucitaba a los de Mourinho. Bravo, intachable hasta entonces, inauguraba una exhibición de dudas, errores y malas decisiones.
Mourinho dejó en la ducha a Lingard y Mhikitaryan por Herrera y Rashford. Una maniobra que desarboló a los de Guardiola y la agresividad del United se tradujo en varias ocasiones inciales. Pep lo atajó sacando a Fernando para trabajar en la medular con Fernandinho, sacrificando a Iheanacho, para colocar a De Bruyne de 9 y tener más contención. La apuesta era clara, recuperar la posesión, enfriar el partido y defenderse con el balón en los pies. El Manchester City volvía a rebajar el ímpetu local con su juego asociativo, pero la amenaza latente de una renta mínima mantenía la tensión en el partido. Una amenaza que se tradujo en un gol de Rsshford en el minuto 69, pero el latigazo del joven delantero tocó en Ibrahimovic, que estaba en fuera de juego, en su viaje a la red.
Pudo devolverle el golpe el City en una secuencia de varios córners posteriores, pero De Gea salvó por tres veces a su equipo. El intercambio no era del agrado de Guardiola, que veía como se comprometía el triunfo ante las estampidas de los de Mourinho. Más cerca estuvo De Bruyne, que mandó al palo una contra. En la siguiente fue Silva quien acarició el gol con una comba. En el cruce de golpes a los puntos ganaba el City, pero se mascullaba un directo del United al mentón del City. Mourinho solo proponía un rifi rafe barriobajero ante el despliegue sinfónico de los de Guardiola.
El final fue un asedio local ante las contras visitantes. Con el partido acomodado en terrenos dramáticos y épicos, Guardiola se desgañitaba en la banda pidiendo cabeza, pausa y circulación. Y terminó el partido con un United poderoso y exuberante en su plantilla, pero mediocre en su propuesta. Un equipo que no es tal, sin funcionamiento colectivo ni automatismos evidentes de trabajo en la pizarra. El United vive de los crochés de sus descomunales futbolistas. El City, majestuoso con la pelota en los pies, desplegó un juego bien intencionado, paciente y a ratos vertical. Dos equipos personificados en dos jugadores, Ibrahimovic y Silva. El primero un animal de área. El segundo, hoy por hoy, uno de los tres mejores jugadores del mundo. Un canario madurado al calor del fragor inglés al que Guardiola pulirá aún más, si es que puede sacar más brillo a este diamante.