Hace menos de tres años, en enero de 2010, algunos de los cada día más numerosos periodistas de bufanda escribían o clamaban algo más o menos así: “Sorprende que en un futbolista profesional puedan influir aspectos emocionales”. Hoy, claro, callan. Aquel intencionado mensaje iba dirigido a su público, los aficionados del Sporting, y el señalado era Miguel Pérez Cuesta, Michu, nacido en la capital del Principado, criado en el Real Oviedo y entonces jugador del Celta en Segunda División. El club rojiblanco tentó al centrocampista y el entornó gijonés, asustado ante el abismo del descenso, presionó en la distancia a un chaval que entonces tenía 23 años. “Los trenes solo pasan una vez”, argumentaban.
Pero Michu tuvo en la cabeza desde el primer momento que no hay remedio para la alergia que su torso “grandón” (mide 1,91 metros) experimenta ante la camiseta rojiblanca sportinguista. Criado desde alevines en el Oviedo, siempre supo que su corazón latiría a disgusto bajo el escudo rival. Así que dijo “no”, siguió creciendo como futbolista en el Celta y hoy, 40 meses después de aquello, es una de las sensaciones de la jornada inaugural de la Premier.
El ovetense prolongó una temporada más su estancia en Vigo, pero el año pasado quedó libre. Se arriesgó de nuevo al no renovar con el Celta porque se veía jugador de Primera, pero las ofertas no llegaban y algunos afilaban dientes y pluma dispuestos a desempolvar el cuento del tren fantasma de Gijón. Hasta que, paradojas del fútbol, apareció Felipe Miñambres, uno de los grandes futbolistas en la historia del Sporting y eficaz director deportivo del Rayo Vallecano.
Miñambres ató a Michu, le puso un lazo y se lo regaló a su entrenador, José Ramón Sandoval. El técnico adelantó la posición del asturiano en el campo unos 15 metros y este le devolvió otros tantos goles, 15, a uno por metro. Las dificultades económicas del Rayo y las especiales circunstancias en las que llegó el futbolista provocaron que su cláusula de rescisión fuese de 4 millones de euros. Como le quedaba un año de contrato, si el club madrileño no quería que se fuese gratis, este verano era el momento de negociar. Era uno de los chollos del mercado pero, de forma incomprensible, ningún equipo español anduvo listo. Llegó el Swansea, club galés que juega en la Premier, pagó 2,5 millones y @Michuoviedo -ese es su nombre en Twitter- voló hacia Gran Bretaña.
Allí ha coincidido con otros ilustres representantes de la diáspora oviedista: Mata, líder del Chelsea, que juega hoy en el estadio del Wigan; y Cazorla, que este sábado disputó sus primeros 90 minutos con la camiseta del Arsenal. El excentrocampista del Málaga despachó una gran actuación, pero los gunners no pudieron pasar del empate a cero ante el Sunderland.
A escasos kilómetros del Emirates, en el campo del Queen ParK Rangers, Michu explotaba con dos goles –el segundo espectacular- y una asistencia. Días antes, lucía en Twitter el carnet de abonado número 5.000 del Oviedo, su histórico club del alma que pena en Segunda B. Da igual. “Hay futbolistas que aún sentimos los colores”, dice. Y, a diferencia de la mayoría, él lo demuestra con hechos.